Si lo tiran a Machi
al bombo...
Y Machi no se va/ y Machi no se va canturreaba, futbolero
y burlón, José Luis Machinea poniéndole fondo
a un párrafo del discurso del Presidente ante el Congreso,
que parecía apuntalarlo. Como suele sucederles a los hinchas
de Racing, su optimismo era largamente superior a su capacidad para
evaluar sus perspectivas futuras. Dos días después
se estaba yendo del Ministerio de Economía en un clima pletórico
de malas ondas.
Se fue broncando, sintiéndose solo, sin apoyo del gabinete
(sólo Federico Storani lo bancó hasta el final), furioso
con su ex sponsor Carlos Chacho Alvarez, rezongando
ante su gente por la falta de apoyo del Presidente, por su carencia
de liderazgo político y atisbando acaso fabulando
conspiraciones en su contra dentro del oficialismo.
Perdió la paciencia y anticipó por unos días,
acaso por unas horas, lo que intuía conociendo el estilo
presidencial una larga agonía. Su salida precipitó
el debate por la sucesión, un escenario que los Machi boys
siempre evaluaron como una especie de subsidio implícito
a la perduración del ex ministro: pocos candidatos viables
hay para el cargo y todos arrastran lastres pesados. Domingo Cavallo
implica reformular la Alianza. Ricardo López Murphy entre
ningún cambio y un leve giro a la derecha, condimentado con
resistencias frepasistas. Chrystian Colombo -según la gente
de Machinea no integraba el escueto pelotón de economistas
de nivel de ministro. Ese empate de imposibilidades era una de las
apuestas del equipo Machinea. El ministro, designado aún
antes que los candidatos a Presidente y vice, era el único
que garantizaba el equilibrio interno de la Alianza. Claro que esa
jugada se fue erosionando a la par que la coalición. Alvarez,
por meses el mejor espadachín a la hora de defender a Economía,
pasó a ser un agudo cuestionador. Alfonsín se enojó
con quien fuera su pollo y que un par de veces lo llamó a
silencio. Andando el tiempo el cambio seguía siendo difícil
(los cabildeos de ayer y anteayer lo corroboran) pero menos costoso
que la continuidad.
La otra apuesta de los Machi Boys ponía sus fichas a que
cerrara el círculo virtuoso de la Economía. Que el
equilibrio fiscal atrajera inversiones, éstas produjeran
crecimiento y éste derramara sobre el empleo. Nada de eso
pasó en el transcurso de más de un año. No
se cumplieron ni remotamente las profecías de despegue económico;
por el contrario, se padeció un estancamiento exasperante
y rara avis en una economía globalizada a contrapelo
de la tendencia mundial. Argentina fue casi un antirrecord.
No le faltó decisión a Machinea, quien acometió
reformas importantes: impuestazo, recortes salariales, desregulación
de obras sociales, pacto fiscal con las provincias, reforma previsional.
Ni le faltó poder para plasmarlas. No se fue del Gobierno
a consecuencia de una conspiración ni de haber tenido las
manos atadas. Se fue porque su propuesta minimalista no era un programa
a la medida de un gobierno de base popular y necesitado de revalidación
por las urnas.
Un temor presidió toda la gestión de Machinea y da
que pensar que fue un error designarlo: temía a un riesgo
mucho más que a otros. La posibilidad de irse por una corrida,
de repetir su eyección del gobierno alfonsinista signó
todas las decisiones del equipo económico. Por miedo a ese
albur se ahondaron otros: perder aliados en el Gobierno, apoyos
corporativos, consenso en la sociedad. El que se quema con leche
ve una vaca y llora, reza un viejo refrán. Cabría
agregar, pues bien, o que se cure o que no se dedique más
a ordeñar.
El blindaje añade un elemento paradojal al balance. Machinea
logró al fin algo que lo zafara de la pesadilla que lo agobió
durante todo su desempeño. Pero era más un salvavidas
que una condecoración, aunque se quisiera vender lo contrario.
En los pasillos de Economía se escucharon en los últimos
días largas diatribas contra los políticos
(una forma elíptica de nombrar a Fernando de la Rúa
y sus equipos de comunicación) que se durmieron sobre los
laureles del blindaje 2001 y salieron acelebrar una
tregua cara por añadidura como si fuera un triunfo.
Es real que hubo soberbia excesiva por el acontecimiento, pero en
eso los hombres de Machinea no fueron la excepción.
