Por Verónica Abdala
Libro de sabiduría, registro
fiel de un mundo real, sierva de la historia, defensora de emociones opuestas
y desafiantes. Para la escritora norteamericana Susan Sontag, ésas
son algunas de las cualidades que debe reunir una buena novela. Ayer,
cuando en el acto en que se anunció a la ganadora de la cuarta
edición del Premio Alfaguara de Novela, resonó el nombre
de otra mujer, Elena Poniatowska, muchos de los presentes en una ceremonia
transnacional, tuvieron la sensación de que estaba haciéndose
justicia con alguien que conoce el modo en que se construyen las novelas
difíciles de olvidar.
El anuncio fue formulado ayer en una videoconferencia simultánea
de la que participaron España, México, Argentina, Estados
Unidos, El Salvador, Guatemala, Paraguay, Perú, Puerto Rico, Chile,
Colombia, Bolivia, Costa Rica y Ecuador. La novela se llama La piel del
cielo y fue elegida por un jurado encabezado por el español Antonio
Muñoz Molina entre un total de 594 originales (180 argentinos,
el país con más aspirantes). La autora, nacida en París,
pero más mexicana que el tequila, según propia
definición, se adjudicó 175 mil dólares de premio.
El libro aparecerá a la brevedad en todos los países en
que tiene alcance la casa editorial.
El jurado, reunido en la Casa de las Américas en Madrid, destacó
del libro, el extraordinario tono de la escritura, y su dimensión
histórica, porque a la par de la historia de sus personajes, retrata
buena parte de la vida de México en el siglo XX. En Buenos
Aires, un grupo de periodistas y escritores entre los que se contaban
Vlady Kociancich, Alicia Steimberg, Noé Jitrik, Martín Caparrós
y Pedro Orgambide, seguían atentamente las palabras de su presidente,
una de las voces más importantes de la nueva narrativa española.
La piel del cielo son las estrellas; las nubes, los cometas, los
planetas, todos esos elementos que cubren a México pero que también
alcanzan a las demás naciones del globo, explicó a
su torno Poniatowska, tras ser contactada telefónicamente. A tono
con la temática de la novela, el personaje central es un astrónomo.
El premio pareció confirmar aquello de que quien logra pintar su
aldea casi siempre resulta universal, recordó alguien, intentando
entusiasmarla Para mí dijo Helena desde su casa mexicana
este premio es como la estrella más alta del árbol de Navidad,
la culminación de una hermosa carrera que se inició en 1953
con el periodismo, esa gran fascinación y esa grandísima
escuela. Se lo debo a quienes aceptaron ser mis maestros y buenos amigos:
Octavio Paz, Luis Buñuel, Diego Rivera, Juan Rulfo...
Poniatowska, de 68 años, es una de las más reconocidas y
activas escritoras de México. Pero además se la considera
una leyenda viviente, un referente intelectual y un símbolo moral,
en un país castigado por el desencanto político y la corrupción.
Octavio Paz la llamó alguna vez la conciencia crítica
de México y ella, incansable luchadora, asumió sin
resistencias ese lugar. Aunque en esta oportunidad evitó en cierto
modo que sus convicciones políticas se colaran en la ficción.
Al menos directamente.
En esta novela está presente el desencanto de la izquierda
mexicana, pero muy solapadamente, precisó ayer en referencia
a La piel. En la trama, agregó, flotan algunas de las ideas que
definen su pensamiento hoy, como la convicción de que el progreso
de los países latinoamericanos llegará el día en
que los gobiernos, entre otras cosas, se decidan a apoyar el avance de
la ciencia. Cuando visitó la Argentina, en abril del año
pasado, invitada para la Feria del Libro, Poniatowska se refirió
a esta novela, que estaba en proceso de escritura , durante una larga
entrevista que concedió a Página/12. Se centra en
lo que significa la ciencia en estos países, con gobiernos que
juzgan que con importar tecnología norteamericana o europea es
suficiente, contó.
Acaso hayan influido en el tema principal mi marido, ya fallecido,
que era astrofísico, y mi hijo físico, dijo ayer ante
una pregunta de los periodistas conectados en videconferencia. Aunque
si mi esposo leyeraeste libro bajo tierra seguramente se le pararían
los pelos de punta, por la cantidad de impresiciones científicas
que, pese a mi rigor periodístico, debo haber cometido. En ese
caso yo le reprocharía que nunca me haya explicado nada, por no
creerme capaz en la materia, bromeó la escritora. Envalentonada
en los temas astronómicos, confesó unos minuoutos despues
que se sentía fuera de órbita a causa de la
emoción que sintió cuando le avisaron que le habían
concedido el premio.
