Por
Maximiliano Montenegro
El
flamante ministro de Economía, Ricardo López Murphy, evalúa
por estas horas una renegociación de las metas fiscales con el
Fondo Monetario Internacional, lo cual se llevaría a cabo a partir
de la semana que viene cuando aterrice en Buenos Aires una misión
técnica del organismo. López Murphy estuvo reunido ayer
por la mañana en el despacho ministerial de Economía con
José Luis Machinea y luego volvió a encontrarse con el inquilino
saliente por la tarde, después de la jura, cuando ya era evidente
que los mercados le habían ofrecido una calurosa bienvenida
(ver aparte). De esas reuniones sacó una conclusión: la
herencia de Machinea no le dejaría otra opción
que solicitar al FMI un waiver (perdón) técnico por la meta
de déficit fiscal del primer trimestre del año, ya que existe
un agujero de entre 300 y 400 millones de pesos que sería muy difícil
de cerrar en los días que quedan de marzo con un recorte de gasto
público. El Fondo no objetaría el pedido, no sólo
debido a la reputación del nuevo ministro en Washington sino también
porque prometerá realinear las cuentas fiscales en lo que resta
del año, aun a costa de pagar un alto costo político en
el año electoral.
Cuando aún no terminó de integrar en su totalidad su equipo,
el dilema de Murphy es aplicar otro duro ajuste fiscal en el corto plazo,
haciendo énfasis en la poda del gasto público, con la idea
de redoblar el shock de confianza de los mercados; o dejar esa reforma
fiscal para más adelante y sentarse a esperar que la economía
se reactive gracias a la baja del riesgo país que puso en marcha
su designación y a una serie de anuncios de baja de costos empresarios
para cambiar las expectativas en el ámbito local.
Machinea le advirtió que, por su experiencia del último
año, no habría espacio para un nuevo ajuste del gasto, a
menos que se quisiera volver a reducir los salarios públicos. Pero
López Murphy teme que de no impulsar una agresiva reforma del Estado,
a nivel nacional y provincial, como la que pregonó desde la liberal
FIEL (Fundación de Investigaciones Latinoamericanas) en la última
década, el cheque de confianza que le firmó el establishment
financiero pueda romperse. Sobre todo porque los principales bancos de
inversión esperan de él que reduzca el gasto público
en todos los niveles de gobierno más agresivamente y utilice
ese ahorro no para reducir el déficit sino para bajar impuestos,
como afirma el último reporte de Goldman Sachs.
Ayer por la mañana, López Murphy, acompañado por
el economista jefe de FIEL Daniel Artana, quien es el candidato puesto
para la estratégica Secretaría de Hacienda, se reunió
con Machinea y su segundo, el ex secretario de Hacienda, Mario Vicens.
Allí se analizó minuciosamente la situación fiscal
y los pormenores del compromiso acordado con el FMI para destrabar el
blindaje hace apenas dos meses. También se pasó revista
a los indicadores de actividad económica, que todavía no
muestran ni una sola señal clara de reactivación. Por la
tarde, después del acto de asunción en el Salón Blanco
de Casa de Gobierno, ministro y ex volvieron a reunirse en el quinto piso
del Ministerio de Economía.
De sus primeras horas en funciones, López Murphy extrajo algunas
conclusiones y se le presentó un dilema:
u Hay un bache de entre 300 y 400 millones de pesos para cumplir la meta
de déficit fiscal del primer trimestre del año acordada
con el FMI. Y aun si se aplicara un recorte de gastos adicional por esa
magnitud, sería improbable que impactara sobre las cuentas de marzo.
u La causa principal del incumplimiento sería la escuálida
recaudación tributaria, que sigue planchada como consecuencia de
la recesión.
u Por lo tanto, habría que encarar alguna clase de renegociación
de la meta fiscal con la misión del FMI que arribará la
semana próxima a Buenos Aires, encabezada por el chileno Tomás
Reichman.
u Tal renegociación podría traducirse en el pedido de un
perdón técnico del Fondo, que permitiría
compensar el desvío del primer trimestre con másajuste en
lo que resta del año. El planteo de López Murphy sería
avalado por el Fondo, en especial si existe un compromiso explícito
de no soltar rienda al gasto electoral.
u Los colaboradores de Machinea reconocen que el ex ministro ya no tenía
margen para encarar semejante renegociación con Washington y, peor
aún, el blanqueo de esa situación hubiera disparado un golpe
de mercado.
Más allá del Fondo, López Murphy está convencido
de que la Argentina tiene un grave problema de competitividad, que hace
que las inversiones productivas en el país no sean rentables porque
los costos en dólares son demasiado elevados. Es una forma elegante
de referirse al atraso cambiario de la Convertibilidad, en un mundo en
el que, empezando por Brasil, cada vez más países devalúan
sus monedas.
Sin embargo, cree que ese problema no se soluciona devaluando, por lo
que en los próximos días ratificará la paridad fija
peso/dólar y descartará cualquier especulación de
atar el peso a una canasta de monedas, como alguna vez sugirió
Domingo Cavallo.
Para López Murphy ese problema se debe atacar con una profunda
reforma del Estado, que comprima el gasto público, y deje espacio
para una baja impositiva que reduzca el costo argentino. En esa línea
imagina un nuevo pacto fiscal con las provincias, que abra la puerta a
una reducción del plantel de personal público en el interior
del país, la eliminación de organismos descentralizados
a nivel nacional, la supresión de subsidios como el fondo del Tabaco
y el Fonavi, y un replanteo del esquema de financiamiento de las universidades,
entre otras medidas.
Pero la realidad política de la Alianza le dice que tal vez lo
mejor sea administrar las medidas de ajuste tomadas por Machinea, y esperar
que la baja del riesgo país que motorizó su designación
ponga en marcha la economía. Para eso, piensa que es fundamental
ratificar dos piedras angulares del acuerdo con el FMI: el decreto de
la reforma previsional y el pacto fiscal firmado recientemente con las
provincias. El resto serían sólo anuncios: baja de gastos
y de impuestos a futuro, una vez que la recaudación aumente gracias
a la reactivación, y más anuncios para cambiar las expectativas
de los empresarios.
Este es hoy el dilema de Murphy.
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