Por Susana Viau
El informe del subcomité
del Senado norteamericano desenmascaró la enorme operación
financiera que a lo largo de ocho años tuvo como rostro público
a Raúl Juan Pedro Moneta. En paralelo con esas actividades, desde
el Banco Central se había desplegado una generosa política
de beneficios hacia el ex banquero, que incluyó graves omisiones
de información a diputados nacionales y puso en evidencia hasta
qué punto fueron privilegiadas las relaciones que Moneta mantenía
con el BCRA y su presidente, el ingeniero agrónomo mendocino Pedro
Pou. La relación puede terminar en escándalo: entre la documentación
obtenida por el Senado norteamericano figuran operaciones efectuadas por
el propio Banco Central con el Federal Bank.
Esa red protectora había
sido propiciada desde los más altos niveles del Poder Ejecutivo.
En medio de la estrepitosa caída de las entidades financieras controladas
por Moneta, Carlos Menem sostuvo que el banquero estaba haciendo
las cosas bien. El paraguas oficial hizo posible que, en 1996, el
Banco Central ideara para Moneta una dispensa a lo establecido por su
propia normativa. En efecto, el Banco Central impedía que los bancos
invirtieran cifras mayores al 15 por ciento de su Responsabilidad Patrimonial
Computable en préstamos a empresas vinculadas. La participación
del Banco República en el CEI excedía los límites
autorizados y Moneta solicitó una medida excepcional: que le permitieran
continuar en infracción por un plazo de tres años. El BCRA
aceptó la propuesta pero condicionándola a que el Banco
República no siguiera aumentando su financiamiento al CEI o asumir
mayores riesgos en relación al holding. En 1998, sin embargo, la
participación de Moneta en la sociedad Citicorp Equity Investment
había aumentado del 4,27 al 39,9 por ciento del paquete accionario.
El banquero, con la benevolencia del BCRA, se había llevado por
delante y sin consecuencias la resolución 395/66.
En el balance presentado hasta
el 31 de marzo de 1995, el Banco República incluyó como
propio el Edificio República. Sin embargo, ni en el registro de
la Propiedad ni en las escrituras que atestiguaron los sucesivos cambios
de mano figuraba documento alguno que acreditara el dominio del Banco
República sobre la propiedad. Su inclusión en el balance
del banco y la mágica subida de su valor permitieron al Banco República
dibujar un aumento de su Responsabilidad Patrimonial Computable.
Los nuevos números le posibilitaron obtener la privatización
de los dos bancos de la provincia de Mendoza: el Banco de Previsión
Social y el Banco de Mendoza, saneados por la provincia a un costo de
900 millones de dólares. De estas alternativas el Banco Central
ni se enteró.
A mediados de 1998, inspectores
del Banco Central señalaron con preocupación aspectos que
sus colegas ya habían advertido en 1996: curiosas operaciones trianguladas
entre el Banco República, el Citibank de Nueva York y una off shore
de Bahamas, el Federal Bank. El informe subrayaba la peligrosidad de esas
maniobras celebradas con bancos ubicados en paraísos fiscales,
calificados por el propio BCRA como zonas de riesgo. Puntualizaron,
asimismo, que en la cuenta que el Banco República tenía
abierta en el Citibank de Nueva York se registraban voluminosos movimientos
con el Federal Bank y la mayoría de las acreditaciones pertenecía
a empresas vinculadas a Moneta. El Banco Central hizo oídos sordos
a las señales de alerta de sus inspectores, no abrió sumarios
ni pidió explicaciones. Es más, cuando los diputados del
FREPASO Juan Pablo Cafiero y Darío Alessandro preguntaron al Presidente
del Banco Central si tenía noticias de operaciones sospechosas
de lavado de dinero por parte del Banco República, Pou respondió
a través del entonces jefe de Gabinete Jorge Rodríguez que
Ninguna entidad del sistema ha informado con carácter operación
sospechosa alguna transacción efectuada por las personas
físicas y jurídicas mencionadas
Una nueva inspección
del Banco Central, en 1998, calificó la situación del Banco
República como CAMEL 4, de las peores según esa tabla decalificación
bancaria. El BCRA no informó de ello al Banco República
permitiéndole así continuar con el festival de autopréstamos
(préstamos a vinculadas).
En abril de 1999 el BCRA entregó
al Banco República 80 millones de dólares en redescuentos
(asistencias por iliquidez transitoria). Tres días más tarde,
el Banco República, con la venia del Central, cesaba su actividad.
A cambio de esos redescuentos
el Banco República entregó parte de su cartera de deudores.
En ella estaba incluido el Edificio República. El Central solicitó
una tasación del Banco Nación. El tasador oficial tasó
el Edificio República en 75 millones. Al Central no le resultó
justa la tasación. Una empleada dejó constancia señalar
en el memorándum SG145/99 que por instruccciones recibidas
de la Superioridad, la garantía fue tomada al 146 por ciento,
es decir en un valor de 86 millones 880 mil dólares.
