Por Victoria Ginzberg
Es última hora en los
Tribunales de Comodoro Py. Los pasillos están vacíos. El
juez está cansado, en su despacho hay pilas de expedientes para
firmar. Gabriel Cavallo está a cargo de tres juzgados pero su atención
está ahora concentrada en la histórica resolución
que anuló las leyes de Obediencia Debida y Punto Final en el caso
de la desaparición de la familia Poblete. Paradójicamente
Cavallo fue parte de la defensa oficial de varios represores en la causa
Camps. La Argentina les debe a las víctimas una respuesta,
dice convencido el magistrado que, además, está investigando
otro hecho de alta repercusión en la opinión pública,
el escándalo de los sobornos en el Senado.
¿Cómo fue el día después del fallo?
Tuve que recibir a muchos amigos que pasaron a saludar. También
algunos colegas de la facultad y de otros tribunales llamaron pidiendo
copia.
¿Los defensores de Julio Simón y Juan Antonio Del
Cerro ya hicieron alguna presentación?
La última fue para excluir al CELS de la causa como querellante.
¿Cuál fue el punto más difícil de resolver
para anular las leyes de Obediencia Debida y Punto Final?
No sé si hubo un punto en especial. Jurídicamente
el tema es muy complejo y la investigación que se hizo para poder
llegar a la conclusión fue muy grande. Se consultaron muchos autores,
en distintos idiomas. Se fueron analizando las leyes desde todos los costados
posibles. Nos pusimos en abogados del diablo porque, desde lo institucional,
siempre es muy grave una declaración de inconstitucionalidad: se
está atacando una ley votada por un Congreso democrático.
En consecuencia, siempre se corre el riesgo de que te digan que es el
Gobierno de los Jueces.
Justamente, algunos funcionarios del Gobierno dicen que las leyes
son constitucionales porque las votó el parlamento.
Eso es un error. El control de constitucionalidad sobre las leyes
que dicta el Gobierno lo ejercen los jueces. Esta es la base misma del
sistema republicano. Si no existiera el control de constitucionalidad
no sé que sentido tendría que estuviéramos nosotros.
Todo el sistema de frenos y contrapesos es eso.
El fallo se basa en los pactos y en el derecho internacional y en
el derecho de gentes ¿Qué es exactamente el
derecho de gentes?
Son aquellas normas de rango superlativo determinadas por la costumbre
internacional y que no son discutidas por nadie. Los crímenes de
lesa humanidad son un ejemplo. Es el derecho que la comunidad internacional
acepta como universal. Es, básicamente, el derecho que no está
escrito; es decir, que trata de instrumentarse en la labor que la comunidad
internacional desarrolla a partir de la formulación de tratados,
convenios y pactos. Son normas de las que no hay ninguna duda... y no
hay ninguna duda de que el genocidio es delito en todas partes del mundo.
¿La inconstitucionalidad de las leyes no vulnera el principio
de cosa juzgada (nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo hecho)?
Acá nunca hubo juicios. Hubo algunos procesamientos, pero
no se llegó a una resolución jurisdiccional que resolviera
sobre el fondo del asunto. Nunca hubo sentencia.
La Obediencia Debida ¿no implicó un sobreseimiento?
En los casos que hubo sobreseimientos tal vez podría darse
la discusión. En los casos en que se paralizó la acción,
que son muchos, no hubo juicios. La cosa juzgada tiene toda una explicación
jurídica y deben darse un montón de condiciones que el derecho
exige. Pero para que se den esas condiciones lo primero que tiene que
existir es una sentencia y en estos casos no hubo sentencia. Sólo
en el Juicio a los Comandantes y en la causa Camps.
¿Puede haber inconvenientes en base al principio de la ley
penal más benigna (siempre se debe aplicar la menor pena)? En
la resolución se desarrolla que estos son delitos de lesa humanidad
y por lo tanto no pueden ser amnistiados, y las leyes fueron leyes de
amnistía. Estos son delitos que a la comunidad internacional le
interesa perseguir. La gente cree que los juicios por los crímenes
cometidos por los nazis se acabaron en Nurembreg, pero no es así.
