Por
Ana Bianco
El
documental Yo, Sor Alice, ópera prima del realizador argentino
Alberto Marquardt, ex preso político residente en Francia, intenta
dar una singular visión de una mujer luchadora y coherente como
Alice Domon, o simplemente Caty para la gente de Villa Lugano. Una religiosa
francesa perteneciente a la congregación Hermanas de las Misiones
extranjeras, que vivió en la Argentina desde 1967 hasta que fue
secuestrada y desaparecida el 8 de diciembre de 1977 por un grupo de tareas
de la Escuela de Mecánica de la Armada. En ese secuestro también
desaparecieron su compañera Sor Leonie Duquet y una docena de familiares
que se reunían en la Iglesia de Santa Cruz, donde se había
infiltrado el capitán de navío Alfredo Astiz, alias Gustavo
Niño. La película se vale de cartas de la propia Alice,
en las que les trasmite a sus familiares sus vivencias de esos años
difíciles en la Argentina y se completa con testimonios de sus
compañeros, vecinos y familia. El film se exhibe hoy a las 22 dentro
del ciclo Proyección 2001, una semana de preestrenos
de cine argentino organizada por la Asociación de Cronistas Cinematográficos
que se lleva a cabo en el cine Cosmos (Corrientes 2046). Página/12
compartió una proyección con María del Rosario Cerrutti,
una madre de Plaza de Mayo cuyo testimonio aparece en el film, y con Aída
Sarti y Laura Bonaparte, integrantes de Madres Línea Fundadora.
María del Rosario Cerrutti sufrió la desaparición
de su hijo Fernando el 10 de mayo de 1976 y de ahí en más
transitó un camino que la juntó con otros en igual situación.
Fue pionera en la formación del grupo que luego se constituiría
en Madres de Plaza de Mayo. Con la emoción contenida después
de ver la película, evoca la personalidad de Alice: La conocí
en la plaza. Ella se sumó, como una más, y recorría
las iglesias, el episcopado y los cuarteles, siempre pegada a nosotras.
La recuerdo dulce y serena, dándonos su apoyo. Era nuestro consuelo,
nuestro bastón. Sólo sabía que era monja, que había
trabajado en las villas y nada más. A nosotras nos habían
arrancado nuestros hijos y teníamos razones para luchar, pero ella
nos acompañaba por convicción. Las desapariciones las palpó
de cerca, porque algunos de sus compañeros de la villa fueron secuestrados,
dice. Era consciente de los riesgos que corría. Algunas madres
nos reuníamos en un convento por Once para almorzar y planificar
las tareas. Que Caty fuera monja no nos importaba y además ni siquiera
usaba el hábito. Compartíamos la misma trinchera.
Aída Sarti irrumpe con sus recuerdos de esa época y busca
en Rosario una mirada cómplice. Abriga su cuello con el pañal
de su hija, que lleva siempre consigo y le sirvió en el cine a
modo de pañuelo para cubrir su garganta. Con total convicción
sostiene: La película es excelente, clara, didáctica
y bella... a pesar de la tragedia que está contando, no deja de
ser poética. Nos muestra una semblanza de la familia Domon, cómo
vivían ellos la religiosidad y cómo eran los roles en esa
numerosa familia. De ahí la personalidad de Alice, relata.
A ella la vi en la puerta de la cárcel de Villa Devoto, en
octubre de 1977, buscando información. Yo tenía una versión
sobre un posible traslado de mi hija Beatriz Cristina Sarti a ese lugar.
En Devoto no recibimos ningún dato y luego viajamos de vuelta juntas
en el 39. Hablábamos en el colectivo, aunque en realidad ella me
escuchaba a mí. El grado de desesperación por no tener noticias
me superaba...
La famosa solicitada que se publicó el 10 de diciembre de 1977,
dirigida a Videla y con el título Por una Navidad en paz
en el diario La Nación, tuvo en la Iglesia de Santa Cruz directa
relación con la trágica noche el 8 de diciembre de 1977.
