Por
Fabián Lebenglik
Hace
cuatro años, pocos meses antes de la muerte del pintor italiano
Mario Schifano (1934-1998), el Museo Nacional de Bellas Artes presentó
una muestra de la última etapa de la obra del artista, curada por
su compatriota, el crítico Achille Bonito Oliva.
Se trataba de la exhibición Musa auxiliar, en la que
la musa del título era una evocación pictórica
de la tecnología, fuente de inspiración continua de Schifano,
porque la consideraba una marca de época cuyo funcionamiento se
rige por la velocidad. Y la velocidad ha sido uno de los núcleos
de sentido más fuertes de la obra del pintor italiano. En Musea
auxiliar Schifano presentaba una larga serie de cuadros que consistía
en fotografías (tomadas por él mismo o sacadas de la tele
y el cine) retocadas a mano, preparadas en la computadora y pintadas con
esmaltes. Por estos días el mismo museo presenta una exposición
antológica de Schifano (1934-1998), que arranca con obras de la
década del sesenta y llega hasta sus últimas pinturas.
Su primera muestra se remonta a fines de la década del cincuenta,
cuando el pintor estaba embarcado en una versión propia del informalismo:
entonces pintaba cuadros cargados de materia y surcados por trazos gestuales.
Algo de aquella obra se puede ver en esta antología, que incluye
dibujos, collages, pinturas y estudios.
En
la década del sesenta sus trabajos se vuelcan hacia la monocromía
y la aplicación de papeles sobre la tela: allí, en parte,
el artista trabaja con ciertas consignas generales de época, porque
cita alguna característica formal del minimalismo, relacionado
con la economía del lenguaje artístico y la contundencia
de la imagen, y en parte se vuelca a producir imágenes nuevas y
a recuperar y homenajear la tradición pictórica italiana.
En la muestra del museo se pueden ver varios de estos cuadros en los que
Schifano homenajea el futurismo: por esta vía, la de una poética
propiamente italiana que a comienzos del siglo XX luchaba por imponer
una pintura de trazos veloces, como continuidad y celebración del
funcionamiento de las máquinas, Schifano también estaba
señalando su propia poética, como se señala al comienzo
de esta nota, en relación con la velocidad. En este sentido el
futurismo fue un modo de poner la cultura italiana en sincronía
con la urgencia nacional por industrializarse y romper con las formas
sociales y económicas del pasado. La poética futurista buscaba
ponerle una bisagra el siglo XIX.
Pero además, la ejecución rápida y la rapidez como
cuestión simbólica de la pintura hacen que el cuerpo se
mueva con gestos veloces, con ademanes que están en el límite
de la acción refleja: el pintor trabaja simultáneamente
con gestos de la cultura y gestos del cuerpo.
Es evidente que el homenaje de Schifano al futurismo también implica
una crítica a la inspiración y a la tradición romántica,
en el mismo sentido que Flaubert se burlaba del romanticismo literario,
ridiculizándolo en sus pretensiones y sus lugares comunes.
A esta serie futurista pertenecen varios de los cuadros que
se exhiben en Bellas Artes. El homenaje también tiene su dosis
de ironía: en uno de los cuadros, en el que la cita futurista es
pasada por cierta imaginería pop, se lee: futurismo revisitado
en colores. En este sentido también hay una obra que alude
simultáneamente a la militarización social que proponía
el futurismo, junto con la cita de los acontecimientos de la actualidad
de Schifano: la Revolución Cultural China y la regimentación
de la cultura.
Otra tela de esta época, sin título, ironiza sobre las relaciones
sociales, el comunismo, la hoz y el martillo, separadas: allí se
leesobre la justa solución de las contradicciones en el seno
de la sociedad.
También en los inicios de los años sesenta el pintor transforma
el lienzo en un símil de la pantalla (de cine) y aparece la escritura
junto con signos y símbolos de la sociedad de consumo y la publicidad.
La aparición obsesiva de la televisión como objeto de sus
cuadros tiene un doble sentido hipnótico: en principio, por el
tratamiento formal de la tela y el color, pero también como crítica
al poder hipnótico del objeto sobre el sujeto.
