Podría
contarse como una versión libre, criolla de El pastorcito mentiroso.
Los sectores sedicentes progresistas de la Alianza incluyendo a
José Luis Machinea fueron consintiendo sucesivos giros a
derecha de la política económica a fin de cumplir las exigencias
impuestas por los mercados y por el dogma intelectual dominante.
La justificación, amén del virus posibilista que infecta
a todos los oficialismos, era mantener en su sitio a Machinea para evitar
que llegara López Murphy. Lo hicieron con tanta eficiencia que
ya era difícil diferenciar al que se disfrazaba de cuco del cuco
mismo. De cualquier modo, como en la leyenda del pastorcito, el mal tan
anunciado llegó y encontró a todos inermes.
Si no fuera porque su imagen anda por el piso, porque va en avión
a perder las elecciones de octubre, porque está cariacontecido
y hasta deprimido, De la Rúa debería congratularse del desembarco
de López Murphy. Machinea fue para él una imposición
de la Alianza, una forma delicada de mencionar a Raúl Alfonsín
y Carlos Chacho Alvarez. Machi era un pacto preexistente a
la candidatura del actual Presidente, que debió aceptarlo sin beneficio
de inventario. López Murphy es su amigo desde 1982 cuando (símbolo
involuntario y antedatado pero potente) Fernando de Santibañes
se lo presentó para asesorarlo en la interna por la Presidencia
de la Nación. Una interna que entonces, ganaron con holgura de
goleada Alfonsín, Machinea y otros progresistas de la UCR y de
la que ayer hubo revancha con diferente score.
Es difícil saber si López Murphy será distinto al
Machinea realmente existente. Jugueteando un poco, tan difícil
como saber quién es peor inquisidor: si un converso o un fundamentalista.
Sobre todo si se lo mira desde el ángulo de quien está en
el potro de tortura. De cualquier manera el Ministro que jura hoy ya anunció
que su programa por así decirlo es cumplir las previsiones
presupuestarias y honrar los compromisos. Frase esta última
que en labios de economistas papabiles se refiere exclusivamente a compromisos
financieros con poderes foráneos. Las promesas del Gobierno, aún
las formuladas el remotísimo primero de marzo de 2001 o las establecidas
como derechos de los ciudadanos en la Constitución Nacional no
son en su crasa ideología compromisos sino metas difusas,
sin plazos para ser cumplidos, diferidos a que cierre el interminable
círculo virtuoso de la economía neoliberal.
El Presidente cruzó enérgico versiones que indicaban tremendos
pedidos de López Murphy como prerrequisito de su aceptación:
defenestración de Federico Storani, tal vez de Graciela Fernández
Meijide, volver a colocar a la AFIP bajo la órbita de economía.
Al menos dos fuentes del propio Gabinete confirmaron a Página/12
que tales reclamos no existieron y los consideraron incompatibles con
el estilo frontal del nuevo titular de Hacienda.
El recienvenido no opera un cambio abrupto, pero sí un sinceramiento
acerca de los rumbos estratégicos de la Alianza. Acudiendo a la
jerga castrense que López Murphy aprendió durante su exilio
interior en Defensa: a ponerse firmes. Y ¡vista a la dere...cha!
Un Pac Man al Central
Más de lo mismo con menos mohines culposos promete el ministro
entrante. Y sólo más de lo mismo... si no fuera por un detalle.
Un detalle llamado Domingo Cavallo. Que tiene casi, casi, arreglado el
pase a la Alianza. A la actual Alianza. El gobierno apurará en
su medida y armoniosamente los trámites para que Pedro Pou
vuelva a la sociedad civil. Y entonces es casi seguro nada es del
todo seguro si está en el medio una decisión presidencial
que el ex ministro vuelva al bulín del Banco Central, ese desde
el cual hiciera un desparramo inolvidable hace cerca de dos décadas.
Un desparramo cuyas secuelas seguimos honrando los argentinos.
No es sencillo ser socio de Mingo, que lo digan José
María Dagnino Pastore (el ministro de Economía de aquella
dictadura), Carlos Menem y Gustavo Beliz, quien acuñó la
expresión bulimia de poder para retratar -bien
a Cavallo.
Cavallo no será un funcionario más y cuesta imaginar que
vivirá enclaustrado dentro de las paredes del Central o en los
límites de su competencia. Quienes lo conocen bien saben que ansía
esta oportunidad como una etapa en su tránsito a la presidencia
de la nación. Modesta utopía que sabe jamás concretará
si no aprueba cosa que solo puede hacer desde algún cargo
ejecutivo las asignaturas pendientes que dejó
su paso por la administración peronista. El ex ministro piensa
que para reconciliarse con una mayoría electoral tiene que dar
prueba de su aptitud para reparar la desigualdad, el desempleo. Echar
una mirada en su caso una mirada de novato a las políticas
sociales.
De cara a esa oportunidad, Cavallo es hoy por hoy el más heterodoxo
de la cofradía de economistas de primer nivel. Está dispuesto
a jugar con el déficit fiscal, bajar los impuestos, promover un
seguro de desempleo. Un kit que a López Murphy le parecería
una herejía y que obviamente no podrá proponer desde su
próximo conchabo. Lo que hace suponer que diga lo que diga
en voz alta (y hay que reconocer cómo ha contenido en estos meses
su proverbial incontinencia verbal) vivirá el sillón de
Pou como una escala.
