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OPINION

Por Mario Wainfeld

¡Vista a la dere...cha!

Semejanzas y diferencias entre un converso y un fundamentalista. Cavallo, un Pac Man al Central. El gobierno quiere más presencia del Frepaso. Qué quiere el Frepaso. Los vaivenes de Alvarez tras su renuncia. Jaunarena, un retorno llamativo.

Podría contarse como una versión libre, criolla de El pastorcito mentiroso. Los sectores sedicentes progresistas de la Alianza –incluyendo a José Luis Machinea– fueron consintiendo sucesivos giros a derecha de la política económica a fin de cumplir las exigencias impuestas por “los mercados” y por el dogma intelectual dominante. La justificación, amén del virus posibilista que infecta a todos los oficialismos, era mantener en su sitio a Machinea para evitar que llegara López Murphy. Lo hicieron con tanta eficiencia que ya era difícil diferenciar al que se disfrazaba de cuco del cuco mismo. De cualquier modo, como en la leyenda del pastorcito, el mal tan anunciado llegó y encontró a todos inermes.
Si no fuera porque su imagen anda por el piso, porque va en avión a perder las elecciones de octubre, porque está cariacontecido y hasta deprimido, De la Rúa debería congratularse del desembarco de López Murphy. Machinea fue para él una imposición de la Alianza, una forma delicada de mencionar a Raúl Alfonsín y Carlos Chacho Alvarez. “Machi” era un pacto preexistente a la candidatura del actual Presidente, que debió aceptarlo sin beneficio de inventario. López Murphy es su amigo desde 1982 cuando (símbolo involuntario y antedatado pero potente) Fernando de Santibañes se lo presentó para asesorarlo en la interna por la Presidencia de la Nación. Una interna que entonces, ganaron con holgura de goleada Alfonsín, Machinea y otros progresistas de la UCR y de la que ayer hubo revancha con diferente score.
Es difícil saber si López Murphy será distinto al Machinea realmente existente. Jugueteando un poco, tan difícil como saber quién es peor inquisidor: si un converso o un fundamentalista. Sobre todo si se lo mira desde el ángulo de quien está en el potro de tortura. De cualquier manera el Ministro que jura hoy ya anunció que su programa –por así decirlo– es cumplir las previsiones presupuestarias y “honrar los compromisos”. Frase esta última que en labios de economistas papabiles se refiere exclusivamente a compromisos financieros con poderes foráneos. Las promesas del Gobierno, aún las formuladas el remotísimo primero de marzo de 2001 o las establecidas como derechos de los ciudadanos en la Constitución Nacional no son –en su crasa ideología– compromisos sino metas difusas, sin plazos para ser cumplidos, diferidos a que cierre el interminable círculo virtuoso de la economía neoliberal.
El Presidente cruzó enérgico versiones que indicaban tremendos pedidos de López Murphy como prerrequisito de su aceptación: defenestración de Federico Storani, tal vez de Graciela Fernández Meijide, volver a colocar a la AFIP bajo la órbita de economía. Al menos dos fuentes del propio Gabinete confirmaron a Página/12 que tales reclamos no existieron y los consideraron incompatibles con el estilo frontal del nuevo titular de Hacienda.
El recienvenido no opera un cambio abrupto, pero sí un sinceramiento acerca de los rumbos estratégicos de la Alianza. Acudiendo a la jerga castrense que López Murphy aprendió durante su exilio interior en Defensa: a ponerse firmes. Y ¡vista a la dere...cha!
Un Pac Man al Central
Más de lo mismo con menos mohines culposos promete el ministro entrante. Y sólo más de lo mismo... si no fuera por un detalle. Un detalle llamado Domingo Cavallo. Que tiene casi, casi, arreglado el pase a la Alianza. A la actual Alianza. El gobierno apurará –en su medida y armoniosamente– los trámites para que Pedro Pou vuelva a la sociedad civil. Y entonces es casi seguro –nada es del todo seguro si está en el medio una decisión presidencial– que el ex ministro vuelva al bulín del Banco Central, ese desde el cual hiciera un desparramo inolvidable hace cerca de dos décadas. Un desparramo cuyas secuelas seguimos “honrando” los argentinos. No es sencillo ser socio de “Mingo”, que lo digan José María Dagnino Pastore (el ministro de Economía de aquella dictadura), Carlos Menem y Gustavo Beliz, quien acuñó la expresión “bulimia de poder” para retratar -bien– a Cavallo.
Cavallo no será un funcionario más y cuesta imaginar que vivirá enclaustrado dentro de las paredes del Central o en los límites de su competencia. Quienes lo conocen bien saben que ansía esta oportunidad como una etapa en su tránsito a la presidencia de la nación. Modesta utopía que sabe jamás concretará si no aprueba –cosa que solo puede hacer desde algún cargo ejecutivo– las “asignaturas pendientes” que dejó su paso por la administración peronista. El ex ministro piensa que para reconciliarse con una mayoría electoral tiene que dar prueba de su aptitud para reparar la desigualdad, el desempleo. Echar una mirada –en su caso una mirada de novato– a las políticas sociales.
De cara a esa oportunidad, Cavallo es hoy por hoy el más heterodoxo de la cofradía de economistas de primer nivel. Está dispuesto a jugar con el déficit fiscal, bajar los impuestos, promover un seguro de desempleo. Un kit que a López Murphy le parecería una herejía y que obviamente no podrá proponer desde su próximo conchabo. Lo que hace suponer que –diga lo que diga en voz alta (y hay que reconocer cómo ha contenido en estos meses su proverbial incontinencia verbal) vivirá el sillón de Pou como una escala.