En 1965 Schifano se dedica al cine y en sus cuadros aparecen citas de
la imagen cinematográfica y televisiva junto con la fotográfica.
Ya desde el año anterior el artista logra hacerse conocido internacionalmente
gracias a que comienza a ser invitado a la Bienal de Venecia a la
que luego asistirá varias veces así como a otras bienales
internacionales, como la de San Pablo, en 1965.
A través de dos viajes a Estados Unidos entra en contacto directo
con el arte pop y en cierto modo su obra acusa ese impacto.
Pero tanto el efecto del arte pop, como la inclusión de elementos
del cine, la televisión y la fotografía son trabajados por
Schifano como gestos de la cultura. El mundo va conformando e informando
los elementos del cuadro.
En uno de los textos póstumos de Italo Calvino, Seis propuestas
para el próximo milenio, el escritor decía que la
rapidez sería una de las claves interpretativas de los modos de
percibir el mundo para el final del segundo milenio y el comienzo del
tercero. Calvino cita a Galileo: Discurrir es como correr.
La rapidez, la agilidad del razonamiento, la economía de
los argumentos, pero también la fantasía de los ejemplos
son para Galileo cualidades decisivas del pensar bien. Schifano
toma iconos de la política y el arte, géneros (noticieros,
publicidades, telenovelas, interpretaciones del paisaje, etc.) y los deja
funcionar por su propio peso.
Siguiendo a Calvino, esos objetos de la cultura cargan el relato
de una fuerza especial y lo convierten en una suerte de campo magnético,
producen un nudo en una red de relaciones invisibles.
Formalmente, la materialidad de la pintura se asociaba a la realización
rápida y al juego del color.
También se pueden ver algunos cuadros de su serie monocromática,
en donde la economía de la paleta también es un modo de
juego sobre la tela. En su última etapa, Schifano acentúa
el giro posmoderno, que va de la sociedad de masas a la sociedad de individuos.
Allí se percibe claramente que el artista reordena el paisaje natural
y cultural, en una secuencia propia, que marca una nueva convención
a través de un giro político. Ese giro implica que las representaciones
del mundo aparecen transformadas y colocadas sin jerarquías. (Libertador
1473, hasta el 10 de marzo.)
Inauguran
en la semana
Mascarada de Carnaval, hoy y mañana, desde las 22, en Filo,
San Martín 975.
Daniel Chirico, fotopictografías,
el jueves 1º de marzo, en el Café literario de la Librería
de las Madres, Hipólito Yrigoyen 1442.
Arte argentino-Leonel
Marchesi (la historieta de nuestras ficciones), el jueves
1º, en el Palais de Glace, Posadas 1725.
Celina González
Sueyro, Sistemas de pared, instalación, el viernes
2 de marzo, en Corrientes 1935.
Eduardo Martín,
Damero, instalación de pinturas que encastran
en la sala del Sheraton Hotel de Mar del Plata, el viernes 2.
Oscar von Gyldenfeldt,
pinturas, el viernes 2, en La Scala de San Telmo, Pasaje Giuffra
371.
Siguen
en el Sívori
La sección
Dibujo del Salón Manuel Belgrano 2000, en el que resultaron
premiados Fernando Allievi (primer premio), Alejandro Boim (segundo),
Catalina Chervin (tercero) y mencionados los trabajos de Nicolás
Menza, Bibiana Migliora y Antonio Mongiello Ricci, sigue en exposición,
junto con casi medio centenar de dibujos seleccionados, en el Museo
Sívori (avenida Infanta Isabel 555, frente al Rosedal, hasta
el 18 de marzo). Simultáneamente y hasta el 4 de marzo, se
exhibe el Salón Anual de Manchas 2000, resultado de los doce
concursos dominicales entre marzo y diciembre que el
museo organiza anualmente en distintas plazas de la Ciudad de Buenos
Aires. Se trata de 120 trabajos seleccionados por un jurado, entre
los que se incluyen tres premios y diez menciones. También
se anuncia el primer concurso de manchas 2001, que se llevará
a cabo el domingo 25 de marzo en las Barrancas de Belgrano.
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