Reed en los juncos
¿La clave? repitió Nick.
Palacio Ciragan dijo el cliente 549.617 RR.
Es correcto, señor, Palacio Ciragan le hizo saber
Nick.
Mi referencia bancaria es NXM, mi apellido Neumann.
Perfectamente, señor Neumann confirmó
el Pachá con vigor renovado.
¿Ahora podemos ir al grano? Dígame el saldo
actual de mi cuenta, la 549.617 RR.
Nick introdujo el número de cuenta en la computadora, seguido
por las instrucciones AB30A para solicitar el saldo. Los ojos se
le abrieron de par en par al comprobar que el saldo era más
alto que nunca.
Caballero, el saldo de su cuenta es de cuarenta y siete millones
de dólares norteamericanos.
Cuarenta y siete millones repitió el Pachá
lentamente.
Señor Neumann, tiene todas mis instrucciones para realizar
transferencias, ¿verdad? Consulte la matriz seis.
La matriz seis especifica que debe transferirse todo el dinero
a un total de veintidós bancos dijo Nick.
Así es, señor Neumann respondió
el Pachá.
Nick es un empleado de la banca privada del United Swiss Bank y
el Pachá uno de los clientes más importantes del banco,
cuya identidad es desconocida por todos menos por el presidente
de la entidad. Este diálogo que se reproduce aquí
corresponde a una apasionante novela (La cuenta numerada, de Christopher
Reich, ediciones Grupo Zeta), cuyo autor trabajó en el mundo
de la banca en Génova y Zurich. Cualquier similitud con la
realidad es pura coincidencia.
Cuando con incredulidad y con cierta cuota de cinismo se preguntaba
¿dónde está toda la plata de la fiesta de los
90?, la respuesta era el típico y mecánico movimiento
de elevación de hombros y apertura de manos. O, más
bien, con la sospecha de adónde fue a parar pero sin pistas
firmes de la forma en que se giró al exterior tanto dinero.
Ahora, con el informe del Subcomité del Senado de Estados
Unidos se empieza a saber, por lo menos, por dónde se canalizó
parte de esa plata. Mucha o poca, que abrirá las puertas
a conocer más vías de fuga de divisas o que se cerrarán
en las ya importantes que descubrió el contador mendocino
Luis Balaguer junto a un grupo de senadores americanos, se sabrá
en la medida que se profundice la investigación sobre los
circuitos del dinero negro de los años del menemismo.
Grupos locales, bancos, empresas internacionales, ex y actuales
funcionarios y ricos y famosos deberán explicar una simple
cuestión: ¿por qué depositaron millones de
dólares en el Federal Bank, off shore del Grupo Moneta? Por
definición, y así coinciden los máximos estudiosos
de la banca de paraísos fiscales, el dinero en off shore
es negro, de origen ilegal, ya sea de evasión impositiva,
coimas o drogas y, por lo tanto, no declarado a las autoridades
impositivas. Pero este caso, el de la asociación del Citibank-Banco
República de Moneta, adquiere características particulares
para la Argentina, puesto que no sólo permitirá conocer
el ya de por sí escandaloso movimiento de plata negra de
hombres de fortuna, sino que también permitirá revelar
uno de los aspectos más oscuros del proceso de privatización
de empresas públicas. Con el informe de los senadores americanos,
los movimientos del Citi-Moneta durante los 90 adquieren una dimensión
que exceden a la simple crónica empresaria.
La enajenación de activos públicos acumulados por
generaciones de argentinos fue el tesoro exhibido por el menemismo
a los dos bloques del poder económico en pugna a fines de
los 80, enfrentados por los recursos exhaustos de un Estado que
el alfonsinismo había desahuciado. La banca acreedora, con
el Citibank a la cabeza, y los grupos económicos locales
mutaron en circunstanciales aliados para apropiarse de las empresas
públicas. En esas ventas no sólo hubo dólares
y desvalorizados títulos de deuda externa argentina ingresados
al Tesoro, sino que también circularon fondos que descansan
en cuentas que a sus titulares les resultaría difícil
justificar.
El Citi estuvo en casi todas las privatizaciones y creó la
compañía Citicorp Equity Investments (CEI) para agrupar
todos los activos capturados. Al frente de ese emprendimiento inédito
para el banco americano quedó Ricardo Handley, titular del
banco en Argentina, de relación estrecha con John Reed, número
uno del Citi mundial, amigo de Moneta y siempre con aspiraciones
de líder empresario que ahora las satisface siendo productor
ganadero. En una operación incomprensible para el nivel gerencial
del Citi, el 29 de junio de 1992, el CEI entrega el 10 por ciento
de su capital a un ignoto por esos días banquero Raúl
Moneta. Esa transacción fue el origen de una asociación
que derivó en la actual investigación sobre el manejo
de dinero negro a través de bancos off shore como nunca antes
se había podido detectar.
Agotada la primera y más importante etapa de privatizaciones,
el CEI fue mudando sus activos hacia los medios de comunicación.
Junto a Telefónica Internacional conquistó mayorías
accionarias en Cablevisión, Torneos y Competencias, AtCo
(Telefé, Radio Continental, canales del interior y Editorial
Atlántida) y Canal 9 (Azul TV). También estuvo muy
cerca de quedarse con el diario Ambito Financiero y hubo negociaciones
preliminares que quedaron en la nada por La Nación.
Todo ese proceso no pudo haberse precipitado si no contaba con la
venia de John Reed, el hombre fuerte del Citi mundial durante la
década del 90 hasta que fue desplazado hace un año
luego de la fusión del banco con Travelers, una de las entidades
financieras más fuertes en Estados Unidos. Su jubilación
de privilegio la goza, curiosamente, en el directorio de Telefónica
Internacional. Reed mantenía una relación con Moneta
que excedía la de socios circunstanciales en una compañía.
Amistad, dinero y compromisos compartidos los unen. Si avanza la
investigación sobre el circuito del dinero negro, el pecado
de no cumplir con las normas bancarias de conozca a su cliente
que tanto importa en el sistema americano para evitar el lavado
será lo menos malo que puede padecer el Citi.
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