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KIOSCO12

PANORAMA ECONOMICO
Por Alfredo Zaiat

Reed en los juncos

“–¿La clave? –repitió Nick.
–Palacio Ciragan –dijo el cliente 549.617 RR.
–Es correcto, señor, Palacio Ciragan –le hizo saber Nick.
–Mi referencia bancaria es NXM, mi apellido Neumann.
–Perfectamente, señor Neumann –confirmó el Pachá con vigor renovado.
–¿Ahora podemos ir al grano? Dígame el saldo actual de mi cuenta, la 549.617 RR.
Nick introdujo el número de cuenta en la computadora, seguido por las instrucciones AB30A para solicitar el saldo. Los ojos se le abrieron de par en par al comprobar que el saldo era más alto que nunca.
–Caballero, el saldo de su cuenta es de cuarenta y siete millones de dólares norteamericanos.
–Cuarenta y siete millones –repitió el Pachá lentamente.
–Señor Neumann, tiene todas mis instrucciones para realizar transferencias, ¿verdad? Consulte la matriz seis.
–La matriz seis especifica que debe transferirse todo el dinero a un total de veintidós bancos –dijo Nick.
–Así es, señor Neumann –respondió el Pachá.”
Nick es un empleado de la banca privada del United Swiss Bank y el Pachá uno de los clientes más importantes del banco, cuya identidad es desconocida por todos menos por el presidente de la entidad. Este diálogo que se reproduce aquí corresponde a una apasionante novela (La cuenta numerada, de Christopher Reich, ediciones Grupo Zeta), cuyo autor trabajó en el mundo de la banca en Génova y Zurich. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.
Cuando con incredulidad y con cierta cuota de cinismo se preguntaba ¿dónde está toda la plata de la fiesta de los ‘90?, la respuesta era el típico y mecánico movimiento de elevación de hombros y apertura de manos. O, más bien, con la sospecha de adónde fue a parar pero sin pistas firmes de la forma en que se giró al exterior tanto dinero. Ahora, con el informe del Subcomité del Senado de Estados Unidos se empieza a saber, por lo menos, por dónde se canalizó parte de esa plata. Mucha o poca, que abrirá las puertas a conocer más vías de fuga de divisas o que se cerrarán en las ya importantes que descubrió el contador mendocino Luis Balaguer junto a un grupo de senadores americanos, se sabrá en la medida que se profundice la investigación sobre los circuitos del dinero negro de los años del menemismo.
Grupos locales, bancos, empresas internacionales, ex y actuales funcionarios y ricos y famosos deberán explicar una simple cuestión: ¿por qué depositaron millones de dólares en el Federal Bank, off shore del Grupo Moneta? Por definición, y así coinciden los máximos estudiosos de la banca de paraísos fiscales, el dinero en off shore es negro, de origen ilegal, ya sea de evasión impositiva, coimas o drogas y, por lo tanto, no declarado a las autoridades impositivas. Pero este caso, el de la asociación del Citibank-Banco República de Moneta, adquiere características particulares para la Argentina, puesto que no sólo permitirá conocer el ya de por sí escandaloso movimiento de plata negra de hombres de fortuna, sino que también permitirá revelar uno de los aspectos más oscuros del proceso de privatización de empresas públicas. Con el informe de los senadores americanos, los movimientos del Citi-Moneta durante los 90 adquieren una dimensión que exceden a la simple crónica empresaria.
La enajenación de activos públicos acumulados por generaciones de argentinos fue el tesoro exhibido por el menemismo a los dos bloques del poder económico en pugna a fines de los 80, enfrentados por los recursos exhaustos de un Estado que el alfonsinismo había desahuciado. La banca acreedora, con el Citibank a la cabeza, y los grupos económicos locales mutaron en circunstanciales aliados para apropiarse de las empresas públicas. En esas ventas no sólo hubo dólares y desvalorizados títulos de deuda externa argentina ingresados al Tesoro, sino que también circularon fondos que descansan en cuentas que a sus titulares les resultaría difícil justificar.
El Citi estuvo en casi todas las privatizaciones y creó la compañía Citicorp Equity Investments (CEI) para agrupar todos los activos capturados. Al frente de ese emprendimiento inédito para el banco americano quedó Ricardo Handley, titular del banco en Argentina, de relación estrecha con John Reed, número uno del Citi mundial, amigo de Moneta y siempre con aspiraciones de líder empresario que ahora las satisface siendo productor ganadero. En una operación incomprensible para el nivel gerencial del Citi, el 29 de junio de 1992, el CEI entrega el 10 por ciento de su capital a un ignoto por esos días banquero Raúl Moneta. Esa transacción fue el origen de una asociación que derivó en la actual investigación sobre el manejo de dinero negro a través de bancos off shore como nunca antes se había podido detectar.
Agotada la primera y más importante etapa de privatizaciones, el CEI fue mudando sus activos hacia los medios de comunicación. Junto a Telefónica Internacional conquistó mayorías accionarias en Cablevisión, Torneos y Competencias, AtCo (Telefé, Radio Continental, canales del interior y Editorial Atlántida) y Canal 9 (Azul TV). También estuvo muy cerca de quedarse con el diario Ambito Financiero y hubo negociaciones preliminares que quedaron en la nada por La Nación.
Todo ese proceso no pudo haberse precipitado si no contaba con la venia de John Reed, el hombre fuerte del Citi mundial durante la década del 90 hasta que fue desplazado hace un año luego de la fusión del banco con Travelers, una de las entidades financieras más fuertes en Estados Unidos. Su jubilación de privilegio la goza, curiosamente, en el directorio de Telefónica Internacional. Reed mantenía una relación con Moneta que excedía la de socios circunstanciales en una compañía. Amistad, dinero y compromisos compartidos los unen. Si avanza la investigación sobre el circuito del dinero negro, el pecado de no cumplir con las normas bancarias de “conozca a su cliente” que tanto importa en el sistema americano para evitar el lavado será lo menos malo que puede padecer el Citi.


 

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