Por Amelia Castilla
Desde
Madrid
John Trulock, su tatarabuelo,
fue un corsario que murió de fiebre amarilla mientras navegaba,
y una parte de su familia, conocida en Galicia como los Moranes (cosas
meritorias), se caracteriza por tener cara de caballo y los dientes separados.
Camilo José Cela (nacido en Iria Flavia en 1916) recoge esos detalles
de su árbol genealógico y otros recuerdos de infancia en
La rosa, una reedición con cincuenta páginas que no fueron
incluidas en la primera publicación del libro, en 1959. A los 84
años, sus obras superan el centena, y en ellas supo tocar con fortuna
todos los géneros. A estas alturas, muy pocos cuestionan la categoría
literaria del autor de La familia de Pascual Duarte y La colmena. Galardonado
con los premios literarios más importantes, como el Nobel o el
Cervantes, Cela llega con puntualidad británica (su madre era de
origen inglés) a su cita en la Real Academia Española, donde
el jueves asistió a una reunión plenaria.
¿Qué es lo que frena en estos momentos su pluma para
ampliar sus memorias?
Ahora saldrá una nueva edición de Memorias, entendimientos
y voluntades, que va desde que llego a Madrid hasta que publico La familia
de Pascual Duarte. O sea, que ahí se mete de lleno la Guerra Civil.
La redacción de La rosa se planteó en un principio
como un proyecto periodístico...
No, no. Lo que pasa es que había la costumbre de publicar
en folletín, en las revistas o en los periódicos. Todo El
espectador de Ortega se publicó en diario El Sol, una costumbre
que era muy saludable.
¿Modificó o corrigió algo en la versión
íntegra que se edita ahora?
No corregí absolutamente nada, añadí los once
capítulos que estaban extraviados, cuya existencia me la delató
un amable lector de Murcia, al que aludo en una nota al principio del
libro.
¿A qué achaca la falta de una tradición autobiográfica
en España, al pudor o a la hipocresía?
Ese género, en España, no tuvo nunca muchos cultivadores.
No creo que se deba ni a la hipocresía ni al pudor. No hay literatura
de memorias, como tampoco hay apenas literatura epistolar. El español
es, sobre todo, poesía y novela, menos ensayo. Eso va en países
y en costumbres.
Cuando era un adolescente consideraba que el amor es un desequilibrio
del sistema nervioso, y que la mujer no es para ser amada,
sino para ser temida y poseída. ¿Cambió de
opinión tras dos matrimonios?
Esa frase está muy influida por Ortega, pero no estoy muy
en desacuerdo con eso (se ríe). No mucho, aunque la vejez quizás
haya suavizado un poco las cosas. La vejez siempre suaviza.
En La rosa sostiene también que ahora que es mayor
y académico, y escritor conocido y traducido, no tiene ni
un techo ni un palmo de tierra que sea suyo, y que lo único que
tiene es un hijo. ¿Significan esas pocas líneas un puente
para la reconciliación con su hijo?
No estamos enemistados.
Creía que apenas se relacionaban.
No hay ningún distanciamiento, aparte de que todo eso pertenece
a la vida privada.
Llegar a ser ministro, embajador o académico tiene
su gracia e incluso sus gotas de emoción, pero una vez conseguido
pierde encanto. ¿Qué análisis hace de su paso
por la Academia después de trabajar aquí durante 43 años?
De hecho, soy el segundo académico más veterano, después
de Laín Entralgo. El balance de estos años es muy positivo,
porque aquí aprendímuchas cosas. Entre otras, normas de
convivencia. Esta es una casa que es una gran desconocida, tiene grandes
valores y los ha conservado siempre. Fíjese que las bajas por decreto
que hizo el general Franco la Academia no las cubrió hasta que
no murieron todos y cada uno de los expulsados.
Hace unas semanas murió Rafael Lapesa y un académico
dijo que, además de un sabio, Lapesa era un hombre que no tenía
enemigos en la Academia. ¿Hay una guerra interna en la Academia?
No, no, en absoluto. Supongo que habrá algunas enemistades
personales, pero no otra cosa.
Marina Castaño, su actual esposa, va a publicar en breve
su primera novela. ¿La leyó?
Sí, sí. La editan en mayo, la leí y me parece
muy bien, pero me parece ridículo que yo lo diga.
Su opinión es importante no sólo como esposo, sino
también como personaje destacado de la literatura española.
En absoluto. A mí me parece muy bien la novela, está
muy bien llevada... Se llama Toda la soledad.
¿Qué opina de la polémica creada tras la concesión
del Premio Cervantes a Francisco Umbral?
