Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

KIOSCO12

OPINION

El gobierno de la defensa

Por Claudio Uriarte

La sociedad israelí es una sociedad en lucha.” Estas palabras, pronunciadas ayer por el primer ministro saliente Ehud Barak luego del brutal atentado que dejó cuatro muertos y 66 heridos en la ciudad israelí de Netanya, explican la lógica que está llevando a la conformación del gobierno de unidad nacional más amplio de la historia del Estado, abarcando desde los pequeños partidos de la derecha religiosa hasta el laborismo, pasando por el centroderecha del Likud del nacionalista Ariel Sharon, primer ministro electo.
Normalmente, un gobierno tan amplio y tan diverso sería la fórmula para el inmovilismo, como en los interminables gobiernos de unidad nacional israelíes de los años 80. Pero en este caso –el de una “sociedad en lucha”– se trata de algo diferente, y a la vez imperativo. Porque lo que se está constituyendo en Israel puede ser llamado como “el gobierno de la defensa”, una coalición organizada sobre la base del mínimo común denominador de la necesidad de poner freno al terror. Adicionalmente, este gobierno –y esta actitud– vienen legitimados por el hecho de que el gobierno saliente puso sobre la mesa de negociaciones las ofertas más generosas y finales que los palestinos jamás podrán recibir de cualquier Ejecutivo israelí: un 95 por ciento de Cisjordania, un 100 por ciento de la Franja de Gaza y una capital en Jerusalén Oriental. Yasser Arafat no quiso o no pudo aceptar estas propuestas, y el simultáneo redoblamiento de la Intifada palestina llevó a la elección de Sharon –un político a quien sólo meses antes se veía como un halcón ultranacionalista– por más de un 60 por ciento de los votos en las elecciones del 6 de febrero último.
Porque Sharon, el halcón, se ha convertido en sinónimo de seguridad para una sociedad con los nervios destrozados por un levantamiento que ya no sólo ocurre contra las colonias judías implantadas en territorios palestinos sino que también golpea el propio centro de Israel, como sucedió en el atentado de ayer. En este sentido, y si bien la elección de Sharon tuvo todas las características de un referéndum contra los acuerdos de paz de Oslo, también representó, de modo paradójico, un voto por una suerte de paz diferente a la que el proceso de Oslo fracasó en obtener. Los palestinos tienen todas las de perder en esta segunda Intifada que lanzaron –salvo, quizás, en términos propagandísticos–, y los otros grandes perdedores son los pacifistas y la izquierda israelí, que siguieron apostando a Oslo cuando el proceso ya se había derrumbado.


 

PRINCIPAL