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DE LA RÚA PIDIÓ TENER CONFIANZA EN SU DISCURSO INAUGURAL DE UNA HORA Y MEDIA
“Seguir por este camino para ver los frutos”

El Presidente escribió de puño y letra las treinta carillas que abarcaron su speach ante el Parlamento. Realizó una ardua descripción de lo hecho en su gestión. El Ministerio Anticorrupción y el referéndum para la reforma política.

De la Rúa, flanqueado por Rafael Pascual y Mario Losada, en el Congreso.

Por Fernando Cibeira

Nadie esperaba grandes anuncios y el presidente Fernando de la Rúa no decepcionó. En su extenso discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, el Presidente se explayó con detalle sobre lo realizado en su año y pico de gestión y no se detuvo en autocríticas, con lo que terminó dando la imagen de un país en el que las cosas marchan de lo mejor. Si se pasa el mensaje por un colador, quedan en pie dos iniciativas: convertir la Oficina Anticorrupción en un ministerio y convocar a un referéndum junto a las elecciones de octubre para que la gente opine sobre la reforma política (ver página 8). De la Rúa volvió a mostrar sus dificultades para trazar un objetivo político que inyecte algo de mística a su gestión. “Debemos seguir por este camino y tener confianza en que pronto se verán los frutos”, dijo, como para dar ánimos.
Fue notoria la diferencia con el discurso del año pasado en el que mucho había influido el tándem comunicacional que forman Antonio de la Rúa y el publicista Ramiro Agulla. En aquella ocasión, el Presidente se presentó con anteojos que le daban aires de estadista, hizo un mensaje breve y de frases cortas a las que trataba de darle énfasis haciendo gestos con las manos. Este año, De la Rúa eligió el camino tradicional: un monocorde discurso de casi una hora y media en el que detalló lo que hizo su gestión área por área, basado en los informes que le habían pasado sus ministros.
“Es que el año pasado lo importante era dar señales sobre lo que se haría, ahora ya tenemos una gestión que mostrar”, explicaba un funcionario que trabaja en el área de comunicación. En el Gobierno querían demostrar que si bien resulta muy difícil mostrar acción de gestión en la medida en que el estancamiento económico continúe, la imagen de inactividad que buena parte de la sociedad tiene acerca de la presidencia De la Rúa no es cierta. De ahí la casi minimalista enumeración de medidas y propuestas, tanto que algunas de ellas sonaron demasiado particularizadas como la idea de crear “una pensión para madres solas con tres a seis hijos menores de 18 años”.
Esta vez, el Presidente dedicó un par de días a escribir el mensaje, en soledad y a mano, como le gusta hacerlo. La tarea terminó con un discurso de treinta páginas divididas por temas como Introducción, Economía, Trabajo y demás. Para cuando llegó al Congreso –a eso de las 8.50, obligando al cuerpo de Granaderos que lo escoltó a empaparse bajo el chaparrón–, el discurso ya estaba repartido en los remozados pupitres de los legisladores. Gracias a los avances tecnológicos con los que fue equipado, en el recinto podía seguirse el discurso en el viejo tablero de Diputados, hoy digital y con pantalla. Claro que los adelantos no alcanzaron para tapar las goteras que molestaron a algunos de los legisladores que trataban de seguir el discurso.
La Asamblea Legislativa tuvo una convocatoria regular. Sobre todo en las filas de butacas del fondo, hubo varios claros. Y, en los palcos, no se vivieron desbordes ni mucho menos. En el palco principal, se ubicó la familia presidencial, sin el popular Antonio pero sí con “Aíto” adormilado, Agustina con anteojos espejados e Inés Pertiné entusiasta a la hora de los aplausos. Al lado de De la Rúa, se ubicaron los presidentes de ambas cámaras: de Diputados, Rafael Pascual, y de Senadores, Mario Losada, quien vino a cubrir (físicamente) la ausencia del ex vice Carlos “Chacho” Alvarez. En ambos costados, en palcos tipo corralito, se sentaron ministros e invitados especiales. Como siempre, uno de los más aplaudidos fue el ex presidente Raúl Alfonsín.
A propósito, Chacho fue el gran ausente en la convocatoria. Puede que, de haber concurrido, algunas cuestiones lo hubieran incomodado. Por ejemplo, que De la Rúa no haya hecho una sola mención al escándalo por sobornos que envolvió al Senado. Tampoco que hablara de la Alianza ni del grupo de Trabajo del que forma parte junto a Alfonsín. El Presidente ubicó entre sus logros al blindaje. “No es el programa, pero es una condición necesaria para llevarlo a cabo. Significa la oportunidad para salir del largo estancamiento”, dijo. También mencionó entre los progresos de su gestión medidas discutidas como la reforma previsional –todavía provoca peleas dentro del propio oficialismo– y la reforma laboral, que aún investiga la Justicia. Y recordó el levantamiento del Carpa Blanca, ya mencionado en su discurso del año pasado.
Sólo en un par de oportunidades, el Presidente improvisó en base al mensaje escrito. En una, buscó ser más enfático con su intención de luchar contra la inseguridad. En otra, defendió la creación de un multimedios estatal por decreto, una de las medidas que había ofendido a los legisladores peronistas. En el último rubro –”Responsabilidad y Consenso”–, el Presidente resumió su visión positiva de las posibilidades económicas y pidió a los legisladores que le voten las leyes que necesita. “La Argentina tiene nuevas oportunidades de progreso y bienestar”, dijo.
De un discurso de apertura de sesiones a otro, el universo aliancista se modificó. No sólo no está Alvarez. Tampoco aparecieron por el Congreso el ex jefe de la SIDE, Fernando de Santibañes, ni el efímero ex secretario general de la Presidencia, Alberto Flamarique. Como ejemplo de lo rápido que pasa el tiempo para los aliancistas valga un dato: Bardiner, el restaurante de Callao al 200 al que solían concurrir luego de actos como el de ayer, hoy es un local de Todo por 2 pesos.