María del Rosario rememora en el film esa noche siniestra y comparte
su testimonio oral: Habíamos estado reunidos en lacasa de
Emilo Mignone con Ketty y Esther Careaga, contando el dinero para la solicitada
que se iba a pagar el día siguiente. Luego nos fuimos las tres
para la Santa Cruz para juntar otro dinero allí. Me quedé
hablando en la puerta con Mary Ponce y Alice desde que llegué a
las 18 hasta las 19.30. Luego se nos acercó Esther nosotras
le decíamos Teresa y nos dijo: Ya tengo la plata, nos
vamos. Salió Teresa con otra madre que nunca pude saber quién
era. Esther del lado del cordón y la otra persona del lado de la
calle. Detrás Mary Ponce y yo a unos cinco metros. Vi que la arrebataban
a Esther: me empujaron contra la pared y la llevaron a Mary. Detrás
venían las madres Nélida de Chidichimo y Neuhaus. Creímos
que nos metían también a nosotras en los coches. En realidad
nos tiraron a las tres contra la pared y nos dijeron que siguiéramos
caminando. Nos metimos en la iglesia y luego salimos con el resto de la
gente de la misa. Yo había visto cómo se llevaron a las
dos madres. Al día siguiente nos enteramos de que faltaban Alice
y otros compañeros. No me olvido jamás de ese día:
Alice tenía una remera roja y una cruz muy grande y estaba linda
como siempre. Ella tenía una pasión: ayudar al prójimo.
Eso la convirtió en un ser humano excepcional de un valor incalculable.
Aída Sarti interrumpe para hablar unos segundos de su querida amiga
Azucena Villaflor, líder natural de las Madres, en esos duros años.
Azucena desapareció el 10 de diciembre, el día de
la solicitada, cuando salió de su casa y se dirigió a comprar
un diario, porque el que tenía estaba borroso. Se la llevaron en
unos Ford Falcon. Laura Bonaparte dice que el asesinato de su hija
Noni, ocurrido el 24 de diciembre de 1975, la impulsó a iniciar
en enero de 1976 un juicio por asesinato a las Fuerzas Armadas y a su
comandante en jefe, Isabel Martínez de Perón. Su familia
fue diezmada, ya que siete miembros se encuentran aún desaparecidos:
dos hijas y un hijo con sus respectivas parejas. Bonaparte se trasladó
el 1º de abril de 1976 a ver a su hijo Luis que vivía en México
y no pudo regresar a la Argentina. El motivo: la desaparición de
Santiago Bruschtein, el padre de sus hijos, ocurrida el 11 de junio de
ese año. Laura militaba en el peronismo de izquierda. Ella ubica
la lucha de Alice en un sentido más amplio: Por mi profesión
de psicoanalista me desempeñé en el trabajo hospitalario
en el Policlínico de Lanús. Además, por mi experiencia
en salud en la Villa Fiorito, descubrí que el trabajo de las religiosas
en las villas de emergencia era por elección.
Al referirse a las cartas citadas a lo largo de la película, Bonaparte
recuerda: Me emocionaron mucho porque me aparecieron imágenes
de otras monjas que tuve la suerte de conocer. La película refleja
bien el desprendimiento no sólo de los religiosos, sino también
de nuestros hijos que querían crear otro país. El film nos
sitúa en el proyecto económico que empieza con Isabel Perón
y la P2 y esa nueva manera de concebir la economía. La situación
actual es una continuidad de un proyecto que necesitó hacer desaparecer
30.000 personas para seguir adelante, avanzando en la destrucción
de la población. La desaparición de personas despertó
más terror que si los hubiesen colgado en la plaza pública.
María del Rosario interrumpe con una acotación: En
la película, un matrimonio correntino, con absoluta pureza, dice
una frase que es la síntesis más clara y concisa que puede
hacerse: ¿Qué es ser subversivo? Luchar por mejorar
la vida. Bonaparte concluye: Sor Alice refleja bien
la personalidad esplendorosa de Alice, llena de luz, como dirían
los cristianos. Ella por convencimiento se entregó y eligió
pelear la vida de un pueblo que ni siquiera era el suyo. Los comentarios
de sus hermanos en ningún momento le reprochan su actitud y respetan
sus convicciones profundas, que se reflejan en la correspondencia con
su familia.
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