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Los nacionalistas vascos
empiezan a caminar en la cuerda floja

A dos meses de las elecciones regionales vascas, los sondeos indican que los partidos nacionalistas podrían perder por primera vez desde la vuelta de la democracia a España.

Márgenes: Un dos por ciento de los votos puede convertir un gobierno
en estable, con mayoría absoluta,
o dejarlo a expensas de sus
oponentes en el Parlamento.

La escena del primer atentado
de ETA desde el fin de su tregua.

Por Pedro Gorospe *
Desde Vitoria

Las próximas elecciones autonómicas vascas tendrán que dilucidar si son certeras las tendencias y sondeos que hacen casi imposible la mayoría absoluta de PNV y EA (Partido Nacionalista Vasco y Eusko Alkartasuna, nacionalistas democráticos), y probable la de los partidos autonomistas, PSE, PP y UA (socialistas, populares y de Unidad Alavesa, contrarios a la independencia del País Vasco). Una batalla en la que con el voto de apenas un dos por ciento de electores puede cambiar el panorama. El voto de unos 65.000 jóvenes que se incorporan al censo puede resultar clave, tanto como la evolución de la abstención en las filas socialistas o el destino final de los votos periféricos de EH (Euskal Herritarrok, brazo político de ETA) disconformes con la vuelta de ETA a los asesinatos.
Alava será la provincia que haga ganar a unos u otros después de un “combate político” –término acuñado por Xabier Arzalluz– en el que tanto el PNV como populares y socialistas saben que está en juego, por vez primera en Euskadi, la alternancia en el gobierno. La batalla electoral que se avecina tiene todos los ingredientes para convertirse en muy dura. Unos y otros, con sus alianzas estratégicas, se juegan, más que nunca, el gobierno o la oposición, sobre todo después de que ningún partido esté en disposición de conseguir el suficiente apoyo como para gobernar en solitario. Una disputa electoral extremadamente dura en la que serán decisivos los pequeños detalles, cualquier bolsa de votos potenciales, ya que un dos por ciento o un tres por ciento puede convertir un gobierno en estable, con mayoría absoluta, o darle la mayoría minoritaria, suficiente para gobernar, pero a expensas de lo que puedan hacer sus oponentes en el Parlamento.
Los sondeos de la Universidad del País Vasco y del gobierno vasco establecen que los resultados para PNV-EA oscilarán entre 27 y 29 escaños, que podrían ser 32 con la hipotética aportación de IU (Izquierda Unida), que subiría de dos a tres, al bajar del cinco por ciento al tres por ciento los votos necesarios para conseguir escaño. Para los partidos autonomistas, PSE, PP y UA, la horquilla va de los 33 a los 39 escaños. En el Parlamento vasco, 38 votos dan la mayoría absoluta ya que la Cámara está formada por 75 diputados. PNV y EA han gobernando con 27 votos desde que los 14 diputados de EH abandonaron la Cámara en setiembre del pasado año.

La clave de Alava

Alava es la provincia con menos población de las tres vascas, pero aporta el mismo número de diputados, 25, lo que convierte a sus vecinos en especialmente valiosos, en términos de cómputo electoral. En 1986 el PSE ganó en Alava, y de refilón las elecciones autonómicas, al obtener más escaños que el PNV pero menos votos. Esa peculiaridad la convierte en una plaza en la que cada voto es especialmente disputado, también para el PP, que en 1998 obtuvo siete de sus 16 escaños en esta provincia. Los sondeos auguran que puede subir hasta cuatro más, y conseguir en la capital de Euskadi la mitad de su botín en toda la comunidad.
En Alava, el 86 por ciento de la población y de los votos están concentrados en Vitoria, donde el PP ya gobierna en el Ayuntamiento y en la Diputación. Quizás por eso, en Alava cobra mayor importancia la incorporación de los jóvenes y la abstención del Partido Socialista, ya que un menor aporte cuantitativo genera mayores réditos electorales. El ejemplo de Vitoria es extrapolable al resto de grandes ciudades vascas. Es decir, los sondeos y la tradición de las últimas elecciones vienen a decir que el voto en grandes urbes beneficia al PP y al PSE. Paco Llera, profesor de sociología de la UPV (Universidad del País Vasco) y responsable del Euskobarómetro, uno de los sondeos más prestigiosos del País Vasco, explica que las nueve grandes ciudades del País Vasco, es decir las tres capitales, las cinco ciudades de la Margen Izquierda, e Irún –el 55 por ciento de la población–, tienen un voto mayoritariamente autonomista. “Una idea clave es que la Asamblea de Electos, Udalbiltza, agrupa a concejales nacionalistas mayoritariamente de pueblos menores de 9000 habitantes, pero que sólo representan al 16 por ciento de la población vasca”, explica.
De confirmarse esas tendencias reflejadas en los sondeos, los pequeños detalles se van a convertir en decisivos. Por ejemplo, el comportamiento de los 65.000 nuevos electores que se incorporan al censo se presenta como una bolsa trascendental. Apenas si representa un cuatro por ciento, pero en una pequeña comunidad como la vasca ese número puede ser definitivo.
Varios sociólogos coinciden en que en los últimos cuatro años se ha roto la curva que atribuía a los nuevos electores un carácter abstencionista y además autonomista. “Hasta ahora los votos de los jóvenes iban casi directamente a la bolsa de la abstención”, pero los estudios confirman que esa tendencia se ha invertido. “Es un pequeño detalle, pero puede acabar resultando trascendental. Lo cierto es que son menos abstencionistas y más autonomistas, con lo cual ese sector puede ayudar a darle un vuelco a la situación política”, explica Llera.

