Por Rodrigo
Fresán
Buenas noticias: uno de los proyectos en la carpeta de Steven Spielberg
es llevar al cine el relato de Philip K. Dick titulado Minority
Report. Malas noticias: el protagonista sería Tom Cruise.
Pero son detalles. El cuento en cuestión trata de un futuro donde
las fuerzas policiales están capacitadas para adelantarse al criminal
y así pueden mandarlo a la cárcel por un delito que no cometerá,
por ejemplo, hasta dentro de diez años. Es bien sabido que Dick
era un paranoico seguro de ser investigado por todas las agencias gubernamentales
y preocupado, entre otras cosas, por la certeza matrixiana de que nuestro
mundo no es más que una farsa cósmica y así las cosas...
¿Qué es real?, se preguntaba una y otra vez
y de ahí el cazador de replicantes igualitos pero diferentes al
ser humano. Ahora, tanto ruido blanco y milenarista sobre lo que vendrá
habla del fin de las guerras y de la violencia, pero no dice nada sobre
el preocupante incremento de la violencia doméstica y la evolución
de la figura del ladrón de guante blanco al criminal de joystick
eléctrico que es el hacker. El apocalíptico lento J.G. Ballard
advierte acerca de que necesitaremos generar células de violencia
recreativa o vacaciones criminales como las que
postula en sus novelas Noches de cocaína y Super-Cannes si
no queremos perder parte importante de nuestra esencia. El hombre es violento
por naturaleza y quién sabe si suprimir ciertos reflejos no traerá
peores noticias. La CIA advierte, mientras tanto, acerca de la llegada
del crimen secreto: poderosos en la Red apoyando a éste
o aquél. El norteamericano Alfred Bester (1913-1987) revolucionó
al género con dos novelas criminales y todavía insuperables.
Detalle atendible es el hecho de que ambas son modernizaciones de dos
clásicos de la literatura asesina. Las estrellas, mi destino es
una astuta variación sobre El conde de Montecristo y el placer
de la venganza. El hombre demolido libro que anticipó en
décadas a buena parte de la estética noir del cyberpunk
de William Gibson o los ya mencionados delirios persecutorios de Dick
en novelas como Fluyan mis lágrimas, dijo el policía
parte del Crimen y castigo de Fiodor Dostoievski para acabar narrando
un mundo del siglo XXIV donde no hay asesinatos ni delitos porque los
detectives de la Corporación Esper son dedicados telépatas.
El magnate Ben Reich sucumbe a la tentación de quebrar el No
matarás y todo el libro es un vertiginoso duelo entre él
y el jefe de policía telepático Lincoln Powell. Al final,
claro, llega el castigo conocido como demolición y
páginas de una prosa coherentemente demoledora. Lo que aquí
se ofrece son los preliminares del crimen.
El
hombre demolido
Detective
privado y godardiano en Alphaville (1965).
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Por
Alfred Bester
Augustus
Tate, doctor E-1, recibía 1000 créditos por hora de análisis...,
no demasiado, ya que era difícil que un paciente necesitara más
de una hora del devastador tiempo de Tate. Pero estos horarios elevaban
sus entradas a 8000 créditos por día y a más de 2
millones por año. Muy pocos sabían qué proporción
de esa suma pasaba al gremio ésper para facilitar la educación
de otros telépatas y el progreso del plan eugenésico que
extendería la telepatía a todo el mundo.
Entre esos pocos se contaba Tate, y el 95% que entregaba al gremio le
molestaba sobremanera. Consecuentemente pertenecía a la Liga
de Patriotas Esper, grupo político de extrema derecha dedicado
a la preservación de la autocracia y los ingresos de los ésperes
de más alta categoría. Esta afiliación lo había
colocado en el rubro Cohecho (Potencial) en la libreta de Reich.
Reich entró marcando el paso en el exquisito consultorio de Tate
y echando una rápida mirada a la menuda silueta del médico...,
una figura un poco desproporcionada, pero corregida cuidadosamente por
los sastres. Se sentó y lanzó un gruñido:
Míreme, rápido.
Clavó la mirada en Tate mientras el elegante doctorcito lo examinaba
con ojos brillantes y decía con rápidas explosiones:
Usted es Ben Reich de Monarch. Firma de diez billones de créditos.
