Por
Claudio Scaletta
Una
investigación del fiscal federal Miguel Angel Osorio involucra
a la DGI, en particular a la Agencia Nº 9, como partícipe
necesaria de un canal de evasión impositiva. Los hechos descubiertos
surgieron del análisis de la situación financiero-impositiva
de la firma Life S.A., prestataria de servicios de recolección
de residuos a distintos municipios de la provincia de Buenos Aires. En
más de 120 juicios que dieron lugar a igual cantidad de órdenes
de embargo, se detectó que ninguno de ellos se hizo efectivo, con
el consecuente perjuicio para el erario y la probable complicidad de los
funcionarios administrativos y judiciales intervinientes. Para la fiscalía,
resulta clara la posibilidad de que los mecanismos administrativos
y judiciales sumamente ejecutorios puestos a disposición
de las personas que actuaron por el ente recaudador, fueran intencionalmente
administrados para beneficiar a la empresa y perjudicar al Estado.
La empresa Life S.A. pudo presentar con éxito en distintas causas
judiciales con la DGI una resolución del titular del organismo
recaudador que le permitía acceder a una moratoria especial de
120 meses. La maniobra resultó efectiva hasta que en la Agencia
Nº 10 de la actual AFIP se detectó el carácter apócrifo
del documento. Como estrategia de defensa los directivos de Life Héctor
Mauricio Pefaur, Juan Carlos Branca y Alfredo Savastano, entre otros
intentaron deslindar responsabilidades arguyendo haber sido engañados
por los profesionales del estudio contable que los asesoraba en la regularización
de la situación tributaria, a quienes atribuyeron la falsificación
de la resolución.
La causa iniciada por Life se tramitó en el fuero penal ordinario
en el juzgado de Francisco Trovato. Cuando este magistrado cayó
en desgracia, la causa fue enviada por su reemplazante a la justicia federal,
pues involucraba al Estado nacional. Allí, los responsables de
Life pasaron de querellantes a imputados. Según demostró
la investigación realizada por la Fiscalía Federal Nº
10 a cargo de Osorio, los honorarios pagados por Life a quienes
habrían realizado la falsificación, alrededor de 350 mil
pesos, no guardarían relación con el trámite en cuestión:
el simple acogimiento a una moratoria. Frente a la reticencia de la DGI
en la remisión de la información, la propia fiscalía
se dio a la tarea de reconstituir la situación financiera e impositiva
de Life. Lo primero que se detectó fue la existencia de una enorme
deuda fiscal de antigua data. Como estas deudas acogidas o no a
moratorias no fueron satisfechas, derivaron en una gran cantidad
de juicios que, intencionalmente, no concluyeron de manera satisfactoria
para las arcas del Estado.
Con estos datos la fiscalía concluyó que la falsificación
de la resolución y sus sucesivas aplicaciones no representaban
una situación aislada, sino que evidenciaban una situación
estructural y permanente de deudas insatisfechas y, concomitantemente,
la existencia de mecanismos jurídico administrativos destinados
a perpetuar intencionalmente dicha situación.
Además, el fiscal observó que mientras Life mantenía
una situación de deuda estructural con la actual AFIP, sus ingresos
principales provenían de la prestación de servicios en diversos
municipios de la provincia de Buenos Aires. Dato que vuelve aún
menos lógico que más de 120 embargos no se hayan podido
efectivizar. A esto se suma que, al indagarse los pasos administrativos
y judiciales dados por la AFIP para ejecutar su cometido, se constató,
en principio, una injustificada inoperancia respecto de trámites
de tan simple resolución. Inactividad que se tradujo en la
nula incidencia que el enorme endeudamiento de Life tuvo sobre las contrataciones
que ligan a la firma con las administraciones públicas que demandaron
sus servicios.
El extraño comportamiento de la Agencia Nº 9 de la DGI, la
principal involucrada en la relación con Life, queda graficado
también con un datocasi anecdótico. Cuando las campañas
de difusión pública de las empresas deudoras formaban parte
de la estrategia de combate a la evasión, la firma Life S.A. nunca
figuró en los listados publicados por la AFIP. Esto, a pesar de
que su deuda de más de 16 millones de pesos solamente para
el año 1992 y sin considerar los intereses devengados desde entonces
era superada sólo por una de las empresas denunciadas públicamente.
Entre los agentes de la Agencia Nº 9 imputados por la fiscalía
se encuentran su responsable máximo, Daniel Otero, junto a los
abogados que intervinieron en los juicios contra Life: José Ricardo
Romero, Juan José Quiñoa, Hugo Carlos Nicodemo, Elvira Inés
Ricci y María del Carmen Mulé, entre otros.
El
abogado defensor de Life
La
causa que involucra a Life SA y a la Agencia Nº 9 de la DGI no
carece de sospechas sobre el accionar del Poder Judicial. Así
surge de la conducta del abogado representante de Life, Martín
Anzoátegui, ex titular del Juzgado Federal Nº 11 en tiempos
del Proceso y también defensor de Miguel Seligmann en la conocida
causa de la mafia del oro. El fiscal Miguel Angel Osorio
descubrió algunas irregularidades en el poder que acredita
al letrado como representante de la empresa investigada. Así,
Anzoátegui dice haber sido nombrado como mandatario de la firma
en un escrito presentado el día 2 de mayo de 1996. Sin embargo,
cuando presenta la documentación en la ratificación
de la querella el día 9 de junio, el poder que le era reclamado
tenía fecha de expedición 8 de mayo, es decir, seis
días después del escrito inicial. Esto permite concluir
que cuando se produjo el sorteo del juzgado, que recayó en
el despacho del entonces juez Francisco Trovato, Anzoátegui
no era todavía representante legal de Life. |
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