Por Darío
Pignotti
Desde
San Pablo
Con la muerte de Mario Covas,
gobernador de San Pablo, el partido gobernante (PSDB, socialdemócrata)
perdió al más importante de sus líderes, en un momento
difícil, el de la sucesión presidencial que culminará
en octubre de 2002. La autoridad de Covas entre sus compañeros
partidarios excedía, de lejos, a la del propio Fernando Henrique
Cardoso. El líder paulista solía regañar con frecuencia
al presidente, algo que muy pocos se permitían.
Sin Covas, Cardoso tendrá dificultades para encuadrar la propia
tropa dividida entre el gobernador de Ceará, Tasso Jeresatti, y
el ministro de Salud, José Serra, ambos precandidatos a la presidencia
por el PSDB. El peso del cardenal Covas hubiera sido determinante
también para llamar al orden a la desajustada coalición
gubernamental en la que conviven (a los codazos) socialdemócratas,
conservadores y más de un sospechoso
de delitos. Después de romper lanzas con el cacique bahiano Antonio
Carlos Magalhaes, el presidente constató cómo su esquema
de alianzas y prebendas comenzaba a fisurarse. Esas grietas pueden crecer
según pasen los días. Ayer, Cardoso se hizo presente, con
15 ministros, en el velorio de Covas.
Sucede que Magalhaes, despechado por la actitud de su ex socio político,
amenaza revelar datos comprometedores sobre negocios en los que entre
a otros se vincula a Eduardo Jorge Caldas, ex secretario general de la
Presidencia y tesorero de las campañas de Cardoso. Quienes conocen
a Magalhaes temen que el senador cumpla con sus promesas y ventile todo
lo que sabe. Y lo que se sospecha es que sabe mucho. Por el momento, Cardoso
perdió su primer round: el Partido de los Trabajadores (PT) anunció
oficialmente que respaldará las investigaciones pedidas por el
bahiano en el Congreso.
Cardoso pretendía poner el eje de las investigaciones sobre Magalhaes,
quien habría violado las normas parlamentarias y hasta la ley penal:
en cintas grabadas en la sede de la Procuraduría de la República,
el senador dice saber cómo votaron los senadores, a pesar de que
el sufragio de éstos en el Congreso es secreto. El escándalo
de la cintas se desató antes del Carnaval y viene tomando contornos
de escola do samba. El grotesco mayor, sin dudas, es oír a Magalhaes,
viejo cacique local de Bahía, reclamando decencia en la cosa pública.
Magalhaes, como toda la dirigencia política nacional, visitó
a Covas en su agonía en el Hospital de Clínicas de San Pablo.
Ese gesto, sin embargo, no borra las discrepancias que separaban al ex
gobernador de Magalhaes. Por el contrario, a lo largo de su vida política,
Mario Covas cultivó una buena relación con el PT. Fue el
propio Luiz Ignacio Lula Da Silva, líder máximo del PT,
quien impulsó el apoyo de su partido a la candidatura de Covas
en 1998, luego de que la fórmula petista quedara excluida del ballottage.
La actitud del presidente del PT guardó coherencia con una afinidad
histórica que comenzó en 1989 cuando Covas, candidato presidencial
del PSDB, respaldó a Lula en segunda vuelta frente a Fernando Collor
de Mello. Y, nuevamente, Covas apoyó a Marta Suplicy, candidata
del PT a la alcaldía de San Pablo, en las elecciones municipales
del 2000.
Los obituarios suelen ser generosos en exceso, subrayan el bronce y olvidan
el barro. Ayer, los ámbitos político y periodístico
brasileño no escaparon a esta regla. Los voceros del PT evitaron
recordar el severo ajuste fiscal de Covas en su primer mandato y la privatización
de sectores claves como la electricidad, el gas y los teléfonos.
En las privatizaciones, Covas siguió la política neoliberal
del gobierno federal, admitió el diputado José Genoino.
Pero lo hizo sólo después de elogiar intensamente al ex
gobernador por un compromiso democrático que se había mantenido
inalterado desde los años 60. Fundador del PSDB junto al presidente
Cardoso en 1988, el ex gobernador Covas había sido perseguido por
el régimen militar. Supo liderar la resistencia democrática
en momentos clave: todos los brasileños recordarán su actuación
al frente del movimiento en favor de las elecciones directas en 1984.
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