José Luis debió irse el 5 de enero, no bien
se otorgó el blindaje, razonaba un alto integrante
del gabinete anteayer ante Página/12 reiterando como análisis
un consejo que le diera Chacho a Machi por aquel entonces. Cuando
todavía se llevaban bien.
Aplausos para el que
no habló
Curiosamente Machinea fue uno de los pocos que pareció divertido
durante el discurso de apertura de las sesiones ordinarias. La oratoria
presidencial es deliberadamente la negación del
carisma, hasta algún punto un recurso para diferenciarse
de sus predecesores Carlos Menem y Raúl Alfonsín.
Pero ha devenido también monocorde, carente de seducción
y hasta de énfasis. Si se adiciona una ausencia palmaria
de propuestas tangibles el resultado, palpable, es el tedio. El
PJ no lo aplaudió nunca, lo que no es fatal, está
en el inventario. Pero los radicales también estuvieron amodorrados
y demoraron demasiado tiempo en festejarlo. Los frepasistas dejaron
pasar 20 y pico tandas de aplausos hasta que el santacruceño
Rafael Rafa Flores pensó en la convivencia y
les pidió a sus cofrades de bancada muchachos, aplaudamos
una. Tuvo su éxito. Aplaudieron media docena de veces.
La obsesividad presidencial, el minimalismo de sus propuestas, la
falta de algo que se parezca a un proyecto de gobierno se hicieron
tan ostensibles como la desmesurada extensión de su discurso,
mera enumeración de acciones pasadas y futuras, casi todas
de escasa raigambre. El instante más expresivo fue acaso
cuando De la Rúa propuso un programa de subsidios de 105
pesos al mes para jefas de hogar solas con 3 a 6 hijos de menores
de 18 años. Ese plan es loable pero también hiperespecífico,
alusivo a un universo necesariamente acotado. Lo saludó un
aplauso, demostrativo por default de que había poco para
festejar.
Si algo trasluce la oratoria presidencial es su visión del
gobierno como una recta administración de lo dado, criterio
que no parece adecuado para un país donde cada semana un
juez federal es sometido a jury, donde el presidente del Banco Central
está en la cuerda floja y el ex presidente y su séquito
sospechados de haber lavado dinero por 4500 millones de dólares.
Un país en crisis permanente, necesitado de acción
política y liderazgo, no un cantón suizo.
La oratoria presidencial combina tópicos que podrían
parecer obvios o triviales pero que, bien mirados, son entre conservadores
y reaccionarios. El viejo adagio positivista el progreso es
el desarrollo del orden, esa pertinaz negación del
cambio, la ruptura, el conflicto y las contradicciones como motores
de la historia estuvieron implícitos en un mensaje que no
será memorable. Y que se dio el lujo de ignorar el escándalo
del Senado, la renuncia de Alvarez y casi (una mención en
110 minutos) la palabra Alianza.
El aplausómetro del Parlamento dejó para el Presidente
un saldo fastidioso: la mayor ovación, casi incomparable
con los protocolares batires de palmas que él recibió,
fue para Alfonsín.
¿Se acuerdan
de la Alianza?
El ex presidente que anunciará en la semana que comienza
mañana que acepta ser candidato a senador en provincia
es, entre otras cosas, un símbolo de la Alianza. Aunque hoy
parezca mentira, a la luz de las políticas que emprendió
y que pretendía continuar Machinea también lo era.
Más aún, como ya se dijo, era el único ministro
estrictamente de la Alianza. Los demás representaban a las
fuerzas que la integran o a otras (como Juan Llach). El primer cambio
de gabinete del Gobierno con susecuela de renuncia de Alvarez
significó una quiebra de equilibrios internos, una delarruización.
Su contrapartida fue niveles mayores de armonía interna,
centrada en el eje Machinea-Chrystian Colombo-Patricia Bullrich.
Menos ruido endógeno y una creciente distancia con el Frepaso,
especialmente (¿o es decir?) con Chacho Alvarez fueron los
tonos prevalecientes desde octubre de 2000.
