Para
(re)organizar un gobierno hacen falta, primero, una filosofía y
un programa concreto. La administración que encabeza Fernando de
la Rúa ya tuvo un doble par de esos requisitos: el primero para
ganar las elecciones y el segundo para gobernar. El reemplazo de José
Luis Machinea por Ricardo López Murphy en el Ministerio de Economía
verifica que la Alianza sigue amarrada a la doctrina única del
capital financiero globalizado y al recetario fiscalista del
Fondo Monetario Internacional (FMI), que son denominados en la jerga corriente
el modelo y el mercado. En ese esquema, la última
palabra la tienen los sostenes del modelo y los directorios
del mercado que, a su vez, son llamados los inversores.
Recién llegado de París, de donde antes venían los
bebés, el recién asumido dejó tranquilos a los inversores
porque reafirmó en público su reconocida fidelidad al modelo
y al mercado. A cambio, la Bolsa dio un eufórico salto hacia arriba
del ocho por ciento y los bancos multinacionales descorcharon champagne.
Como no es un recién nacido, López M. tiene historia: por
formación es un Chicago boy, hizo fama en FIEL, un
sostén del modelo que volverá a proveerle
recursos humanos, esta vez para la función pública,
y tiene convicciones tan fieles que en 1999 declaró que por ellas
estaba dispuesto a inmolar su destino político. El sacrificio no
fue necesario, pues siempre estuvo vivo en el corazón presidencial,
pero si es un político sabe que nunca debes decir nunca.
La segunda condición para gobernar, mejor dicho para encabezar
cualquier tipo de organización, consiste en determinar una autoridad,
jefatura o liderazgo que cuente con el respeto y la confianza indudables
de los seguidores, aunque cuesta más ganarlos que perderlos. Perón,
Frondizi, Alfonsín y Menem los tuvieron, así no hayan sido
perdurables, mientras que Isabel Martínez es casi el prototipo
más reciente del ejemplo contrario. Uruguay inmortalizó
un apellido, Bordaberry, para referirse al presidente que gobierna pero
no manda. A De la Rúa le obsesiona que los demás reconozcan
su autoridad, a tal punto que controla con minuciosidad cada acto administrativo
de su gobierno y, según comentan los que lo tratan a diario, enfurece
ante las opiniones discordantes, quizá sin advertir que ese tipo
de conducta agota, aísla y termina por extraviar el objeto de tanto
celo. Los actores, entrenados para representar, sostienen que la persona
debe controlar al personaje todo el tiempo, para evitar las sobreactuaciones.
Responsabilizar a las empresas periodísticas, a los comentaristas
o a los reporteros por el desgaste de Machinea muestra que, por lo menos,
su versión de la realidad le está haciendo trampas. ¿Nada
tuvo que ver el malestar generalizado por la sostenida recesión
en el primer bimestre de este año, igual o peor que los dieciocho
anteriores, aun después del sonado blindaje, tan sobreactuado
por el oficialismo que lo presentó como la llave hacia la reactivación?
El Presidente no merece usar la misma retórica conspirativa de
Raúl Moneta y ningún demócrata puede pensar que los
llamados ruidos políticos, despectiva y genérica
desestimación de la política que usa el mercado
para afianzar su propio predominio, son factores recesivos o perturban
el desarrollo sostenido y armónico de la economía. Si algo
distingue a la democracia de la dictadura es que no necesita opiniones
uniformes ni del silencio de los cementerios para gobernar.
¿Sabrán López M. y sus fieles que, además
de tranquilizar a los inversores, tienen siete meses para recuperar a
la mayoría de los votantes, porque la tercera pero tal vez la más
importante condición para gobernar en democracia requiere ganar
elecciones? Más todavía: en un año de campaña
los ruidos políticos se multiplicarán en cantidad
y volumen hasta aturdir a los oyentes. Por lo pronto, el principal socio
del Presidente, la conducción del Frepaso, reiteró las propuestas
que Chacho Alvarez presentó en tiempos de Machinea, hasta ahora
sin ningún resultadoconcreto y algunos de sus voceros anticiparon
que no podrán sostener otro ajuste sin un costo demasiado alto,
a no ser que estén dispuestos a perder su propio caudal, a la manera
del PI de Oscar Alende. ¿Podrán hacerlo callar o retarlo
a Alfonsín si lo presentan como candidato a senador nacional por
Buenos Aires cada vez que haga gárgaras con el discurso socialdemócrata?
