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Sorpresa oficial con el Ministerio Anticorrupción

El Presidente anunció la posible creación de un organismo que contenga a la OA y a la Unidad de Información Financiera. La posición de Jorge de la Rúa y de José Massoni. Reacciones.

José Massoni, actual titular
de la Oficina Anticorrupción.
Quedó petrificado con la noticia
del hipotético ministerio.

Por Irina Hauser

”Afiliación urgente para (Fernando) De Santibañes y (Carlos) Liporaci”, bromeaban algunos rebeldes del Frepaso cuando escucharon que una de las grandes novedades del discurso presidencial de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso era que la Oficina Anticorrupción (OA) pasaría a tener rango de ministerio, bajo la dirección de un “extrapartidario”. Fernando de la Rúa dijo que pretende que la OA y la Unidad de Información Financiera (UIF) funcionen separadas del Ministerio de Justicia como una nueva estructura. La noticia tomó por sorpresa al propio ministro de Justicia, Jorge de la Rúa, que precisamente está de gira haciendo gestiones de cooperación en Francia y España para la investigación del lavado de dinero. La mayoría de sus compañeros de gabinete sostuvieron que “jerarquiza” el área y la lucha contra la corrupción.
El viceministro de Justicia, Melchor Cruchaga, y el titular de la OA, el extrapartidario José Massoni, quedaron petrificados con la noticia. Según la propuesta del Presidente, el Ministerio de Justicia perdería dos de sus patas más importantes. En cuanto a la OA, no se la estaría dotando de la real autonomía que Jorge de la Rúa reconoció, al comenzar su gestión, que podía ser necesaria. Para eso habría que desligarla del Poder Ejecutivo. Y la lucha contra el narcotráfico ha sido uno de los temas de agenda clave del ministro, de ahí su viaje a Europa en representación de la UIF.
Su hermano, Fernando de la Rúa explicó que no sólo quiere que el nuevo ministerio esté dirigido por alguien independiente sino que “cada partido tenga un representante” en él “para fortalecer las investigaciones y la independencia del sistema político”. “Es decisión del Gobierno que ese organismo actúe con firmeza y responsabilidad, con un claro criterio objetivo y despojado de cualquier sentido de persecución política, evitando el escándalo, apegándose a la verdad...”, dijo el jefe de Estado.
–¿Qué nombre le irán a poner al ministerio? ¿Será el Ministerio de la Virtud y la Prevención del Vicio de Afganistán (el que manda a destruir estatuas budistas)? –bromeaba un encumbrado funcionario de Justicia cuando intentaba descifrar, con sus compañeros, la finalidad del proyecto.
–Y tal vez ahora haya que pedir permiso a los representantes partidarios para hacer una denuncia –añadió uno de sus pares.
Hubo quienes interpretaron la iniciativa como una concesión al ex presidente Carlos Menem, que denunció a la OA íntegra diciendo que es un organismo “inconstitucional, antiperonista y nacido en la nostalgia macartista” en alusión a las numerosas denuncias presentadas contra miembros de su gestión, con María Julia Alsogaray y Víctor Alderete a la cabeza. Un hombre que conoce los criterios del Presidente, dijo que le llama la atención “que es cuidadoso con el gasto público y esto implica agrandar estructuras”. Según un allegado al gabinete, rezaba que es “sólo un enunciado político, cuestión de imagen” y advertía “la lucha anticorrupción no tiene mucho que ver con el combate al narcotráfico”.
Massoni estaba preocupado, y volvió a barajar la idea de renunciar, como cuando tiempo atrás se enteró que un proyecto amenazaba con recortarle facultades en favor de la Fiscalía de Investigaciones Administrativas. Allegados a la Rosada suponen que “esto no es contra él, hasta puede ser ministro”. “Parecería que el Presidente quiere cambiar al responsable político”, dijeron. En el gabinete no cayó mal la iniciativa. Fuentes cercanas a la conducción del bloque del Frepaso, en cambio, decían que “es una locura, es reconocer que la corrupción ha invadido todos los estamentos del Gobierno”. Por ahora, todo el mundo espera detalles.

 


 

REFERENDUM PARA REFORMAR LA POLITICA
Apretar para negociar

La propuesta fue, cuando menos, inesperada. En un gesto que buscó acelerar la discusión sobre la reforma política, Fernando de la Rúa planteó llevar el tema a una consulta popular en las próximas elecciones de octubre. “Nuestro país necesita una reforma política mucho más profunda de la que hemos consensuado en el Congreso”, sostuvo en su mensaje ante los legisladores; “como sé que es difícil encontrar consenso para el achicamiento del sistema político nacional, propongo que si no se logra antes, hagamos el mismo día de la elección un referéndum nacional y que cada partido pueda presentar su propuesta directamente al pueblo”.
El Gobierno envió su proyecto de ley para la reforma política en diciembre, pero el texto no fue tratado en el período de sesiones extraordinarias. El ministro del Interior, Federico Storani, explicó ayer que la idea es darse un plazo de “dos meses para consensuar con la oposición, después de lo cual se empezaría a preparar la convocatoria”.
La idea de tirar al ruedo el llamado a un referéndum empezó a madurar hace dos semanas, cuando Storani invitó a todos los legisladores del país a la presentación del proyecto oficial y los presidentes de los bloques del PJ, Humberto Roggero y José Luis Gioja, rechazaron públicamente el convite con la réplica de que la iniciativa debía discutirse “en el recinto y no en los hoteles”.
El anuncio presidencial fue rechazado por los legisladores del PJ y respaldado en cambio por el cavallismo y los representantes de los partidos provinciales.
Aunque De la Rúa se refirió a la idea de que cada partido presente a la gente su idea, un referéndum sólo permitiría votar a favor o en contra de un texto. Y su resultado no lo convertiría automáticamente en ley: si bien la figura de la consulta popular se incluyó en el artículo 40 de la Constitución con la reforma de 1994, ese artículo todavía no fue reglamentado. Esto impide, explicaron los constitucionalistas consultados, llamar a un referéndum vinculante. Pero el Presidente sí podría convocar a una consulta no vinculante, tal como lo hizo Raúl Alfonsín con el tratado por el Canal de Beagle.

 

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