Israel
amaneció ayer en un virtual estado de sitio. Miles de soldados
y policías, reforzados con cadetes y voluntarios, patrullaban las
calles para impedir una repetición del atentado suicida del domingo
en la ciudad Netanya, que mató a tres israelíes e hirió
a 66. La mayoría de los diarios editorializaron sobre la urgencia
de una separación de los pueblos y algunos detallaban
planes con trincheras y alambres electrificados para sellar los territorios
palestinos. El ambiente de crisis sólo favorecía al premier
electo Ariel Sharon, quien para ayer ya contaba con el apoyo de 70 de
los 120 diputados del parlamento (Knesset). Es más que suficiente
para formar gobierno, y mañana mismo su históricamente numeroso
gabinete de 30 ministros será sometido a la votación del
Knesset, último paso formal para formar gobierno. Al otro lado
de las trincheras y los alambres electrificados, Yasser Arafat proclamó
que la Intifada continuará hasta que nuestra bandera ondee
sobre Jerusalén.
Como siempre, este tipo de declaraciones sólo compacta la clase
política israelí. Detrás del consenso, sin embargo,
hay fuertes diferencias sobre cómo lograr la seguridad
que, casi todos concuerdan, debe anteceder un eventual acuerdo de paz.
El premier saliente Ehud Barak llamó públicamente a la separación
física de palestinos e israelíes, y tomó los primeros
pasos para implementarlo al ordenar la construcción de un cerco
de 25 millones de dólares en torno de Cisjordania. Pero ante la
evidente insuficiencia de estas medidas para detener los atentados, Shimon
Peres, próximo canciller en el gobierno de Sharon, impulsa retomar
las cooperación de seguridad con la Autoridad Palestina (AP) de
Arafat. El problema con esta estrategia es que el no muy velado respaldo
del líder palestino a los últimos ataques le está
socavando de antemano. Ya basta de decir que la separación
es imposible, tituló un editorial el diario Yediot Ahronot.
En una columna, un ex agente del Shin Bet (el servicio de seguridad interior)
propuso un plan con muros y patrullas para impedir la infiltración
palestina.
Las Fuerzas Armadas se mantienen cautelosas en tanto que no termina de
conformarse el gobierno de Sharon, pero hay pocas dudas sobre el tipo
de medidas que impulsan. El sábado, el jefe del Estado Mayor, Shaul
Mofaz, advirtió que se intensificaría la represión
contra los palestinos, si bien ayer condicionó su amenaza al asegurar
que no es necesario reconquistar las áreas de Cisjordania
cedidas completamente a Arafat. En todo caso, cualquier retirada podría
ser inaceptable para un Ejército que parece considerar que todo
paso atrás será interpretado por los palestinos como
una victoria en el campo de batalla. No podemos abandonar
un centímetro ni el asentamiento más aislado, subrayó
a la radio pública un general que pidió el anonimato. Contra
la propuesta de Peres de trabajar con Arafat para detener los ataques,
el militar enfatizó que es previsible que sus fuerzas de
seguridad se unirán del todo al ciclo de violencia.
Estas diferencias no parecen entorpecer la formación del gobierno
de unidad nacional de Sharon. Todo lo contrario. Ayer los únicos
partidos que se mantenían inesperadamente al margen de su coalición
no lo hacían por desacuerdos acerca de cómo lidiar con la
Intifada, sino por motivos menos dramáticos. El ex canciller David
Levy (que dirige el partido Puente con 3 escaños) se
rehusó a entrar al gobierno, puesto que Sharon sólo le ofreció
un ministerio sin cartera y yo no estoy dispuesto a calentar una
silla en el gobierno. El Partido Nacional Religioso (PNR) también
dijo que no, luego de que Sharon les rehusara el Ministerio de Vivienda,
el cual otorgó al partido de los inmigrantes rusos, sumándolo
así a su coalición. Al representar a los colonos, el PNR
también objetó a que Sharon ofreciera el cargo de viceministra
de Defensa a la hija del asesinado premier Yitzhak Rabin, Dalia Rabin-Pelossof.
Es notorio el hecho de que Rabin no milita en el laborismo de su padre,
sino en el Partido del Centro, que ahora está dominado por sus
miembros de la derecha tras la renuncia de quienes se oponían a
la coalición con Sharon. La escalada dela violencia, sin embargo,
significa que estas diferencias son por ahora mayormente académicas.
|