Hoy en día, 50 años después, hay investigaciones
en curso. Así que a los que me dicen que pasaron catorce años,
respondo que son bastantes menos de los que pasaron en otros lados.
Y a los que dicen que la resolución es un retroceso
¿Qué les dice?
No digo nada. No quiero opinar políticamente. Yo tengo mi
opinión pero no quiero dar ese debate. Respeto las opiniones de
los demás porque éste es un sistema democrático y
todo el mundo puede opinar.
¿Por qué la Corte Suprema cambiaría su opinión
sobre la constitucionalidad de las leyes?
Hay que ver si esto llega a la Corte Suprema. En la resolución
está dicho que la Corte, en el momento en que realizó el
análisis de la constitucionalidad de estas leyes, no tuvo a consideración
argumentos que sí se ponen a consideración ahora. En estos
quince años pasaron muchas cosas, el derecho evolucionó.
La Corte dijo cosas novedosas sobre la prescripción en el caso
Priebke. También se iniciaron los juicios por la Verdad. En estos
quince años hubo precedentes, resoluciones, que fueron abriendo
puertas, que permitieron que hoy la argumentación en torno a la
validez de las normas se vea desde otros costados. También hay
que tener en cuenta que la Corte tiene otra composición. No sé
que podrían opinar los jueces que no opinaron en aquella oportunidad.
¿Tiene temor de las presiones políticas que puedan
sufrir los ministros de la Corte?
No creo. No tengo ningún temor. (Sonríe.)
El Ejército reaccionó corporativamente. Dijo que aunque
los implicados sean pocos, la resolución afecta a toda la Fuerza
¿le sorprendió o era esperable?
No sé si la reacción es sorpresiva o esperable, pero
no tiene relación con lo que se resuelve. Me cuesta creer que gente
que no tiene nada que ver con la situación que eventualmente podría
reabrirse, como son los juicios, tenga preocupación por un hecho
del que no participó. Podría entender a la gente que participó
y que son civiles. Pero no a la Fuerza, que es una institución
de la República como cualquier otra.
En la época en que se dictaron las leyes ¿Usted qué
estaba haciendo?
Era funcionario judicial y había participado en los juicios.
Trabajé en la Defensoría Oficial con Oscar Ciruzi en el
juicio a Camps. Nos tocó representar a (el médico policial
Jorge) Bergés, (el comisario Luis) Vides y a Alberto Rousse. Vides
y Rousse fueron absueltos y Bergés fue condenado a seis años.
Todos tenían pedido de perpetua. En aquel momento trabajamos profesionalmente
y, más allá de nuestras ideas personales, se puso todo lo
que se tenía que poner y se hizo lo que se tenía que hacer.
Hoy igual. Trabajamos, somos profesionales. Después, cuando salieron
las leyes yo trabajaba en una fiscalía de primera instancia, ya
como un funcionario de primera jerarquía.
¿Cree que a partir de ahora hay gente que tiene más
confianza en la Justicia?
Ojalá sirva para eso, para dar confianza, aunque no fue ese
el objetivo. El objetivo fue resolver un pedido concreto en una causa
concreta. Debe servir para que la gente conozca la verdad. Porque el efecto
no querido de las leyes fue que, al no tener posibilidad de que los juicios
se hicieran, nunca se pudo saber la verdad. Y si se la supo no fue porque
la Nación hiciera funcionar sus instituciones a pleno.
Es decir que la Nación le debe la Verdad y la Justicia a
las víctimas.
Claramente. La Argentina le debe a las víctimas una respuesta.
Las víctimas recurren al exterior porque la comunidad internacional
considera estos hechos delitos de lesa humanidad y los va a perseguir
por añosporque son imprescriptibles. En el país no pueden
conseguir justicia porque las leyes de Obediencia Debida y Punto Final
paralizan o impiden la persecución de la acción de la causa.
Si en Argentina se pusiera en marcha la maquinaria, tal vez las víctimas
no recurrirían al exterior y Argentina no tendría la responsabilidad
internacional que se deriva del incumplimiento de los pactos y de las
convenciones que firma.