Piensa que yo lo conozco. Lo conozco. Está envuelto en una lucha
sin cuartel con la sociedad DCourtney. ¿No es cierto? Odia
inmensamente a DCourtney. Le ofreció una unión esta
mañana. Mensaje en código: YYJI TTED RRCB UUFE QQBA AALK.
Oferta rechazada. ¿No es cierto? Desesperado, resolvió...
Tate se detuvo de pronto.
Adelante dijo Reich.
Asesinar a Craye DCourtney como primera medida para dominar
su monopolio... Quiere usted ayuda... Señor Reich, ¡esto
es ridículo! Si sigue pensando así, tendré que denunciarlo.
Ya conoce la ley.
Aclaremos las cosas, doctor. Va a ayudarme a quebrantar la ley.
No, señor Reich. No puedo hacerlo.
¿Y lo dice usted? ¿Un ésper de primera clase?
¿Y yo tendré que creerlo? ¿Tendré que creer
que usted es incapaz de desafiar a cualquier hombre, a un grupo cualquiera,
a todo el mundo?
Tate sonrió.
Azúcar para la mosca dijo. Un recurso característico
de...
Examíneme. Ganaremos tiempo. Lea en mi mente. Su habilidad.
Mis recursos. Una combinación imbatible. ¡Mi Dios! Suerte
tiene el mundo de que quiera cometer ese solo asesinato. Juntos podríamos
arrasar el universo.
No dijo Tate con decisión. No es posible. Tendré
que denunciarlo, señor Reich.
Espere. ¿Quiere saber cuánto le ofrezco? Míreme,
bien adentro. ¿Cuánto quiero pagarle? ¿Cuál
es mi oferta límite?
Tate cerró los ojos. El rostro de maniquí se le retorció
dolorosamente. Luego miró a Reich, sorprendido.
No puede ser exclamó.
Sí gruñó Reich. Y usted sabe, además,
que es una oferta sincera, ¿no?
Tate movió afirmativamente y con lentitud la cabeza.
Y no ignora que Monarch más DCourtney pueden hacer
efectiva esta oferta.
Casi le creo.
Créame. He estado financiando su Liga de Patriotas durante
cinco años. Si mira muy adentro de mí conocerá mis
motivos. Odio a ese gremio maldito tanto como usted. La moral del gremio
no es favorable a los negocios..., no sirve para hacer dinero. La Liga
podría vencer al gremio ésper...
Conozco todo eso dijo Tate lacónicamente.
Con Monarch y DCourtney en mis bolsillos, yo no tendría
que ayudar a la Liga de Patriotas. Haría algo mejor. Lo pondría
a usted como presidente vitalicio de un nuevo gremio. Se lo garantizo
incondicionalmente. Usted solo no lo logrará nunca, pero sí
conmigo.
Tate cerró los ojos y murmuró:
En estos últimos setenta y nueve años no ha sido posible
premeditar con éxito un solo asesinato. Los ésperes impiden
que haya intenciones ocultas. Y si alguien logra evitar a los ésperes
antes del crimen, éstos descubren enseguida al culpable.
El testimonio de un ésper no es válido ante la Corte.
Es cierto, pero una vez que el telépata descubre al culpable,
no tarda en encontrar pruebas objetivas. Lincoln Powell, el prefecto de
policía de la división psicopática, es una amenaza
mortal Tate abrió los ojos. ¿Quiere usted olvidar
esta conversación?
No gruñó Reich. Antes examíneme
bien. ¿Por qué han fracasado los asesinos? Porque los adivinadores
del pensamiento gobiernan el mundo. ¿Qué puede detener a
un telépata? Otro. Pero a ningún criminal se le ha ocurrido
hasta ahora alquilar un buen telépata para anular los poderes de
otros telépatas. Y si se le ha ocurrido alguna vez, no ha podido
cerrar el trato. Yo puedo hacerlo.
¿Puede de veras?
Voy a lanzarme a una batalla continuó Reich.
Voy a tener una hermosa refriega con la sociedad. Reduzcamos esto a un
problema estratégico y táctico. Mi problema es igual al
de cualquier ejército. Audacia, bravura y confianza no bastan.