La mayoría de los análisis formulados por frepasistas y radicales de primerísimo nivel imaginan peleas fortísimas entre López Murphy y Cavallo. Pese a ello, para afuera, la dirigencia radical progresista acepta el mal trago de Cavallo y lo disimula explicando que irá a un puesto “técnico”. Un ardid para disimular el mal trago. En la cúpula del Frepaso no hay tanta mala onda con Cavallo. Por eso, en la Casa del Frente se percibe más interés que temor si se imaginan posibles jugadas de Pac Man urdidas por el Mediterráneo.
Equilibrio inestable
Pertenecer a esta altura tiene pocos privilegios y suscita enormes perplejidades. Por lo menos así piensan en el Frepaso respecto de su pertenencia al Gobierno y a la Alianza. La renuncia a la vicepresidencia de Carlos Chacho Alvarez derivó en la progresiva incorporación de frepasistas a un segundo nivel ministerial, caracterizada por buenas relaciones con los socios radicales pero escaso peso en las decisiones fundamentales. Mientras, Alvarez se fue alejando del Gobierno en presencia física –ni siquiera estuvo en la jura de Adriana Puiggrós– y discursivamente. Sus apariciones públicas son las de un crítico y las reuniones del Grupo de Trabajo son intermitentes y llenas de silencios.
Un estado de cosas paradojal podría sintetizarse así:
u Alvarez no imagina su futuro político uncido al carro de la gestión del Presidente. Ya estuvo ahí y se fue asfixiado.
u A la vez no concibe para el Frepaso ningún futuro cercano (esto es anterior a octubre de este año, fecha de las elecciones) fuera de la Alianza.
u Quiere mantener a todo trance la Alianza en Capital, el territorio más importante que administra el Frepaso. Un anhelo que comparte a rajacincha Aníbal Ibarra.
u Advierte que las políticas del actual gobierno son contradictorias con el perfil histórico del Frepaso y recela de que sus socios radicales han arriado prácticamente todas las banderas de la lucha contra la corrupción.
Fuerzas centrífugas y centrípetas sacuden al líder frepasista que, olvidadas sus fantasías de cibercafés, no ha encontrado un lugar claro desde que se fue de la Rosada. Siendo como es un formidable comunicador es difícil traducir adónde está y adónde enfila. Cuando armó la Alianza,cuando aceptó candidatearse a vice, cuando era paladín mediático de las decisiones de Machinea, cuando batalló por la purificación del Senado asumía perfiles altos, polarizantes. Opinables, por cierto, pero al unísono claros, traducibles en pocas palabras, divisores de aguas. No es que entonces le faltaran complejidad, tentáculos, segundas intenciones, seconds best a sus opciones. Pero sus rumbos estratégicos eran nítidos a primera vista. Desde la renuncia, sus acciones han perdido nitidez tal vez porque el rumbo es impreciso.
Esa media agua que desconcierta a cualquier intérprete y a muchos de sus seguidores, fastidia –por decir lo menos– a sus socios en el gobierno que anhelan un compromiso más fuerte del Frepaso.
Así las cosas, en plena crisis de Gabinete y haciendo caso a consejos de Chrystian Colombo y Federico Storani, De la Rúa le pidió al Frepaso una prueba de amor: ponerle el cuerpo a la nueva etapa que se inicia hoy. Pedido de amor que vino acompañado con el ofrecimiento concreto de la Secretaría General a Darío Alessandro, esto es, un frepasista de primer nivel, de buena relación con los radicales y –al mismo tiempo– de plena confianza de Chacho. La reacción del Frepaso fue urdir un documento crítico (ver página 2), demandante de mayor debate sobre las decisiones económicas y aceptar pero contraofertando otro dirigente. Diz que no, por definición, otro dirigente de menor peso.
Es decir, un “sí es no” que marca un tope al compromiso con la actual gestión sin romper. Tal parece el rumbo del Frepaso todo, con Alvarez a la cabeza. Para Alvarez, sin estar en la gestión y pudiendo dosificar su presencia pública, es ya difícil sostenerlo combinando presencia, coherencia y credibilidad. Para el conjunto, en especial para sus compañeros en el Gobierno, el engorro es aún mayor.
Otros pases
El Presidente dejó abierto el suspenso respecto de otros cambios. Dos importantes miembros del Gobierno interpretaron ante Página/12 que no los habrá en el primer nivel. Uno hasta se permitió asegurar que seguirán todos los Ministros. Por ahora, el final es abierto.
Lo que sí dejó claro el Presidente es que no quiere funcionarios que hagan campaña como candidatos. Por ahora, Ministros en ese rol no hay. Pero sí hay algunos prominentes secretarios de estado que podrían darse por aludidos: entre ellos Walter Ceballos y Antonio Berhongaray, quien puede tener en esta contingencia un buen puente de plata para esconderse del escándalo por los rebrotes de aftosa, un hijo no querido que heredará López Murphy.
Pocas líneas para un retorno asombroso: el de Horacio Jaunarena al Ministerio de Defensa que ocupara en unas pascuas felices para los uniformados e infaustas para la democracia. Así como hay un Veraz de la política que aconseja no contratar con unos cuantos ex funcionarios y actuales senadores, debería haber algún límite para ciertas designaciones. Quien cooperó a parir la Obediencia debida y el Punto Final desde su trinchera (se supone que civil) debería tener, si no la autocrítica, el decoro para no reincidir en ejercer funciones en las que produjo tamaños desaguisados. Su llegada habrá mitigado en los altos mandos castrenses el dolor que le habrá producido el alejamiento de López Murphy de Defensa, un lugar donde los defendió como si fuera uno de ellos.

 

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