Desde entonces, el Edificio
República no pagó al BCRA ni una sola de las cuotas de la
hipoteca que pesa sobre él. Pese a ello, ni Pou ni el COMAFI (que
administra el fideicomiso del Banco República) iniciaron acciones
judiciales.
Ya caídos los bancos
de Moneta y a pedido de éste, la Superintendencia de Entidades
Financieras, con la firma de su titular, Javier Bolzico, emitió
un certificado en el que se dejaba constancia de las entidades
del Moneta no habían infringido las normativas del BCRA.
Con Moneta en la clandestinidad
y sus socios del Banco República detenidos, se celebró una
asamblea de accionistas del banco a la que asistió un veedor del
Banco Central. En esa asamblea se resolvió confeccionar un Plan
de Regularización del banco. Ese plan fue aprobado por el BCRA
que, en una decisión única en su historia, rehabilitó
al Banco República.
En su informe al Congreso de
La Nación del año 1999, el BCRA con la firma de Pedro Pou,
informó a los legisladores que los bancos de Moneta habían
caído por corridas de depósitos originadas en noticias periodísticas.
El Banco República, sostuvo, funcionó normalmente tras su
reapertura. Después de la rehabilitación, Página/12
visitó en diversas oportunidades la sede única del Banco
República. Nunca pudo observar allí ni empleados, ni actividad,
ni clientes.
Sin argumentos ni
defensa
Peinado a la gomina, con impecable traje oscuro y un manojo de
carpetas azules que desplegó ostensivamente sobre la mesa,
Raúl Monetta eligió pasar a la ofensiva en el programa
Hora Clave de Mariano Grondona. Aseguró que la
acusación sobre lavado de dinero es una fantasía,
producto de una guerra de grupos mediáticos, y afirmó
que el informe presentado en los Estados Unidos parece sacado
de las 300 páginas que publicó Página/12 en
los últimos tres años sobre mí. Según
este señor, parecemos todos empleados de Héctor Magnetto
(CEO de Clarín); es un verdadero disparate, comentó
la diputada Elisa Carrió, que siguió por satélite
la entrevista, en la que Moneta no dio argumentos que esclarezcan
las investigaciones que lo involucran en lavado de dinero.
El sospechado banquero no respondió ninguna de las preguntas
referidas a su relación con el Federal Bank, el Citibank
y el lavado de dinero, tema para el cual supuestamente había
sido convocado al programa, y aprovechó para describirse
como víctima propiciatoria de una guerra interempresaria.
Sus pocas respuestas sobre ese tema fueron confusas: Eso no
lo dice el gobierno de Las Bahamas, sino el informe que mandaron
Carrió y Gutiérrez de Argentina. Hizo cuentas
y malabares para disminuir la cifra de lavado que calcularon los
técnicos norteamericanos y defendió el origen de su
fortuna. Como si no tuviera argumentos en su defensa, utilizó
toda la entrevista para denunciar una monumental conspiración
mediática en su contra.
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Servini
sospecha que empleados
suyos le mejoran la vida a Pou
La jueza ya separó a dos subordinados, y puede separar a
otros dos. Los relaciona con inquietantes dilaciones para favorecer
al presidente del Banco Central en la causa del Banco Basel,
donde Pou está procesado por Servini.
María
Romilda Servini de Cubría, la jueza que procesó
a Pou y Roque Fernández.
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Por Eduardo Tagliaferro
María Romilda Servini
de Cubría se desprendió de dos funcionarios de su juzgado,
y alrededor de su decisión sobrevuela la figura de Pedro Pou. Una
autoridad judicial aseguró a Página/12 que la jueza relaciona
a los funcionarios con sospechosas dilaciones en una causa que involucra
al presidente del Banco Central.
Servini había procesado a Pou y al último ministro de Economía
de Carlos Menem, Roque Fernández, en una causa por el Banco Basel.
El funcionario de Tribunales que habló con este diario a condición
de que no se publicara su nombre dijo que, según Servini, los dos
empleados habían sido demasiado permeables a los verdaderos deseos
de Pou.
Y no está descartado que a estos dos sigan otros dijo.
¿Cuál sería el cargo contra ellos?
Su actitud obstruccionista en la causa.
Algunas actuaciones eran dilatadas hasta límites que llevaron a
la sospecha de las autoridades del juzgado. La demora en el expediente
del Banco Basel tendría un resultado claro: debía permitirle
al titular del BCRA presentar el pasado 8 de febrero un escrito en el
que reclamaría la prescripción de las actuaciones.
La mismas fuentes reconocieron a este diario que existía la probabilidad
de que hubiera una denuncia penal contra los empleados involucrados en
la maniobra.