Ni entro ni salgo. Hay un acta que se levantó y que firmamos
todos, y cuando se produjo aquella situación tan estúpida,
los periodistas me llamaron, pero no dije ni una palabra a nadie.
La familia de Pascual Duarte, considerada como una obra maestra,
fue alcanzada por el largo brazo de la censura; sin embargo, usted fue
censor. ¿Qué recuerda de esa época?
Censura..., todo eso ya huele a puchero viejo. Ya se escribió
un libro de Justino Sinova y a él me remito.
¿En qué está trabajando ahora?
Un libro no existe hasta que está editado y en manos del
lector. Mientras tanto, es una vana fantasmagoría. A mí
lo que me gusta de la literatura es el hecho de escribir. Si después
me publican una bella edición, muy agradecido; una buena crítica,
también; si se vende, pues mejor aún. Pero todo eso no importa,
lo que importa es el hecho de escribir.
Ahora que se abrió el plazo para cubrir la vacante de Buero
Vallejo, ¿piensa proponer como académico a Francisco Umbral?
No sé, ya veremos. Aquí, lo mejor es no anticipar
nada. A ver por dónde salen los tiros y a ver cómo se orientan
las tendencias.
A estas alturas de su vida, ¿lee o relee?
Releo. He tenido una gran capacidad de lectura, una gran voracidad,
leía todo lo que caía en mis manos. Pero en este momento
un libro, para que yo lo lea, tiene que venir avalado o recomendado.
¿Cómo se enfrenta a la hoja en blanco?
Escribo a mano y soy muy poco maniático. Me es igual el tamaño
del papel, la calidad, un lápiz, un bolígrafo, un rotulador.
Antes, cuando vivía en la ciudad, trabajaba por la noche, un poco
a contrapelo del ruido y de la gente, pero desde que vivo casi en el campo
trabajo a cualquier hora.
A usted, que escribió más de cien libros y que tocó
todos los géneros, parece que le cuesta enfrentarse a sus memorias
más recientes.
En mis novelas hay mucha memoria mía, especialmente en La
colmena como en San Camilo 1936 o Madera de boj.
Los amores de Marlene
Cartas de amor hasta ahora desconocidas, escritas por la actriz
alemana Marlene Dietrich en los años 20, fueron encontradas
en la ciudad alemana de Hannover, donde serán subastadas
el próximo 31 de marzo. Las cartas fueron escritas por la
futura estrella al maestro panadero Willy Michel, de quien Marlene
se enamoró cuando estudiaba en Weimar en 1921. Cuando éste
regresó a Hannover, la estudiante le escribió: El
primer día sin usted fue terrible. Al parecer, Marlene
no estaba muy segura del amor de Willy, porque en una de sus cartas
le pregunta: ¿Encontró ya mujeres bonitas y
de mejor corazón que yo? Me siento tan vacía sin ese
amor. Pero, al mismo tiempo, parece que Marlene tampoco tenía
mucha inclinación hacia la fidelidad, ya que le comunica
a su enamorado que se decidió por coquetear con una persona
a la que identifica como el conde Wedel, a quien intentaba
ganar como pareja. Además le pide a Willy que no lo tome
a mal si le causó dolor, ya que, según le escribe,
una mujer afirma que me ama y por curiosidad me acerqué
a ella. Marlene Dietrich fue una apasionada escritora de cartas,
como lo prueba su legado en el Museo del Cine en Berlín.
En su diario, escrito mayormente en francés, se ocupa de
sus amoríos y de lo mucho que le dolía el término
de su romance con el francés Jean Gabin.
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Buenos Aires baila
tango
Con la actuación del Sexteto Mayor, la orquesta de Beba
Pugliese, Los Reyes del Tango, el Julio Pane Trío y el Julián
Plaza Quinteto, entre otros, se llevará a cabo hoy, a partir
de las 19, un gran baile popular en plena avenida Corrientes, entre
Uruguay y Callao. En el Festival Buenos Aires Tango 2001 se instalarán
en ese tramo cuatro escenarios, donde se presentarán las
orquestas. Hoy, el megaevento porteño mostrará otras
actividades: Brian Chambouleyron-Alma Bohemia, desde las 18, actuarán
en Parque Sarmiento. A las 20.30 tocarán Binelli y Astarita
realizará un tributo a Astor Piazzolla y Miles Davies en
el Anfiteatro de Parque Centenario. Desde las 21, el Néstor
Marconi Trío le pondrá sabor tanguero al C. C. Recoleta.
A esa misma hora, pero en el C. C. Adán Buenosayres, Alfredo
Sáez interpretará tangos y canciones criollas. A las
22, en el Club del Vino, será el turno de Cecilia Rossetto.
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