Un ejército necesita un servicio de espionaje. La guerra se gana
con ayuda del servicio de espionaje. Lo necesito a usted como agente secreto.
Muy bien.
Yo me encargaré de la lucha. Usted proveerá la información.
Tendré que saber dónde estará DCourtney, dónde
puedo dar el golpe, cuándo puedo darlo. El crimen es cosa mía,
pero usted tendrá que decirme dónde y cuándo encontraré
mi oportunidad.
Comprendido.
Ante todo, la invasión. Romper la red de defensas que rodea
a DCourtney. Quiero decir que usted tendrá que reconocer
el terreno. Tendrá que examinar a los normales, vigilar además
a los telépatas, prevenirme e impedir que me lean la mente si yo
no puedo evitarlos. Después del crimen iniciaré mi retirada
a través de otra red de gente normal y mirones. Usted tendrá
que quedarse en escena. Tendrá que descubrir de quién sospecha
la policía, y por qué. Si sé que las sospechas están
dirigidas hacia mí, podré encaminarlas hacia otro lado.
Si están dirigidas hacia algún otro, trataré de confirmarlas.
Con usted como espía, puedo llevar adelante esta guerra, y ganarla.
¿No es cierto? Míreme.
Al cabo de una larga pausa, Tate dijo:
Es cierto. Podemos hacerlo.
¿Lo hará usted?
Tate titubeó, y al fin movió afirmativamente la cabeza.
Sí, lo haré.
Muy bien. He aquí mi plan. El escenario del crimen sería
un juego antiguo que llamaban la sardina. Tendría así
oportunidad de acercarme a DCourtney, y he pensado en un truco para
matarlo. Podría dispararle una vieja pistola silenciosa.
Espere dijo Tate vivamente. ¿Cómo va a
ocultar todo eso a los telépatas? ¿Sólo puedo protegerlo
cuando estoy con usted. Y no podré acompañarlo a todas partes.
Puedo utilizar una barrera mental temporaria. En la callejuela Melody
hay una autora de canciones que podría ayudarme.
Quizá resulte dijo Tate al cabo de un momento de examen.
Pero se me ocurre una cosa. Suponga que DCourtney esté vigilado.
¿Piensa matar también a sus guardaespaldas?
No. Espero que no será necesario. Un fisiólogo llamado
Jordan acaba de inventar un dispositivo visual soporífero. Pensábamos
usarlo para disolver manifestaciones hostiles. Lo usaré con los
guardias de DCourtney.
Ya veo.
Usted trabajará conmigo... reconociendo y espiando, pero
ante todo necesito un informe. Cuando DCourtney viene a la ciudad
es huésped, comúnmente, de María Beaumont.
¿El Cadáver Dorado?
La misma. Quiero que averigüe si DCourtney piensa instalarse
nuevamente en casa de María. Todo depende de eso.
Bastante fácil. Puedo enterarme del destino de DCourtney
y de sus planes inmediatos. Esta noche hay una reunión en casa
de Lincoln Powell. Es probable que asista el médico de DCourtney.
Está de visita en la Tierra, por una semana. Comenzaré con
él mi investigación.
¿Y no teme usted a Powell?
Tate sonrió desdeñosamente.
Si lo temiera, señor Reich, ¿me metería yo
en este asunto? No me confunda. No soy Church.
¡Church!
Sí, no se haga el sorprendido. Church, ésper 2. Hace
un año fue echado a puntapiés del gremio por mezclarse con
usted en ciertas andanzas.
Maldito sea. Lo sacó de mi mente, ¿eh?
De su mente y de la historia.
Bueno, esta vez no se repetirá. Usted es más duro
y más listo que Church. ¿Necesita algo especial para la
fiesta de Powell? ¿Mujeres? ¿Ropa? ¿Dinero? ¿Joyas?
Llame a Monarch.
Nada, pero se lo agradezco mucho.
Criminal, pero generoso, así soy yo.
Reich sonrió y se puso de pie para irse. No le tendió la
mano a Tate.
Señor Reich dijo el telépata de pronto.
Reich se volvió desde la puerta.
Los gritos seguirán. El hombre sin cara no es el símbolo
del crimen.
¿Qué? ¡Oh, Cristo! ¿Las pesadillas? ¿Todavía?
