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ACCIDENTE EN LA MARCHA ZAPATISTA: UN MUERTO Y UN HERIDO GRAVE
Cuando un tropezón no es una caída

Un autobús de la marcha zapatista se quedó sin frenos y se iba directo hacia el micro donde viaja el Subcomandante Marcos. Una camioneta logró detener el autobús antes del choque. Los zapatistas y una comisión parlamentaria comenzaron las negociaciones para la aprobación de la ley indígena.
El “Sub” saluda en la plaza de Ixmiquilpán, estado de Hidalgo.
Continuó criticando al plan de paz del presidente Vicente Fox.

Fue el primer susto para la larga marcha zapatista. Y fue en el estado de Querétaro, cuyo gobernador había dicho la semana pasada que los miembros del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) merecían la muerte. Pero aparentemente la cosa no vino por allí. A 30 km de Querétaro, capital de Michoacán, uno de los autobuses de la marcha se quedó sin frenos y se fue directamente hacia el micro donde viajan el Subcomandante Marcos y 23 comandantes zapatistas. Una camioneta se interpuso en el camino y el choque terminó con un muerto y un herido de gravedad. Ayer se supo que un grupo de italianos debió abandonar la marcha el lunes, cuando su autobús recibió disparos de desconocidos. Por otra parte, Marcos confirmó que en la noche del miércoles comenzaron los contactos formales entre el EZLN y la Cocopa (Comisión Parlamentaria de Concordia y Participación) para la eventual aprobación de la ley de derechos y cultura indígena. Hoy la caravana zapatista llegará a Nurio, donde comenzará el III Congreso Nacional Indígena, que continuará hasta el domingo.
Los zapatistas llegarán al Distrito Federal de México el domingo 11 de marzo. El objetivo es convencer al Congreso mexicano para que apruebe la ley indígena que la misma Cocopa y el EZLN habían aprobado en el Acuerdo de San Andrés Larraínzar. Pero los zapatistas condicionan el diálogo a que el gobierno retire los retenes militares en el estado de Chiapas y a que sean liberados todos los presos zapatistas. El gobierno mexicano y el chiapaneco están dando señales de que completarán ambas medidas (ya iniciadas) para cuando el EZLN llegue al Distrito Federal. Ayer, el presidente Vicente Fox reiteró que la marcha zapatista “recuerda a todos su indispensable participación en el desarrollo del país” y que por ello comparte “sus reclamos”.
A todo esto, las palabras del Subcomandante Marcos hacia Fox siguen siendo acusatorias. En la noche del miércoles, en Pachuca, capital del estado de Hidalgo, Marcos dijo que Fox ofrece “una paz publicitaria para comprar un producto que luego no sirve” y aseguró que el EZLN está dispuesto a firmar la paz “siempre y cuando sea verdadera y no simulada o ficticia”. Al leer una pancarta que decía: “Marcos, si de verdad apoyas a nuestros hermanos indígenas, firma la paz”, el “Sub” recordó la masacre de Acteal (Chiapas) de 1997, donde murieron 45 indígenas a manos de los mismos paramilitares con los que habían acordado una tregua dos semanas antes.
Marcos también reiteró sus críticas al plan del gobierno Puebla-Panamá, para crear un corredor económico que una al sur de México con Centroamérica. “Yo creo que le van a tener que cambiar el nombre y ponerle el de Guatemala-Panamá, porque desde Puebla hasta Chiapas no van a tener lo que ellos quieren”, ironizó Marcos, para quien dicho plan sólo busca tomar mano de obra barata indígena para las empresas multinacionales. En este juego donde Marcos ataca, sostenido en una popularidad creciente en los cuatro días que lleva el “zapatour”, y Fox no se defiende, el caso del Plan Puebla-Panamá es la excepción. “Primero que sepa de qué se trata y después que hable”, había dicho anteayer Fox de Marcos.
Pero la complejidad de la marcha zapatista no se agota en el duelo Fox-Marcos. También se presenta el problema de la seguridad de la marcha, ya que nadie, y menos aún el gobierno, desea que a los zapatistas les pase algo. Amenazas de violencia no faltan. Los zapatistas las sufrieron al pasar por el estado de Oaxaca (vecino de Chiapas) y también por parte del gobernador de Querétaro, Ignacio Loyola, quien había pedido la pena de muerte para “traidores” como los zapatistas. Cuando uno de los autobuses de la marcha se lanzó sobre el de los comandantes zapatistas, resonaron las palabras de Loyola. No pasó de ser un accidente, pero ya hay un muerto y un herido grave.
Por lo pronto, las condiciones políticas de la marcha van mejorando, a pesar de las declaraciones. El mismo Marcos confirmó en Tephé, estado de Hidalgo, que el negociador zapatista Fernando Yáñez ya se entrevistó con los diputados José Narro, Jaime Martínez, Miguel Bortolini y Genoveva Domínguez, de la Cocopa, algo que fue confirmado por Bortolini, del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD). Ahora, los zapatistas enfrentan la prueba de oro para todo el arrastre que están teniendo: el III Congreso Nacional Indígena, que comienza hoy en Nurio, Michoacán.

