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�Soy folklorista, pero me muero con Almafuerte�

Con 16 años, Abel Pintos ya tiene tres discos grabados, siempre con el padrinazgo de León Gieco. En el nuevo, sus invitados son Mercedes Sosa y Andrés Giménez, líder del grupo A.N.I.M.A.L.

Por Fernando D’Addario

Abel Pintos se va despegando, paulatinamente, de dos etiquetas que marcaron su aparición en la escena, hace unos tres años: la de “ahijado artístico de León Gieco” y la de “niño prodigio del folklore”. Una de ellas perdió fuerza a partir de la construcción de una identidad musical propia y la otra se deshizo por efecto lógico del tiempo. Pintos tiene 16 años, dos discos editados –Para cantar he nacido y Todos los días un poco– y otro a punto de aparecer. Entre la edición de ambos cd’s se produjo un hecho ajeno a toda manipulación marketinera: el niño creció, cambió la voz y se metió de prepo, aunque sin querer, en la bolsa del folklore joven, una categorización que lo incluye menos por afinidad artística que por atrevimiento generacional.
A diferencia de Los Nocheros (que ya no son jóvenes, vale aclarar), Luciano Pereyra, Los Tekis, etc., Pintos eligió otro camino para su consolidación profesional. Canciones de Raúl Carnota, Víctor Heredia, Armando Tejada Gómez, constituyen su repertorio, y en el tercer disco amplió aún más el abanico. Incluye una canción escrita por él, alguna murga y diversos covers, uno de ellos, el más significativo, “Himno de mi corazón”, con la participación de Mercedes Sosa y Andrés Giménez. Produjo el cd Martín Carrizo, ex baterista de A.N.I.M.A.L. “Es que mi mayor influencia sigue siendo el rock”, apunta, en la entrevista con Página/12.
Fan de Divididos, del grupo de Ricardo Iorio, Almafuerte, de Raúl Carnota, Pintos empieza además a conocer el asedio femenino, en su variante folklórica. “Me gusta ese fanatismo, que las chicas canten y griten”, confiesa. “Es muy halagador. Pero mi idea no es encerrarme. Y no hay un tipo que sea menos romántico que yo arriba del escenario. Haciendo ‘Chacarera de un triste’, con pantalón y bota de cuero, musculosa, ¿qué romántico? Me siento como si estuviera tocando ‘El 38’, de Divididos.”
–Dentro de la movida del denominado folklore joven, se pretendió crear una rivalidad entre vos, Soledad y Luciano Pereyra. ¿Existe?
–No, para nada. Somos distintos. Soledad hace folklore clásico. Luciano una cosa más romántica, y yo... qué sé yo qué hago. Quizás tenga una intención más rockera. Para mí, folklore es música de una tierra. Y yo me crié escuchando folklore, y también rock. Volviendo a lo de la rivalidad, no, ninguna. Cuando aparecí y me comparaban con Sole me causaba gracia...
–¿Por qué?
–Porque la Sole fue un boom, y para mí era una ídola. Cómo podían comparar a una ídola con alguien que recién empezaba. Ella me dijo: “seguro va a aparecer alguno que va a querer que nos arranquemos los pelos”.
–Entre disco y disco pasó algo raro. La gente escuchó una voz en el primero y después, en el segundo, se encontró con otra.
–Sí, Para cantar... sirvió para que me conocieran un poco, pero por suerte no fue un éxito, porque la gente se hubiese acostumbrado tanto a mi voz que con el segundo disco me habría venido abajo.
–¿El padrinazgo de León, la compañía de Tormo, le pesaron?
–No, porque nunca me aferré a ellos, aunque tengo mucho que agradecerles. Me ayudó mucho mi familia, y también la banda, que creció conmigo. Fijate que cuando yo tenía 14 años, no era nada. Ni un nene ni un adolescente ni un tipo grande. Y estar bien rodeado hizo que pudiera seguir en esto.

 

 

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