Por
Patricia Chaina
Ahora
sé que voy a ganar, Guevara nunca le falla a su gente, dice
Guido Guevara (Osvaldo Laport) antes de la pelea que podría
ser fatal que lo enfrentó a su hermano Ray (Federico DElía)
en el último capítulo de Campeones de la vida.
Y la sentencia funcionó como promesa de final feliz. El esperado
para una tira que logró combinar en el esquivo formato de la telecomedia
personajes de perfil marginal con la pasión romántica del
culebrón, sin perder humor en el intento. A pesar de haber soportado
cambios de horario, de elencos y de enfoques, mantuvo coherencia en el
diseño de la historia central y llegó con alta dosis de
intriga y de tensión dramática hasta su último envío.
El de la pelea final.
O hasta el anteúltimo. Porque fue en ese episodio donde el programa
alcanzó el clímax capaz de hacer reír y llorar con
escenas de ritmo verosímil y actuaciones de emoción sincera:
el inicio del romance entre El Vasquito (Carlos Belloso) y
La Chicho (Eugenia Guerty) o el final de la relación
entre Guevara y Azucena (Virginia Innocenti) a la que el boxeador, un
tipo grasa pero noble, llamaba indistintamente: Amapola
o Alacena. Enamorada y embarazada de Guevara. Mujer fiel y
de gran corazón. Azucena escuchó sin querer cuando Guevara
confesó su amor eterno por Clara (Soledad Silveyra) y decidió
irse.
Esa composición del triángulo hizo un aporte al género
romántico. Figura y contrafigura femenina fueron frontales en la
disputa por el amor del héroe. Como sucedió en el primer
año de la tira cuando el triángulo era Clara-Guevara-la
Torda (María Valenzuela). Las malas aquí
se lucieron en historias secundarias. Como la de Griselda (Celina Font)
entre Camila (Laura Azcurra) y Valentín (Mariano Martínez).
Griselda terminó en un psiquiátrico. Camila y Valentín
embarazados.
Todo dispuesto para que en el último eslabón de este colorido
rosario de barrio se incrustara una piedra preciosa en estado salvaje.
Pero el final fue presentado como partido al medio, en dos bloques muy
distintos en su línea argumental y su calidad narrativa. La pelea
en la que Guido Guevara fue coronado campeón y lo festejó
abrazándose a su Clara, cual Rocky I, en la primera media hora.
El cierre de las historias de amor a continuación. Luego del sobreimpreso
que anunciaba: Una semana después... y que abrió
paso a una seguidilla de resoluciones apuradas, con desprolijidades de
continuidad, más centradas en la anécdota que en la forma
de contarla.
Un despropósito para un producto tan sólido que pudo bancar
sobre sus hombros los cambios que le impuso el implacable negocio de la
televisión: desde su estreno y durante dos temporadas Campeones
sufrió dos cambios de horario mientras argumentalmente se consolidaba
alrededor del mundo del box. Los basureros como Valentín se hicieron
boxeadores. Cerró el frigorífico donde surgieron los primeros
conflictos interesantes promovidos por Juan Carlos Calabró y su
inolvidable Ciro DAlessandro, padre adoptivo de Valentín.
Y además se bancó el alejamiento de personajes potentes
como el Indiana Jones de Germán Kraus, la torda
de Valenzuela .-pasó a Primicias o la alocada
pero cálida Carla Julieta Díaz pasó a Ilusiones.,
entre otros nombres de un reparto que cimentaba con firmeza la historia
central. La del amor para siempre entre Guevara, boxeador,
impulsivo y mujeriego y Clarita, la maestra del barrio, aguerrida detrás
de su aparente fragilidad. Esa terminó bien. Pero como para que
no quedaran dudas de que a Campeones le quedaba resto y permitir
la sospecha de una segunda vuelta, antes del cartel que dijo FIN
Guevara arregló, a espaldas de Clara, una nueva pelea por el campeonato.
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