Maldito mirón. ¿Cómo lo sabe? Cómo...
No sea tonto. ¿Cree que puede jugar con un ésper 1?
¿Quién está jugando, bastardo? ¿Qué
hay de las pesadillas?
No, señor Reich. No se lo diré. Dudo que nadie, a
no ser un ésper 1, pueda decírselo, y después de
esta entrevista no se atreverá usted a consultar otro.
¡En nombre de Dios, hombre! ¿No va usted a ayudarme?
No, señor Reich Tate sonrió maliciosamente.
Esta será mi arma. Nos pone a la par. Equilibrio de poderes, ya
sabe. Una mutua dependencia asegura una mutua confianza. Criminal, pero
mirón, así soy yo.
A las nueve de la mañana del lunes, el rostro de maniquí
de Tate apareció en la pantalla del teléfono de Reich.
¿Es segura esta línea? preguntó.
Reich señaló el sello de garantía.
Muy bien dijo Tate. Creo que lo he conseguido. Examiné
a @kins anoche. Pero antes de pasar el informe, tengo que decirle algo.
Hay una posibilidad de error en estos exámenes profundos de un
ésper 1. @kins se ocultaba muy bien.
Entiendo. Craye DCourtney llega de Marte en el Astra
el miércoles por la mañana. Irá enseguida a casa
de María Beaumont, donde pasará de incógnito una
noche..., sólo una noche.
Una noche murmuró Reich. ¿Y luego?
No sé. Aparentemente DCourtney está planeando
algo drástico.
¡Contra mí! rugió Reich.
Quizá. Según @kins, DCourtney vive actualmente
en una tensión violenta, y su estructura de adaptación está
quebrantándose. El instinto de la vida y el de la muerte se han
dividido. DCourtney se está retrogradando con mucha rapidez
bajo esa bancarrota emocional.
¡Maldito sea! Mi vida depende de este asunto gritó
Reich, furioso. Hable claramente.
Es muy simple. Todo hombre vive en equilibrio entre dos fuerzas
opuestas... El instinto de la vida y el instinto de la muerte. Ambas fuerzas
tienen un mismo propósito..., vencer al Nirvana. El instinto de
la vida lucha contra el Nirvana destruyendo toda oposición. El
instinto de la muerte trata de vencer al Nirvana anulándose a sí
mismo. Comúnmente ambos instintos se funden en uno solo. Así
ocurre en el individuo adaptado. Otras veces, ciertas tensiones los separan.
Es lo que está ocurriendo con DCourtney.
¡Sí, por Dios! ¡Y está persiguiéndome!
@kins verá a DCourtney el jueves por la mañana
para tratar de disuadirlo de sus planes. @kins está asustado y
parece decidido a detenerlo. Ha venido desde Venus sólo con ese
fin.
No tendrá que detenerlo. Lo detendré yo. No tiene
por qué protegerme. Me protegeré yo. ¡Esto no es un
crimen, Tate! ¡Es en defensa propia! Ha hecho usted un buen trabajo.
No necesito más.
Necesita mucho más, Reich. Entre otras cosas, tiempo. Hoy
es lunes. Tendrá que estar listo para el miércoles.
Estaré listo gruñó Reich. Esté
listo usted también.
No podemos fracasar, Reich. Si fracasamos..., la demolición,
para ambos. ¿Se da cuenta?
La demolición para ambos, sí, me doy cuenta la
voz de Reich se resquebrajó. Sí, Tate. Usted me seguirá
hasta el fin, y yo no pararé hasta llegar... a la demolición.
Reich lo
planeó todo el lunes, con audacia, bravura, confianza. Dibujó
los grandes lineamientos como un artista que llena su hoja de trazos delicados
antes de utilizar la tinta. Pero Reich no puso esta tinta final. Ya la
pondría su instinto de asesino, el miércoles. Dejó
el plan a un lado y se acostó a dormir..., y se despertó
gritando, soñando otra vez con el hombre sin cara.
El martes por la tarde, temprano, Reich abandonó el edificio Monarch
y visitó la librería auditiva El Siglo, en la plaza Sheridan.
