Por Fernando Cibeira
Nadie esperaba grandes anuncios
y el presidente Fernando de la Rúa no decepcionó. En su
extenso discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso,
el Presidente se explayó con detalle sobre lo realizado en su año
y pico de gestión y no se detuvo en autocríticas, con lo
que terminó dando la imagen de un país en el que las cosas
marchan de lo mejor. Si se pasa el mensaje por un colador, quedan en pie
dos iniciativas: convertir la Oficina Anticorrupción en un ministerio
y convocar a un referéndum junto a las elecciones de octubre para
que la gente opine sobre la reforma política (ver página
8). De la Rúa volvió a mostrar sus dificultades para trazar
un objetivo político que inyecte algo de mística a su gestión.
Debemos seguir por este camino y tener confianza en que pronto se
verán los frutos, dijo, como para dar ánimos.
Fue notoria la diferencia con el discurso del año pasado en el
que mucho había influido el tándem comunicacional que forman
Antonio de la Rúa y el publicista Ramiro Agulla. En aquella ocasión,
el Presidente se presentó con anteojos que le daban aires de estadista,
hizo un mensaje breve y de frases cortas a las que trataba de darle énfasis
haciendo gestos con las manos. Este año, De la Rúa eligió
el camino tradicional: un monocorde discurso de casi una hora y media
en el que detalló lo que hizo su gestión área por
área, basado en los informes que le habían pasado sus ministros.
Es que el año pasado lo importante era dar señales
sobre lo que se haría, ahora ya tenemos una gestión que
mostrar, explicaba un funcionario que trabaja en el área
de comunicación. En el Gobierno querían demostrar que si
bien resulta muy difícil mostrar acción de gestión
en la medida en que el estancamiento económico continúe,
la imagen de inactividad que buena parte de la sociedad tiene acerca de
la presidencia De la Rúa no es cierta. De ahí la casi minimalista
enumeración de medidas y propuestas, tanto que algunas de ellas
sonaron demasiado particularizadas como la idea de crear una pensión
para madres solas con tres a seis hijos menores de 18 años.
Esta vez, el Presidente dedicó un par de días a escribir
el mensaje, en soledad y a mano, como le gusta hacerlo. La tarea terminó
con un discurso de treinta páginas divididas por temas como Introducción,
Economía, Trabajo y demás. Para cuando llegó al Congreso
a eso de las 8.50, obligando al cuerpo de Granaderos que lo escoltó
a empaparse bajo el chaparrón, el discurso ya estaba repartido
en los remozados pupitres de los legisladores. Gracias a los avances tecnológicos
con los que fue equipado, en el recinto podía seguirse el discurso
en el viejo tablero de Diputados, hoy digital y con pantalla. Claro que
los adelantos no alcanzaron para tapar las goteras que molestaron a algunos
de los legisladores que trataban de seguir el discurso.
La Asamblea Legislativa tuvo una convocatoria regular. Sobre todo en las
filas de butacas del fondo, hubo varios claros. Y, en los palcos, no se
vivieron desbordes ni mucho menos. En el palco principal, se ubicó
la familia presidencial, sin el popular Antonio pero sí con Aíto
adormilado, Agustina con anteojos espejados e Inés Pertiné
entusiasta a la hora de los aplausos. Al lado de De la Rúa, se
ubicaron los presidentes de ambas cámaras: de Diputados, Rafael
Pascual, y de Senadores, Mario Losada, quien vino a cubrir (físicamente)
la ausencia del ex vice Carlos Chacho Alvarez. En ambos costados,
en palcos tipo corralito, se sentaron ministros e invitados especiales.
Como siempre, uno de los más aplaudidos fue el ex presidente Raúl
Alfonsín.
A propósito, Chacho fue el gran ausente en la convocatoria. Puede
que, de haber concurrido, algunas cuestiones lo hubieran incomodado. Por
ejemplo, que De la Rúa no haya hecho una sola mención al
escándalo por sobornos que envolvió al Senado. Tampoco que
hablara de la Alianza ni del grupo de Trabajo del que forma parte junto
a Alfonsín. El Presidente ubicó entre sus logros al blindaje.
No es el programa, pero es una condición necesaria para llevarlo
a cabo. Significa la oportunidad para salir del largo estancamiento,
dijo. También mencionó entre los progresos de su gestión
medidas discutidas como la reforma previsional todavía provoca
peleas dentro del propio oficialismo y la reforma laboral, que aún
investiga la Justicia. Y recordó el levantamiento del Carpa Blanca,
ya mencionado en su discurso del año pasado.
Sólo en un par de oportunidades, el Presidente improvisó
en base al mensaje escrito. En una, buscó ser más enfático
con su intención de luchar contra la inseguridad. En otra, defendió
la creación de un multimedios estatal por decreto, una de las medidas
que había ofendido a los legisladores peronistas. En el último
rubro Responsabilidad y Consenso, el Presidente
resumió su visión positiva de las posibilidades económicas
y pidió a los legisladores que le voten las leyes que necesita.