En los casos de los dos que ya fueron separados y los dos que podrían
serlo en cualquier momento la constante era demorar deliberadamente los
trámites judiciales. Las autoridades del Juzgado 1 pudieron corroborar
que estas anormalidades, como las definieron, se repetían
en varias causas.
Una vez que descubrieron la maniobra y los efectos que ésta tendría
en el caso Basel, los responsables del juzgado decidieron trabajar durante
todo enero para presentar en término la acusación judicial.
Pou no llegó siquiera a escribir el borrador en el que pensaba
reclamar la prescripción de la causa. Luego de realizar una ampliación
pericial, el 3 de febrero Servini de Cubría decretó el procesamiento
de Pou por encontrarlo prima facie coautor del delito
de defraudación fraudulenta en perjuicio de la administración
pública.
Además de Pou, la jueza procesó al ex ministro de Economía
Roque Fernández, al superintendente de Entidades Financieras Guillermo
Lesniewier y al ex miembro del directorio del BCRA Eugenio Pendás.
El Basel, que originalmente comenzó sus actividades como compañía
financiera, se transformó en banco por una resolución del
BCRA del 20 de diciembre de 1990. Eran los primeros años del gobierno
de Carlos Menem. El titular del Basel, José Genoud, era conocido
por su estrecha relación con Menem. No por nada la
sede del Basel ocupaba el mismo edificio del cuartel general de la campaña
Menem Presidente: una propiedad de Carlos Spadone ubicada
en la esquina de 25 de Mayo y Sarmiento. La entidad fue suspendida el
9 de febrero de 1995. Se trata de un quiosco, dijo en aquel
momento Pou para justificar la caída del Basel. Los directivos
apelarían al Efecto Tequila como justificativo.
Entre los fundamentos que Servini de Cubría tuvo en cuenta para
dictar el procesamiento de Pou y Roque Fernández se encuentran
testimonios en los que, por ejemplo, se reconoce que era ficticio
el balance de noviembre del 94 presentado por el Basel. También
se habla de dos regímenes diferenciados de supervisiones. A la
tradicional visita sorpresa, los directivos del Central incorporaron en
el caso del Basel una modalidad de inspección en la que avisaban
con anticipación su llegada a los bancos. Se ahorraba en
horas hombre porque las entidades ya habían recibido un instructivo
y sabían lo que se les iba a requerir, declaró Lesniewier
en la causa.
El mismo día en que el Basel fue suspendido recibió redescuentos
asistencia por iliquidez transitoria por 2 millones de dólares.
Si bien el formulario en el que los directivos del Basel solicitan los
redescuentos es del 8 de febrero de 1995, un día antes de la suspensión
de la entidad, los investigadores sospechan que el documento fue antedatado.
En su fallo, Servini de Cubría afirma que resulta incomprensible
que las autoridades del Central hubieran autorizado los redescuentos,
ya que al día siguiente se había dictado la resolución
29 que disponía la suspensión del Basel.
Para los encargados de la instrucción judicial, los directivos
del BCRA que autorizaron los redescuentos desconocieron la propia carta
orgánica del Central. La carta del BCRA establece que se puede
otorgar redescuentos a las entidades financieras por razones de
iliquidez transitoria que no excedan los 30 días corridos, hasta
un máximo equivalente al patrimonio de esta. En el momento
en que al Basel se le otorgó el redescuento de 2 millones su responsabilidad
patrimonial ascendía a $ 0, concluyen los investigadores.
La conclusión es obvia: Nunca podría haberse autorizado
un redescuento a una entidad que carecía de capital. No obstante
ello Pedro Pou, desconociendo lo previsto en la mencionada norma (la carta
orgánica del BCRA) dio curso a dicha asistencia. Aunque públicamente
Pou dijo que el Basel era un quiosco, en el expediente afirmó que
desconocía toda otra información sobre la realidad
económica de Basel.
Para la jueza Servini de Cubría, en el momento de otorgarse los
redescuentos, que ascendieron a un monto total de ocho millones y medio
de dólares, los directivos del Central conocían perfectamente
la realidad del Basel. La jueza considera que el Tequila no fue tan decisivo
en la caída del Basel. Escribió: Más allá
de los problemas provocados por el Efecto Tequila, públicamente
conocidos, nos encontramos con que los funcionarios del BCRA contaban
con suficiente información, aunque no del todo formal, pero sí
tenemos en cuenta los antecedentes para extremar los recaudos al momento
de otorgar los redescuentos al banco Basel.
La concesión de redescuentos a entidades que atravesaban momentos
conflictivos fue la constante durante la gestión de Pou. Además
de ocurrir en el caso Basel, el mecanismo se repitió con los bancos
República, Mayo y BCP. No es tan fácil para un directivo
que hace ocho años ocupa una plaza en el directorio del BCRA demostrar
su ignorancia. A menos que Pou utilice su energía solo para tomar
clases sobre Borges y, luego, citarlo con erudición.
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