Por Patricia Chaina
Una reflexión popular
sostiene que miles de personas se encuentran a cada instante en todo el
mundo. Pero que eso no es importante. Lo importante es lo que ocurre después
de cada encuentro. En el primer capítulo de El sodero de
mi vida eso se hizo evidente. La telecomedia diseñada por
PolKa para arrasar en el competitivo horario de las 21 no se anduvo con
vueltas: mostró desde el vamos tanto a los personajes como los
conflictos centrales de la historia que desarrollarán la sexóloga
interpretada por Andrea del Boca y el sodero que anima Daddy Brieva. También
los actores de reparto, entre los que se destacan Carola Reyna, Rita Cortese,
Perla Santalla, Victoria Onetto, Alberto Martín y Raúl Taibo
desfilaron uno a uno en el primer capítulo, como si la lógica
hubiese sido mostrar todo el juego con rapidez. El rating saludó
efusivamente el inicio del ciclo, que midió 30.8 puntos de promedio,
habiendo recibido la mitad de Telenoche. El segundo programa
más visto del lunes, la telenovela Yo soy Betty, la fea,
había promediado para Telefé 17.7, de 20 a 21.
Los recursos narrativos del programa son los usuales: los protagonistas
se encuentran bajo una lluvia torrencial, no tienen casi nada en común,
pero algo les pasa, aunque no lo sepan del todo. La gente ya sabe lo que
les pasará o lo supone y, por otra parte, ha sido bombardeada por
anticipos. Es decir, que el espectador sabe más que Sofía
Campos (Del Boca) y Alberto Muzzopappa (Brieva) sobre sus vidas. Esto
será clave en el desarrollo de la trama, que tiene el toque habitual
de calidad de realización de las tiras de la factoría de
Adrián Suar: que el público sienta que la historia está
siguiendo los pasos de un mecanismo de relojería. En ese sentido,
fue buena la visita guiada a la fábrica de soda que el galán
grasa le hizo a esa profesional con aires de fineza.
La propuesta delineada por Ernesto Korosvky y Jorge Maestro desarrolla
dos líneas de conflicto siguiendo la rutina familiar de los protagonistas.
La de ella, compuesta por un padre (Alberto Martín) que lleva una
doble vida, y una madre (Rita Cortese) que vive quejándose de que
le ocultan cosas. Un novio acartonado (Fabián Mazzei), un ex marido
ausente y un hijo adorado. En ese entorno se mueve la sexóloga
que fue presentada disertando en un coloquio sobre la agresividad exacerbada
del machismo, conducta que ella denomina síndrome del macho
cabrío.
Una madre timbera (Perla Santalla) y un padre ya muerto
que dicen fue amigo de Juan Domingo Perón son las referencias elegidas
para él. Que carga con otro duelo, el de la muerte de su hermano
mellizo. Una hermana (Victoria Onetto) empleada de una perfumería
y concentrada en su propia vida, y la mujer de su hermano (Carola Reyna)
con su hija (Dolores Fonzi) cierran el círculo alrededor de su
casa y de la sodería del barrio. Un espacio que le permite a Alberto
Muzzopappa desplegar con eficacia su espíritu de Don Juan empedernido.
Perfecto ejemplar de macho cabrío.
Sin embargo, tuvieron que pasar varias secuencias en el día del
debut para despegar de una imagen tan Pol-Ka la identificación
de actores como Brieva o Mazzei de sus anteriores personajes fuertes.
Tanto el Tucho de Gasoleros como el Garmendia de Campeones
revivieron en la trama de El sodero de mi vida hasta que cada
uno fue ubicándose, en el imaginario de los televidentes, en la
nueva escena. La que sumará a los enredos amorosos una característica
singular: el padre de Sofía es radical y el propio Muzzopappa peronista.
Porque su padre era amigo del General, sostiene Alberto. Y
mostrará pruebas de lo dicho: entre lo que vendrá, el programa
ofrecerá una secuencia impecable que simula un corto en blanco
y negro de Sucesos Argentinos, donde Brieva actúa de
su padre, con bigotes, acompañando a Perón en imágenes
de archivo.
Sobre esta propuesta de fondo puede crecer la siempre a punto capacidad
histriónica de Brieva. Y funcionar en consonancia con el oficio
actoral de Del Boca, quien ya demostró ser capaz de romper las
reglas del culebrón para darle paso al humor en las telenovelas.
Fue al amparo del ingeniohumorístico donde El sodero de mi
vida logró, en su inicio, sus mejores momentos.
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