La Argentina tiene nuevas oportunidades de progreso y bienestar,
dijo.
De un discurso de apertura de sesiones a otro, el universo aliancista
se modificó. No sólo no está Alvarez. Tampoco aparecieron
por el Congreso el ex jefe de la SIDE, Fernando de Santibañes,
ni el efímero ex secretario general de la Presidencia, Alberto
Flamarique. Como ejemplo de lo rápido que pasa el tiempo para los
aliancistas valga un dato: Bardiner, el restaurante de Callao al 200 al
que solían concurrir luego de actos como el de ayer, hoy es un
local de Todo por 2 pesos.
BOSTEZOS,
APLAUSOS Y COMENTARIOS EN EL RECINTO DEL PARLAMENTO
Un universo paralelo frente al Presidente
Por Felipe Yapur
Fernando de la Rúa desgranaba
su discurso ante la Asamblea Legislativa. Su público senadores,
diputados, ministros, jueces e invitados seguían la letanía
con mayor o menor atención. Como ocurre cada vez que un Presidente
inaugura las sesiones ordinarias del Congreso, un mundo paralelo se genera
en las bancas. A continuación, algunos retazos de ese universo.
Querida, aburrí al nene.
Tal vez el gesto que puede ser considerado como una síntesis de
la hora y media de discurso de Fernando de la Rúa fue la crisis
de bostezos que sufrió el menor de sus hijo. Fernando o Aíto,
como lo llaman, se ubicó en el palco principal junto a su madre,
Inés Pertiné. Desde ese lugar no logró disimular
su aburrimiento que trató de mitigar recostándose sobre
la silla o desplomándose sobre la baranda. Fernando junior buscó,
probó y al parecer no lo logró, la mejor pose para escuchar
a su padre.
¿Quién es esa
chica? La primera dama no se mostró incómoda por el indisimulado
aburrimiento de su hijo Aíto, y mucho menos por el
look informal de su hija Agustina, quien desorientó a los cronistas
parlamentarios que preguntaban sobre la identidad de esa chica. La joven
permaneció todo el acto sentada, seria e inmutable luciendo unos
enormes anteojos espejados.
Logros son amores. Pocos, muy
pocos habían sido los aplausos cuando De la Rúa comenzó
a enumerar los logros de su gestión. Luego de resaltar, entre otros,
a la reforma laboral y la reforma previsional, el radical Jesús
Rodríguez se recostó sobre su escritorio y hablando un tono
más arriba del murmullo, le dijo a su colega Marcelo Stubrin: Debería
destacar el triunfo de la Argentina frente a Italia y seguro que lo aplauden.
Stubrin bajó la cabeza y disimuló la sonrisa.
El primer aplauso. Llegó
tarde. Tardó como media hora y salió desde el palco bandeja
donde estaba sentado el secretario de Medios, Darío Lopérfido,
quien ante la ausencia del reconocimiento del público al discurso
presidencial no dudó en generar el primero. Luego, dos mujeres,
ubicadas en el extremo izquierdo del recinto, se encargaron de arrancar
los aplausos de los desprevenidos legisladores.
Afilien a De Santibañes.
Cuando su discurso promediaba, De la Rúa sorprendió a propios
y extraños al anunciar su decisión de otorgarle el rango
de ministerio a la Oficina Anticorrupción y poner al frente un
extrapartidario. Inmediatamente entre los frepasistas rebeldes comentaron:
Afiliación urgente para (Fernando de) Santibañes y
de (Carlos) Liporaci.
Yo escuché a Perón.
El senador Antonio Cafiero está distanciado de su bloque desde
que sus denuncias generaron el escándalo de los sobornos en la
Cámara alta. Ese distanciamiento se notó ayer cuando el
veterano dirigente prefirió una banca alejada del sector destinado
a los senadores. Desde allí escuchaba con atención al Presidente.
Pero poco a poco su expresión fue cambiando y a cada momento repetía:
¡Qué barbaridad! No puedo creer lo que dice. Y pensar
que yo lo escuché a (Juan) Perón.
El habano de Nazareno. Las
normas del protocolo así lo imponen. Es por ello que una vez más
el ex presidente Raúl Alfonsín se sentó al lado del
presidente de la Corte Suprema, Julio Nazareno. Durante las casi dos horas
que duró la inauguración ni uno ni otro se dirigieron la
palabra. Mientras el radical intercambiaba algunos comentarios con la
ministra Graciela Fernández, el riojano presidente de la Corte
acariciaba distraídamente su habano y miraba de reojo el discurso
del Presidente.
Autoayuda. Los rumores sobre
la posible renuncia del ministro de Economía, José Luis
Machinea, eran la comidilla de los periodistas que cubrían la inauguración
del período de sesiones ordinarias del Congreso. Pero el ministro
se mostraba distendido, conversaba animadamente con la ministra de Trabajo,
Patricia Bullrich, y cuando el Presidente destacó laobtención
del blindaje financiero se lo escuchó canturrear: No se va,
Machinea no se va. Machinea no se va.
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