El Presidente solía estar contento con el funcionamiento
de ese equipo, pero de hecho, haciendo abstracción del blindaje,
los desempeños oficialistas traducidos en logros para la
gente común no han mejorado desde octubre pasado. La economía
real no mueve el amperímetro; confirmando algún relato
borgeano el aleteo de una mariposa en Turquía causa un terremoto
en la City porteña, la existencia de brotes de aftosa se
niega pero existe. Y, como una suerte de Rey Midas al revés,
el Gobierno viene logrando la hazaña de transformar un penal
a favor (la explosión del escándalo por lavado de
dinero) en algo que parece más un gol en contra.
La ausencia de liderazgo presidencial se ha transformado en un tópico
no ya de la oposición sino de la mayoría de los representantes
empresarios. Varios economistas de primer nivel del Gobierno aseguran
que la falta de protagonismo del number one empieza
por primera vez desde diciembre de 1999 a formar parte
de los análisis e informes de las temidas calificadoras de
riesgo.
Más aún. La desazón por la falta de protagonismo
presidencial ha cundido aún en el Gobierno. Página/12
pudo palpar durante la semana que termina hoy, y que parece tan
remota, un malestar creciente aún entre los funcionarios
más fieles al Presidente por lo que (palabra más palabra
menos) definieron como falta de política, usando
la expresión como imperfecto sinónimo de decisión,
determinación, de rumbos claros. Nadie podía precisar,
por caso, en la Rosada si el misil que disparó el ministro
de Justicia Jorge de la Rúa contra la línea de flotación
de Pedro Pou obedeció a una consigna emanada de su hermano
o a un criterio propio. De cualquier modo, como siempre se mencionó
en este diario y en esta columna, la suerte de Pou está echada.
Sólo que el Presidente quiere respetar las formas y tener
en sus manos el dictamen de la comisión parlamentaria. Más
ahora cuando su sillón puede ser el puente de plata para
la jugada más audaz y riesgosa que emprendió De la
Rúa después del ascenso de Alberto Flamarique: el
desembarco de Domingo Cavallo en el staff oficial de la Alianza.
¿De la Alianza?
Vísperas
Al cierre de esta columna al ocaso de un sábado lluvioso
y denso el Presidente se munía de todas las renuncias
de su gabinete. A la espera de la respuesta hoy día de Ricardo
López Murphy y cumplido lo formal de la defenestración
de Pou la futura de Cavallo. El mediterráneo fue sondeado
durante esta semana por el propio Presidente y por Colombo, con
quien estuvo ayer en Jefatura de Gabinete. También mantuvo
un par de conversaciones telefónicas con un frepasista que
integra el gabinete nacional. Todavía no dijo que sí
pero todavía el Banco Central tiene Presidente.
López Murphy y el ex ministro de Economía de Menem
son dos pesos pesado, no sólo por su contextura física.
Intentar juntarlos es una jugada llena de incertidumbre: es difícil
imaginar que Cavallo se conforme-resigne a hacer exactamente lo
que puede o debe hacer un presidente del Central. De todas maneras,
a esta altura, las resistencias de los radicales parecían
superadas, aunque muchas fuentes consultadas revelaron sus temores
sobre la posibilidades de contener a Cavallo. Las menciones a la
famosa parábola del escorpión que pincha a la rana
y muere ahogado con ella porque es mi naturaleza daban
el tinte del sentido común oficialista frente a lo que -desde
hace meses se consideraba una jugada dolorosa pero inevitable.
El ofrecimiento presidencial de la Secretaría General de
la Presidencia a Darío Alessandro pone al Frepaso en un brete.
No aceptar está en el linde de romper la Alianza. Hacerlo
es ponerle un moño a un equipo de gobierno que sugiere el
advenimiento de medidas que poco tienen que ver con los reclamos
de los frepasistas. Si Alvarez rezonga desde hace meses por las
decisiones de Machinea, cuesta imaginar que pueda bancar las que
proponga López Murphy.
Parecería que el Frepaso está en un callejón
sin salida. Y si se tiene cierta malicia podría colegirse
que eso no es exclusivo producto de la crisis desatada por el portazo
de Machi. Por si todo esto fuera poco, Graciela Fernández
Meijide parece estar en preembarque a la sociedad civil. Y no está
claro si su ministerio o la Agencia llamada a sucederlo cuyo
parto podría inducirse como coletazo de la crisis seguirá
en manos de algún frepasista (ver asimismo páginas
2 y 3).
El cantito tribunero Y Machi no se va no fue profético.
El clima que se respiraba en el sofocante anochecer del sábado
se deja expresar mejor por otro: Si lo tiran a Machi al bombo/
va a haber....
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