Por
Esteban Pintos
De
Ushuaía a Santa Catalina debería corregirse por sobre la
convención que histórica gira de
León Gieco en los 80, de por medio limita los extremos
de la Argentina. Esta vez la gira fue: Tierra del Fuego-Santa Cruz-Neuquén-Buenos
Aires-Misiones-Santa Fe-Capital Federal-CórdobaMendoza-San Juan-Santiago
del Estero-Jujuy. Fascinante, por momentos conmovedor, siempre gratificante,
artísticamente valorable y con momentos inolvidables resulta a
la hora del balance el ciclo de shows gratuitos bautizado Argentina en
vivo 2, con unas 100.000 personas como cantidad estimativa de público
total, a lo largo de 13 fechas repartidas por buena parte la geografía
del país. Doce recitales de bandas y solistas de pop, rock, blues,
folklore y reggae, más una performance de danza. Buena parte de
lo que ocurrió no se perderá en el tiempo, como suele ocurrir:
en agosto se estrenará una película, conteniendo 13 cortos
de siete minutos de otros tantos cineastas, convocados por los organizadores
para concretarlos. Los cortos llevarán las firmas de Marcelo Piñeyro,
Miguel Pereira, Fernando Spiner, Andrés Di Tella, Adrián
Caetano, Bruno Stagnaro, Eduardo Capilla, Jorge Polaco, Gustavo Postiglione,
Albertina Carri, D. Nardini-C. Bernard, Gregorio Cramer y Vicentico Fernández
Capello.
Luis Alberto
Spinetta, Mercedes Sosa, Julio Bocca, La Mona Jiménez, Divididos,
León Gieco, Fito Páez, Gustavo Cerati, El Otro Yo, Memphis
La Blusera, Los Caballeros de la Quema, Ratones Paranoicos, Los Pericos,
y (todos en una velada) Daniel Melero, Leo García, Los Siete Delfines,
Suárez, Turf, Francisco Bochatón y María Gabriela
Epumer fueron los artistas que concretaron la idea inicial de llevar
espectáculos, con entrada libre y gratuita, desde Buenos Aires
a todo el país. Con una movilización y conmoción
únicas para la historia de casi todas las ciudades en donde sucedieron.
En la mayoría de ellas, además, pesaba la escasa o nula
frecuencia de espectáculos de este nivel mucho menos, en
el caso del ballet en Santiago del Estero y se potenciaba el entusiasmo
de un público de todas las edades. Sin embargo, en Buenos Aires,
ciudad saturada de oferta musical, ocurrió un fenómeno de
convocatoria sorprendente. Más de 10.000 personas abarrotaron las
instalaciones del Club Hípico, al lado de la cancha de River, para
ver a los más embajadores de la Nación Alternativa.
El dato
más importante en este sentido lo marca el recital más convocante
del ciclo. Memphis La Blusera reunió, en su presentación
en el Autódromo Municipal de Avellaneda, provincia de Santa Fe,
a unas 28.000 personas. La cifra cobra una decisiva dimensión si
se tiene en cuenta que la ciudad de colonos italianos y sus descendientes
criollos tiene, como población total, unas 80.000 personas. Pero
no fue sólo eso: el recital de blues y rock del porteñísimo
grupo que lidera Adrián Otero sacudió la calma provinciana
de dos ciudades apenas separadas por un pequeño curso de agua.
Avellaneda y Reconquista, las dos orillas sobre el arroyo Del Rey, vivieron
al compás del show y dejaron por un momento la mínima aunque
no despreciable puja por el privilegio de considerarse el verdadero
lugar de nacimiento de la superestrella global Gabriel Batistuta.
En otras
fechas, a menor convocatoria, primaron otras cuestiones. Tal lo sucedido,
por ejemplo, en Eldorado, en la provincia de Misiones, al momento de la
performance de León Gieco. El santafesino llegó, vio y venció,
como siempre que recorre el país. Visitó la reservación
Pozo Azul, un pequeño enclave de los indios guaraníes, plantó
un árbol como forma de protesta contra la galopante deforestación
de la zona y volvió a cantar. Horas más tarde, ante unas
10.000 personas, llevó adelante su show, uno de los más
emotivos del ciclo. Algo parecido a lo que, con otros protagonistas y
en otro contexto climático, sucedió en la apertura del maratón
de recitales. Fue en Ushuaia, Tierra del Fuego, con Divididos como atracción
central. En ese caso, sin embargo, las verdaderas estrellas fueron los
jóvenes y no tanto músicos locales, que no sólo
precalentaron el escenario con pequeños sets sino que también
se sumaronal del trío porteño. Todo aquello había
empezado con un viaje de excursión y tanteo de parte de Divididos.
Los artistas fueguinos habían sido convocados para una audición.
Lo que nunca se imaginaron era que quienes escucharían
serían los mismísimos Mollo, Arnedo y Araujo. Así,
durante una caliente performance de la bautizada Aplanadora del rock,
con el escenario de espaldas al canal de Beagle, fueron pasando los hermanos
Fernando y Cristian, los pequeños y poderosos bajistas Lucas y
José, y Sebastián Abt, un baterista de 11 años.
En este
recorrido por una Argentina que casi nunca se mira quedan las historias,
de las grandes y las pequeñas. La primera de todas, la más
común que de tan común se vuelve extraordinaria es que...
no llovió. Al menos durante el desarrollo de cada uno de los espectáculos,
salvo en el último de ellos, cuando Mercedes Sosa siguió
cantando bajo una fina llovizna norteña. Esta vez, en Tierra del
Fuego, Eldorado, San Rafael, Santiago del Estero, las tormentas prenunciaban
precipitaciones que nunca se concretaron. O, en todo caso, se concretaron
antes o después.
Por lo demás, quedan docenas de anécdotas de las rutas argentinas
por contar. Por ejemplo. La Mona Jiménez y su olvido de una presentación
en Bahía Blanca, en abril del 2000, que entorpeció la idea
original de que todos los recitales se concretasen en plazas en que los
artistas nunca habían tocado, para lo que se necesitaba de la buena
memoria de cada uno de ellos. Jimenez actúa tanto...que había
olvidado ese show. Nada más lejano de la frecuencia de presentaciones
que lleva a cabo, por ejemplo, Luis Alberto Spinetta. El hoy abuelo de
52 años venía de mostrarse en vivo, en el sur argentino,
rompiendo un silencio interior de más de un año. En San
Rafael, compartiendo cartel con su devoto fan y también estrella
Gustavo Cerati, Spinetta cautivó a una audiencia que escuchó
como hipnotizada sus canciones plácidas, ahora tristes, de amor
y abandono, llenas de lirismo. La postal de la noche sanrafaelina, con
luminosas amenazas de lluvia surcando el cielo y las finas canciones spinetteanas
como banda de sonido de un anfiteatro con hijos, padres y abuelos escuchando
como absortos, podría resumir el espíritu de un ciclo que
se merecía una película.
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