UNA
INTELECTUAL QUE ROMPIO CON SU DESTINO DE CLASE
La niña que solo hablaba inglés
Por Andrea Sosa
Cabrios
Desde
México D.F.
Periodista, escritora, defensora
de causas sociales, Elena Poniatowska es una de las intelectuales más
activas de México, país al que llegó a los nueve
años sin hablar español, desde su Francia natal. El escritor
mexicano Sergio Pitol destacó una vez sobre todas sus virtudes
ese grano de dinamismo oculto tras su sonrisa y su nariz fruncida,
capaz de hacer añicos toda estupidez, la crueldad y la arrogancia
con que suelen recubrirse los triunfadores de este mundo.
Poniatowska, hija de un francés de origen polaco y una mexicana
de origen francés, nació en París en 1933 y desde
hace 32 años tiene la nacionalidad mexicana, que adoptó,
entre otras razones, para poder escribir de los temas de México
que más le preocupaban. Su familia por parte mexicana perdió
sus haciendas durante la Revolución (1910-17) y se fue a Francia.
A su regreso a México, Poniatowska fue enviada a escuelas inglesas
y aprendió el español con las criadas de su casa. De
ahí mi enorme apego a las sirvientas. Descubrí un mundo
que no existe en Francia. Me interesó muchísimo y me hizo
ir hacia los problemas sociales de los cuales me he ocupado en mis libros,
dijo en una entrevista.
Autora de libros testimoniales, entrevistas, novelas y relatos, premiada
en su país adoptivo y en el extranjero, Poniatowska comenzó
en el mundo de las letras en 1953 como periodista del diario Excelsior,
por ser amiga de una hija del jefe de sociales. A partir de ahí
comenzó a colaborar con las principales publicaciones de México.
Actualmente sus textos aparecen con frecuencia en el diario La Jornada.
Entre sus principales libros figuran La noche de Tlatelolco, sobre la
masacre estudiantil de 1968 en México, la obra epistolar Querido
Diego, te abraza Quiela y Tinísima. Fue la primera mujer mexicana
en recibir el Premio Nacional de Periodismo (1978), además de otros
galardones y reconocimientos especiales. Otorgarme a mí este
reconocimiento equivale, toda proporción guardada, a que se lo
den a la India María, porque yo nunca estudié nada, ni la
secundaria hice, sostuvo en 1995 al recibir el doctorado honoris
causa de la Universidad de Florida. Es como el burro que tocó
la flauta, pero que conste que siempre, a los que me van a dar doctorados,
les aviso antes todo esto, sostuvo.
Poniatowska ha seguido de cerca los principales temas sociales de México.
En los últimos años abordó cuestiones como el conflicto
armado con la guerrilla zapatista en el suroriental estado de Chiapas
o el aborto, al defender a una joven a la cual se le impidió interrumpir
el embarazo. La autora de Las siete cabritas, su libro más reciente,
vive en una casa sencilla de una zona colonial de la capital mexicana,
frente a la capilla de San Sebastián, una edificación de
piedra del siglo XVI. Allí pasa la mayor parte de sus horas detrás
de la máquina de escribir, rodeada de libros, con la compañía
de un gato y de numerosos jóvenes que la visitan para entrevistarla
o conversar con ella sobre literatura.
Allí aseguró ayer, invadida por felicitaciones y pedidos
de notas, que desde sus comienzos como periodista lo único que
ha tenido son preguntas y raramente respuestas. También dijo que
escribe para dar voz a quienes no la tienen. A diferencia
del periodismo, para una novela, definió, se necesitan manos
muy quietas, y por eso no se puede escribir literatura en el ajetreo
de una redacción. Al escribir una novela, el tiempo y el
estado interior son distintos, y hay un riesgo mayor, pues se trata de
una aventura solitaria frente a la mesa de trabajo. También
considero que siempre ha sido insegura: Por eso he preguntado. Creo
que si lo único que he tenido en la vida son preguntas es porque
no sé las respuestas.
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