El jefe de la UCR hizo expulsar del partido a Adolfo Sturzenegger porque
coincidía con las opiniones de FIEL.
Si el oficialismo espera contar con la paciente benevolencia de los candidatos
del PJ en campaña, alguien debería contarle que los Reyes
Magos son los padres. A lo mejor debido a la conmoción por el relevo
en el Ministerio de Economía no escucharon con atención
las opiniones del gobernador Carlos Ruckauf en su última rueda
de prensa, en particular las que descalificaron a la noción de
progreso económico que prefieren los fiscalistas como López
M. No importa lo que pueda decir hoy o mañana el trío más
mentado de gobernadores, De la Sota . Reutemann . Ruckauf (en orden alfabético),
porque sus candidatos estarán esperando a la vuelta de la esquina,
debido a que las ambiciones presidenciales, tan repartidas por ahora,
tienen un punto en común: la victoria en octubre acortará
distancias hacia el 2003.
Bastante tendrán para hacer que los votantes olviden sus anteriores
compromisos con los ajustes sucesivos del menemismo, con la pobreza y
con la corrupción, incluido el último escándalo en
el Senado nacional o los desmesurados costos de las legislaturas en los
distritos más empobrecidos. En la contabilidad política
de los gobernadores cuenta, asimismo, la presión que pueda ejercer
López M. para que el ajuste fiscal llegue a las provincias con
una reducción drástica de personal, es decir despidos masivos.
El sucesor de Machinea no ha ocultado que, a su juicio y el de sus fieles,
sobra el 40 por ciento de la planta del Estado.
Hablando de ambiciones presidenciales, allí está Domingo
Cavallo en las gateras, a la espera de otra oportunidad. En las últimas
presidenciales, el jefe de Acción por la República obtuvo
el 10 por ciento de los votos, que se convirtieron el año pasado
en 30 por ciento cuando compitió con Aníbal Ibarra por la
Ciudad de Buenos Aires, en un escrutinio que le provocó un ataque
de histeria al ex ministro de Menem. En el afán de conformar a
los mercados, desde la Casa Rosada envían mensajes acerca de la
próxima asunción del Mingo en el Banco Central, como si
el cargo del desacreditado Pedro Pou fuera equivalente al de Alan Greespan
de la Reserva Federal de los Estados Unidos.
En los alrededores íntimos de la cúpula del cavallismo sostienen,
por ahora, que la decisión final tendrá que ver con el proyecto
político (presidencial) de su líder. Aseguran, por ejemplo,
que si el cargo de banquero nacional fuera el primer paso hacia otro destino,
como fue para él la Cancillería con Menem o Defensa para
López M. con De la Rúa, habría que definir cuál
sería la segunda estación posible en el gabinete de la Alianza:
¿la Jefatura de Gabinete? En cualquier caso, el eventual ingreso
de Cavallo a la nómina oficial, podría convertir en paranoia
la actual obsesión del Presidente por reafirmar su autoridad. ¿Cuánto
pasará hasta que comience a referirse al Mingo como un buen
técnico?
Los que creen que el cambio fijo de la convertibilidad la peor trampa
para el progreso nacional desde el golpe de Estado de 1930, decía
Alfonsín no hace mucho sólo puede ser quebrada por
su autor sin provocar estampidas de inversores, asumen la
actitud de Alvarez: si el Presidente lo quiere no hay problemas, siempre
que antes haya acuerdo en la Alianza sobre el programa de gobierno. O
sea, que el jefe del Frepaso piensa, como tantos, que no alcanza con vigilar
la caja fiscal para pagar la deuda externa, porque eso sólo no
es ni filosofía ni plan, es empleo de guardia en un camión
de caudales, empresa peligrosa si las hay en estos tiempos. El gobierno
ya entregó el primer año a ese propósito de cajero
fiel y alfinal tuvo que ejecutar a Machinea, su buen servidor que ayer,
en la ceremonia de López M., se llevó el mejor aplauso.
¿Podrá contener las demandas y angustias sociales con otro
cheque para la CGT, como el que libró para anular el paro general
que debió realizarse la semana pasada? Si es así, los ajustadores
fiscales pueden ir haciendo números de nuevo. ¿Y si con
eso no alcanza? Filosofía democrática, programa de crecimiento,
liderazgo y muchos votos, todo junto hace falta para gobernar. Para hacerlo
bien, además, también hay que restablecer justicia en la
distribución de sacrificios y recompensas. Es mucho, ¿no?
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