La tienda se especializaba en grabaciones eléctricas sobre cristal,
joyitas elegantemente montadas. La última moda era unos broches
operísticos para señora. (Irá con su música
a todas partes.) La librería El Siglo tenía también
unos estantes de anticuados libros impresos.
Quiero algo especial para un amigo le dijo Reich al vendedor.
Reich recibió un bombardeo de mercaderías.
No es bastante especial se quejó. ¿Por
qué no alquilan un telépata y le ahorran tiempo al cliente?
¿Cómo es posible que vivan tan atrasados?
Reich comenzó a pasearse por la tienda, seguido por una cola de
ansiosos vendedores.
Después de haber fingido un buen rato, y antes que el preocupado
gerente mandara a buscar un empleado ésper, Reich se detuvo ante
los estantes de los libros.
¿Qué es esto? preguntó con sorpresa.
Libros antiguos, señor Reich los vendedores comenzaron
a explicarle la teoría y práctica de los arcaicos libros
visuales mientras Reich buscaba lentamente el deteriorado volumen castaño.
Lo recordaba muy bien. Lo había hojeado hacía cinco años,
y había anotado el nombre en la libreta negra. El viejo Geoffry
Reich no era el único Reich que creía en los beneficios
de la previsión.
Interesante. Sí. Fascinador. ¿De qué trata
éste? Reich sacó el volumen castaño.
Juegos de sociedad. ¿De qué fecha es? ¿De veras?
¿Quiere decir que ya entonces había reuniones sociales?
Los vendedores le aseguraron que los antiguos eran a veces sorprendentemente
modernos.
Oigan el contenido dijo Reich con una risita. El
puente de los novios, El whist prusiano, El correo,
La sardina. ¿Qué demonios puede ser esto? A
ver... Página noventa y seis.
Reich hojeó el libro hasta llegar a un título en mayúsculas
que decía: JUEGOS GRACIOSOS PARA AMBOS SEXOS.
Miren esto dijo riéndose, y aparentando sorpresa. Señaló
el bien recordado parágrafo.
LA SARDINA
Se elige un jugador que hará de sardina. Se apagan todas las luces
y la sardina se esconde en cualquier lugar de la casa. Al cabo de unos
pocos minutos los jugadores van a buscarla. El primero que la encuentra
no dice nada sino que se esconde también y pasa a ser otra sardina.
Así, y sucesivamente, los jugadores van uniéndose a las
sardinas hasta que todos están escondidos en un lugar determinado
excepto el último, el perdedor, que vaga solo por la oscuridad.
Me
lo llevo dijo Reich. Justo lo que necesitaba.
Reich pasó
aquella tarde desfigurando cuidadosamente el volumen. Con vapor, ácidos,
colorantes y tijeras, mutiló las instrucciones, y cada quemadura,
cada incisión, cada herida, fue un golpe lanzado al cuerpo retorcido
de DCourtney. Cuando acabó con sus crímenes simbólicos,
las diversiones no eran más que unos fragmentos incompletos. Sólo
La sardina seguía intacta.
Reich envolvió el libro, anotó en él la dirección
de Graham, el tasador, y lo metió en el tubo neumático.
Se oyó un resoplido y un golpe, y el libro volvió una hora
más tarde, con la tasación oficial. Graham no había
advertido las mutilaciones.
Reich envolvió otra vez el libro, dejando la tasación en
el interior del paquete (como era la costumbre) y lo introdujo en el tubo
de aire, dirigido a María Beaumont. Veinte minutos después
llegó la respuesta: ¡Querido! ¡Querido! Pensé
que habías olbidado (evidentemente, María había escrito
ella misma la nota) a esta escandalosa viejita. Qué 2 veces divino.
Ven a mi casa esta noche. Estamos de fiesta. Nos dibertiremos con los
juegos de tu bonito regalo. La cápsula que traía el
mensaje incluía también un retrato de María Beaumont
montado sobre un rubí sintético. Un desnudo, naturalmente.
Reich respondió: Desesperado. Hoy no es posible. Perdí
un millón.
María volvió a escribir: El miércoles, niñito.
Te daré uno de los míos.
Acepto encantado, contestó Reich. Llevaré
a alguien. Besos para todos. Y se fue a acostar.
Y le gritó al hombre sin cara.
Se
reproduce aquí por gentileza de Ediciones Minotauro.
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