 

Claves

El accidente de ayer se produjo en el estado de Querétaro, cuyo gobernador había amenazado de muerte a los zapatistas. En este sentido, ayer se supo que un grupo de italianos debió abandonar el lunes la marcha por disparos efectuados por desconocidos a su autobús.
Ayer comenzaron las negociaciones para la aprobación de la ley indígena, que es el objetivo final de la marcha zapatista.
Hoy la caravana llegará a Nurio, donde se desarrollará hasta el domingo el III Congreso Nacional Indígena. De allí, la marcha zapatista volverá a la ruta hasta el 11 de marzo, cuando llegará al Distrito Federal.

 

OPINION
Por Elba Esther Gordillo *

Por una paz con adjetivos

La aparición de una guerrilla indígena en los Altos de Chiapas el primero de enero de 1994 –el mismo día en que, con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con EE.UU. y Canadá, parecíamos acercarnos al Primer Mundo– sacudió al país. De pronto irrumpía a la superficie el México profundo, y datos fríos de la estadística social –mortalidad infantil, morbilidad, desnutrición, analfabetismo– adquirieron rostro en los sin rostro.
La rebelión armada fue, a un tiempo, un grito para hacerse oír y salir del olvido y un reclamo traumático por el abandono y la exclusión.
A los doce días, el levantamiento dio paso a una situación de “no guerra”, impasse de breves encuentros y larguísimos desencuentros, que en siete años no ha encontrado salidas. El sábado pasado en La Realidad, el Subcomandante Marcos entregó al mayor Moisés su rifle R-15 y su pistola Colt 38; lo hizo para cumplir con lo que establece la Ley para el Diálogo, la Conciliación y la Paz Digna en Chiapas y poder transitar hacia la ciudad de México.
La “Marcha de la Dignidad Indígena” tiene un objetivo explícito y otros subyacentes. Tiene propósitos de enorme carga simbólica: frente a la estrategia que hasta hace muy poco tiempo se propuso hacer invisible el movimiento zapatista, el peregrinaje se propone visibilizarlo, “romper el cerco”, dejar las cañadas y recordarnos la persistencia de dos Méxicos, el mestizo y el de los indios.
El problema indígena rebasa el espacio chiapaneco y se ubica en toda (o casi toda) la geografía de país. El EZLN es sólo una de las voces de los pueblos indígenas, pero la más estentórea, una que ha aprendido a hablar incluso con sus ruidosos silencios. Ante la marcha zapatista, algunos observadores y analistas han querido subrayar lo superficial, el “duelo mass mediático de imágenes”, de protagonismos, soslayando lo central: el recordatorio de la dura situación de los indígenas.
Las próximas semanas portan riesgos y oportunidades. La marcha enfrenta reacciones encontradas. Las “buenas conciencias” sienten a los zapatistas como “aguafiestas” o carne de cañón manipulada, quién sabe con qué aviesos intereses, que interrumpen la “tranquilidad” de sus espacios. Otros, incluso, llegan hasta a lanzar amenazas. El gobierno, por su parte, ha dado, de manera inequívoca, su bienvenida a la marcha. Mucho arriesga el presidente Fox –incluida la tensión con algunos de sus aliados– apostando por la paz.
El itinerario para construir la paz es arduo y lleno de dificultades. Llegar a la ciudad de México es apenas uno de los primeros pasos, después vendría el diálogo de la comandancia del EZLN con los legisladores del Congreso de la Unión, que tendría que ser respetuoso y, sobre todo, fructífero. De allí seguiría el regreso llevando en las mochilas buenas cuentas a las cañadas para preparar la elección de los delegados que acudirán a las mesas de negociaciones.
La travesía por la paz es, pues, larga y compleja. No estamos al final, sino apenas en el arranque del proceso. Firmar la paz es, entonces, apenas uno de los desenlaces posibles; de concretarse, sería el corolario de meses de negociación intensa en los que será determinante la madurez e inteligencia de los protagonistas, lo que incluye buena dosis de flexibilidad, reconocer que no puede haber triunfos totales y absolutos para ninguna de las partes.
De ahí la relevancia del papel de los legisladores. El Congreso de la Unión, expresión soberana de la voluntad popular, tiene ante sí la oportunidad de darle fuerza de ley a la iniciativa presidencial y hacer así lo que le corresponde en este tiempo de definiciones, ser protagonista de la historia. En estos días se multiplican, desde distintos espacios, los llamados por la paz. La paz es un reclamo al que debemos sumarnos todos. Paz sí, pero una paz con adjetivos: digna y justa; es decir, con resultados tangibles para los pueblos indígenas.

* De La Jornada de México. Especial para Página/12.

 

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