La mayoría de los análisis formulados por frepasistas y
radicales de primerísimo nivel imaginan peleas fortísimas
entre López Murphy y Cavallo. Pese a ello, para afuera, la dirigencia
radical progresista acepta el mal trago de Cavallo y lo disimula explicando
que irá a un puesto técnico. Un ardid para disimular
el mal trago. En la cúpula del Frepaso no hay tanta mala onda con
Cavallo. Por eso, en la Casa del Frente se percibe más interés
que temor si se imaginan posibles jugadas de Pac Man urdidas por el Mediterráneo.
Equilibrio inestable
Pertenecer a esta altura tiene pocos privilegios y suscita enormes perplejidades.
Por lo menos así piensan en el Frepaso respecto de su pertenencia
al Gobierno y a la Alianza. La renuncia a la vicepresidencia de Carlos
Chacho Alvarez derivó en la progresiva incorporación de
frepasistas a un segundo nivel ministerial, caracterizada por buenas relaciones
con los socios radicales pero escaso peso en las decisiones fundamentales.
Mientras, Alvarez se fue alejando del Gobierno en presencia física
ni siquiera estuvo en la jura de Adriana Puiggrós y
discursivamente. Sus apariciones públicas son las de un crítico
y las reuniones del Grupo de Trabajo son intermitentes y llenas de silencios.
Un estado de cosas paradojal podría sintetizarse así:
u Alvarez no imagina su futuro político uncido al carro de la gestión
del Presidente. Ya estuvo ahí y se fue asfixiado.
u A la vez no concibe para el Frepaso ningún futuro cercano (esto
es anterior a octubre de este año, fecha de las elecciones) fuera
de la Alianza.
u Quiere mantener a todo trance la Alianza en Capital, el territorio más
importante que administra el Frepaso. Un anhelo que comparte a rajacincha
Aníbal Ibarra.
u Advierte que las políticas del actual gobierno son contradictorias
con el perfil histórico del Frepaso y recela de que sus socios
radicales han arriado prácticamente todas las banderas de la lucha
contra la corrupción.
Fuerzas centrífugas y centrípetas sacuden al líder
frepasista que, olvidadas sus fantasías de cibercafés, no
ha encontrado un lugar claro desde que se fue de la Rosada. Siendo como
es un formidable comunicador es difícil traducir adónde
está y adónde enfila. Cuando armó la Alianza,cuando
aceptó candidatearse a vice, cuando era paladín mediático
de las decisiones de Machinea, cuando batalló por la purificación
del Senado asumía perfiles altos, polarizantes. Opinables, por
cierto, pero al unísono claros, traducibles en pocas palabras,
divisores de aguas. No es que entonces le faltaran complejidad, tentáculos,
segundas intenciones, seconds best a sus opciones. Pero sus rumbos estratégicos
eran nítidos a primera vista. Desde la renuncia, sus acciones han
perdido nitidez tal vez porque el rumbo es impreciso.
Esa media agua que desconcierta a cualquier intérprete y a muchos
de sus seguidores, fastidia por decir lo menos a sus socios
en el gobierno que anhelan un compromiso más fuerte del Frepaso.
Así las cosas, en plena crisis de Gabinete y haciendo caso a consejos
de Chrystian Colombo y Federico Storani, De la Rúa le pidió
al Frepaso una prueba de amor: ponerle el cuerpo a la nueva etapa que
se inicia hoy. Pedido de amor que vino acompañado con el ofrecimiento
concreto de la Secretaría General a Darío Alessandro, esto
es, un frepasista de primer nivel, de buena relación con los radicales
y al mismo tiempo de plena confianza de Chacho. La reacción
del Frepaso fue urdir un documento crítico (ver página 2),
demandante de mayor debate sobre las decisiones económicas y aceptar
pero contraofertando otro dirigente. Diz que no, por definición,
otro dirigente de menor peso.
Es decir, un sí es no que marca un tope al compromiso
con la actual gestión sin romper. Tal parece el rumbo del Frepaso
todo, con Alvarez a la cabeza. Para Alvarez, sin estar en la gestión
y pudiendo dosificar su presencia pública, es ya difícil
sostenerlo combinando presencia, coherencia y credibilidad. Para el conjunto,
en especial para sus compañeros en el Gobierno, el engorro es aún
mayor.
Otros pases
El Presidente dejó abierto el suspenso respecto de otros cambios.
Dos importantes miembros del Gobierno interpretaron ante Página/12
que no los habrá en el primer nivel. Uno hasta se permitió
asegurar que seguirán todos los Ministros. Por ahora, el final
es abierto.
Lo que sí dejó claro el Presidente es que no quiere funcionarios
que hagan campaña como candidatos. Por ahora, Ministros en ese
rol no hay. Pero sí hay algunos prominentes secretarios de estado
que podrían darse por aludidos: entre ellos Walter Ceballos y Antonio
Berhongaray, quien puede tener en esta contingencia un buen puente de
plata para esconderse del escándalo por los rebrotes de aftosa,
un hijo no querido que heredará López Murphy.
Pocas líneas para un retorno asombroso: el de Horacio Jaunarena
al Ministerio de Defensa que ocupara en unas pascuas felices para los
uniformados e infaustas para la democracia. Así como hay un Veraz
de la política que aconseja no contratar con unos cuantos ex funcionarios
y actuales senadores, debería haber algún límite
para ciertas designaciones. Quien cooperó a parir la Obediencia
debida y el Punto Final desde su trinchera (se supone que civil) debería
tener, si no la autocrítica, el decoro para no reincidir en ejercer
funciones en las que produjo tamaños desaguisados. Su llegada habrá
mitigado en los altos mandos castrenses el dolor que le habrá producido
el alejamiento de López Murphy de Defensa, un lugar donde los defendió
como si fuera uno de ellos.
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