Por
Julián Gorodischer
Por
primera vez en la historia de la telenovela latinoamericana, una de sus
heroínas llegó a la tapa del Washington Post. El mundo de
la televisión está asombrado ante el avance de Betty,
la fea, a esta altura el producto más exitoso de la historia
del culebrón colombiano. Ana María Orozco sonríe,
en la portada del influyente diario del Watergate, con sus aparatos bien
visibles: Esta es la revancha de los feos, dice. En Estados
Unidos, donde se ve por la cadena Telemundo, Yo soy Betty, la fea
es un éxito sin precedentes para el género. En Colombia,
en tanto, la actriz fue distinguida como mujer del año
por la revista Cambio, que dirige Gabriel García Márquez).
La revista sostiene que el personaje representa un nuevo tipo de heroína
colombiana. Fea, valiente, guerrera de clase media en un país
donde muy pocos se atrevieron a tanto.... Sólo hay un reproche,
y el guionista Fernando Gaitán elude responder cuando se lo consulta:
¿Por qué la conversión a mujer bonita?
¿Acaso no es una traición al personaje? En la Argentina,
eso todavía no importa porque Betty vive por Telefé de
lunes a viernes a las 20 la plenitud del ser fea, y protagoniza
algunos momentos memorables, al tiempo que cosecha un envidiable promedio
de rating (18 puntos por día). He aquí tres ejemplos:
uEnamoradísima de su jefe, Armando Mendoza, Betty decide regalarle
un poema. Lo deja, con disimulo, en su escritorio. Lo descubre su novia,
una villana, y acontece el escándalo. El poema está firmado,
y sólo hay que descubrir a la amante clandestina. Dice al pie:
Delmira Agustini, y en la oficina todos buscan a esa desconocida que le
deja poemas al jefe. Gaitán regala a Betty la posesión de
un saber que niega a los otros. Delmira es la poeta preferida de la fea,
la que como ella vivió el amor contrariado, la que la aleja del
culto a las lindas que domina en Ecomoda. Patricia, en cambio, linda entre
las lindas, cree que Delmira Agustini es una empleada uruguaya de la compañía.
uEl mundo puede ser infinitamente cruel para Betty. Tras una serie de
operaciones financieras, ella es el poder real en Ecomoda. Ahora, Armando
tiene que tener mucho cuidado porque la suerte de la empresa depende de
que su mujer de confianza no se le rebele. Decide seducirla, apenas una
impostura. Betty está, de pronto, a punto de dar el primer beso
de su vida. Armando se inspira con la foto de una modelo, y la cámara
toma los mohínes del asco. Betty, torpe, cree en el romance. Armando
exagera su repulsión y saca la foto, por detrás del pelo
pegajoso de su enamorada.
uYo soy Betty, la fea crece todas las semanas gracias a un
manejo eficaz de intrigas que se defraudan. ¿Se enamorará
Mendoza de su secretaria? Lejos de ello, lucha contra las náuseas
cada vez que la besa. ¿Dará una lección Betty a las
lindas tontas que la molestan? Nunca, la cabeza siempre baja. La más
reciente de ellas dejó a la audiencia en vilo: ¿Betty será
linda? Sobre el final de un capítulo, Betty anunció a la
cámara: Esta es la última vez que me ven así;
voy a cambiar el look. El amor, parecía, la había
iluminado, y acabaría con los aparatos, los anteojos nerd, el flequillo
pastoso, el bigote... Todo lo contrario: la nueva belleza
potenció todos esos rasgos. En un salón de su barrio, ella
se hizo aún más fea: vestida con falsa elegancia, fiel a
un kitsch ilimitado que recorrió desde el peinado de fiesta hasta
su vestuario. En ese estado, llegó a la compañía
(donde todo lo que importa es lindo, y todo lo feo
es descartable) y escuchó las risas a su espalda. Su reacción
fue pequeña: un gesto de contracción de la boca, como si
se mordiera los labios suavemente.
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