EH y sus votos

Herri Batasuna (HB, ex brazo político de ETA) ganó 57.000 votos en 1998 respecto a las anteriores autonómicas. Eso se tradujo en los 14 escaños que consiguió EH en plena tregua de ETA, cuatro más que en los anteriores comicios, y que se sumaron al optimismo de la paz.
Pero de la misma manera que algunos de sus concejales han ido abandonando el barco desencantados por la vuelta a los asesinatos, es previsible que esos cuatro escaños vuelvan a la abstención. “No creo que vayan a parar a manos ni del PNV ni de EA, al menos de forma tan clara -explica Paco Llera– posiblemente en un primer momento se van a quedar a la espera de otros tiempos, aunque quizás el nacionalismo antes moderado, pueda captar algún porcentaje de esos votos desencantados. Los sondeos aventuran una tendencia a la baja de entre dos y cuatro escaños. En los estudios no se aprecia un flujo claro hacia el nacionalismo, sino hacia la abstención.”

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

 

OPINION
Por Claudio Uriarte

Cuando ETA ayuda a Aznar

Para entender cómo es posible que las fuerzas nacionalistas moderadas parezcan al borde de perder el poder en el País Vasco hay muchas variables interpretativas, pero una es esencial: la vuelta a la violencia de la organización separatista vasca ETA desde noviembre de 1999, que está generando una enorme ola de repudio en el mismo País Vasco para el que exige nada menos que la independencia.
Es un error común afirmar que la única política del gobierno derechista de José María Aznar en Madrid se reduce a la vía policial. En realidad, es exactamente al revés: fue la ETA la que eligió la vía militar al romper unilateralmente la tregua; si la única estrategia de Aznar fuera un unilateralismo agresivo de Madrid, haría rato que estaría aislado, y los sectores más afines al independentismo vasco estarían por arrasar en las urnas. (O, en realidad, no habría existido necesidad de convocar elecciones anticipadas.)
Porque, en un efecto perverso, la ETA ha empujado la realización de lo que el derechista Aznar más quería, la posibilidad –inédita en 20 años de democracia– que las fuerzas autonomistas como el conservador Partido Popular y el Partido Socialista Vasco se alcen con una mayoría parlamentaria en las elecciones del 13 de mayo. Es más: Aznar se siente hoy tan seguro que no vaciló en el acto de nombrar como candidato a presidente vasco a su ministro del Interior (o sea, el jefe de la represión), Jaime Mayor Oreja. De ganar este hombre, significaría la derrota más catastrófica para el 10 a 15 por ciento electoral que hasta ahora vota por las fuerzas afines a ETA, y también para el nacionalismo moderado que hasta ahora mantiene el poder.
Para entender cómo ha sido posible, hay que ver que la ETA que en 1974 voló el auto del delfín franquista, almirante Luis Carrero Blanco (con el almirante adentro), para general beneplácito popular, no es la misma ETA que a lo largo del año 2000 se ha lanzado a una campaña de matanzas que alcanzó no sólo a policías, militares y políticos conservadores sino también a socialistas, simples civiles que pasaban por ahí y hasta un cocinero. Es que, si la ETA cambia de signo, ello obedece también a que España ya no está gobernada por la hipercentralista dictadura de Francisco Franco, y el País Vasco, lejos de la opresión madrileña de aquellos días sombríos, goza del máximo nivel de autonomía posible fuera de un Estado independiente.

 

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