 


 

BOSTEZOS, APLAUSOS Y COMENTARIOS EN EL RECINTO DEL PARLAMENTO
Un universo paralelo frente al Presidente

Por Felipe Yapur

Fernando de la Rúa desgranaba su discurso ante la Asamblea Legislativa. Su público –senadores, diputados, ministros, jueces e invitados– seguían la letanía con mayor o menor atención. Como ocurre cada vez que un Presidente inaugura las sesiones ordinarias del Congreso, un mundo paralelo se genera en las bancas. A continuación, algunos retazos de ese universo.
Querida, aburrí al nene. Tal vez el gesto que puede ser considerado como una síntesis de la hora y media de discurso de Fernando de la Rúa fue la crisis de bostezos que sufrió el menor de sus hijo. Fernando o “Aíto”, como lo llaman, se ubicó en el palco principal junto a su madre, Inés Pertiné. Desde ese lugar no logró disimular su aburrimiento que trató de mitigar recostándose sobre la silla o desplomándose sobre la baranda. Fernando junior buscó, probó y al parecer no lo logró, la mejor pose para escuchar a su padre.
¿Quién es esa chica? La primera dama no se mostró incómoda por el indisimulado aburrimiento de su hijo “Aíto”, y mucho menos por el look informal de su hija Agustina, quien desorientó a los cronistas parlamentarios que preguntaban sobre la identidad de esa chica. La joven permaneció todo el acto sentada, seria e inmutable luciendo unos enormes anteojos espejados.
Logros son amores. Pocos, muy pocos habían sido los aplausos cuando De la Rúa comenzó a enumerar los logros de su gestión. Luego de resaltar, entre otros, a la reforma laboral y la reforma previsional, el radical Jesús Rodríguez se recostó sobre su escritorio y hablando un tono más arriba del murmullo, le dijo a su colega Marcelo Stubrin: “Debería destacar el triunfo de la Argentina frente a Italia y seguro que lo aplauden”. Stubrin bajó la cabeza y disimuló la sonrisa.
El primer aplauso. Llegó tarde. Tardó como media hora y salió desde el palco bandeja donde estaba sentado el secretario de Medios, Darío Lopérfido, quien ante la ausencia del reconocimiento del público al discurso presidencial no dudó en generar el primero. Luego, dos mujeres, ubicadas en el extremo izquierdo del recinto, se encargaron de arrancar los aplausos de los desprevenidos legisladores.
Afilien a De Santibañes. Cuando su discurso promediaba, De la Rúa sorprendió a propios y extraños al anunciar su decisión de otorgarle el rango de ministerio a la Oficina Anticorrupción y poner al frente un extrapartidario. Inmediatamente entre los frepasistas rebeldes comentaron: “Afiliación urgente para (Fernando de) Santibañes y de (Carlos) Liporaci”.
Yo escuché a Perón. El senador Antonio Cafiero está distanciado de su bloque desde que sus denuncias generaron el escándalo de los sobornos en la Cámara alta. Ese distanciamiento se notó ayer cuando el veterano dirigente prefirió una banca alejada del sector destinado a los senadores. Desde allí escuchaba con atención al Presidente. Pero poco a poco su expresión fue cambiando y a cada momento repetía: “¡Qué barbaridad! No puedo creer lo que dice. Y pensar que yo lo escuché a (Juan) Perón”.
El habano de Nazareno. Las normas del protocolo así lo imponen. Es por ello que una vez más el ex presidente Raúl Alfonsín se sentó al lado del presidente de la Corte Suprema, Julio Nazareno. Durante las casi dos horas que duró la inauguración ni uno ni otro se dirigieron la palabra. Mientras el radical intercambiaba algunos comentarios con la ministra Graciela Fernández, el riojano presidente de la Corte acariciaba distraídamente su habano y miraba de reojo el discurso del Presidente.
Autoayuda. Los rumores sobre la posible renuncia del ministro de Economía, José Luis Machinea, eran la comidilla de los periodistas que cubrían la inauguración del período de sesiones ordinarias del Congreso. Pero el ministro se mostraba distendido, conversaba animadamente con la ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, y cuando el Presidente destacó laobtención del blindaje financiero se lo escuchó canturrear: “No se va, Machinea no se va. Machinea no se va”.

 

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