¿Los juicios en el exterior ayudaron a fundamentar la resolución?
Ayudaron a esclarecer desde qué óptica la comunidad
internacional jurisdiccional veía estos hechos.
¿Conoce a Garzón?
He hablado por teléfono un par de veces
Porque ya lo acusaron de vedette, igual que a él.
Me hubiera gustado que Jorge Vanossi leyera el fallo y lo criticara
como constitucionalista y no como político.
¿Estuvo hoy en la despedida del juez federal Adolfo Bagnasco?
Sí. Fue un almuerzo para despedirlo. Solamente protocolar.
Hay un recambio en Comodoro Py ¿espera que los nuevos aires
ayuden a cambiar la imagen visión que se tiene del fuero federal?
Espero que sí. Los jueces federales no somos representativos
de la justicia nacional, donde hay casi 900 jueces. Nosotros ahora somos
escasamente ocho. Pero hay cientos de jueces que trabajan en silencio,
que nadie los conoce. Nosotros tenemos la desgracia de tener que resolver
en asuntos de dominio público pero no representamos ni el nivel
de resolución del conflicto de la justicia nacional, ni el atraso,
ni las bondades tampoco. Somos ocho.
Argentina fue el único país que inició un juicio
por crímenes del terrorismo de Estado y después se quedó...
Sí, se quedó. Estaba a la vanguardia y por alguna
razón, que todos sabemos cuál es, dejó de estarlo.
¿Cuál es la razón?
La sanción de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.
Si estábamos a la vanguardia y retrocedimos por las leyes,
entonces los que hablan de un retroceso por este fallo...
No lo voy a decir yo.
Nada
mejor que la Corte para sepultar el pasado
El Gobierno empezó a analizar la posibilidad de que mediante
un per saltum la apelación al fallo de nulidad del Punto Final
y la Obediencia Debida llegue
a la Corte y sea rechazado.
El
presidente Fernando de la Rúa y el jefe del Ejército,
Ricardo Brinzoni, sólo miran para lados opuestos.
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Por
Nora Veiras
Siendo senador
votó estas dos leyes, recordó el vocero presidencial,
Ricardo Ostuni y no hacía falta más. Quien era senador cuando
se sancionaron el Punto Final y la Obediencia Debida no es otro que el
primer mandatario, Fernando de la Rúa. El vocero intentó
luego relativizar el peso de ese dato al decir que el Poder Ejecutivo
no tiene nada que opinar respecto del fallo del juez Gabriel
Cavallo que dictó la nulidad de esas normas. Puede no opinar pero
sí hacer o sugerir. En despachos de la Casa Rosada se empezó
a evaluar la conveniencia de sortear las instancias de apelación
de la sentencia para llegar directamente a la Corte Suprema. El per saltum
lo puede requerir la parte afectada, el fiscal de la causa o el mismo
alto tribunal. Los hombres del Gobierno confían en que los ministros
de la Corte ratifiquen las acordadas en que declararon la constitucionalidad
de esas leyes.
En su momento, hace quince años, la sociedad encontró
una manera de encaminar la situación. No parece positivo que se
vuelva sobre esos temas, repiten los hombres del Presidente. El
desagrado por el fallo de Cavallo en la causa Poblete (ver aparte) se
traduce en la minimización de su trascendencia. Estamos hablando
de un juez de primera instancia en una causa que involucra en forma directa
a cuatro personas, explican con la misma lógica que en el
edificio Libertador dicen que no hay que hacer un mar de un vaso
de agua.
La aparente minimización se estrella contra la posibilidad de que,
ante una apelación, la Cámara Federal ratifique el fallo
de Cavallo. Para evitar ese mal trago, empezaron a analizar la posibilidad
de un pase sin escala a la Corte Suprema. Los argumentos que abonan la
certeza de que el Alto Tribunal no defraudará los deseos del Ejecutivo
son los siguientes:
El principio de cosa
juzgada por el cual no se puede reabrir una investigación
contra alguien que ya fue juzgado. En el caso del Punto Final y la Obediencia
Debida se interrumpieron los procesos. No se llegó a la condena
pero la Corte avaló los fallos.
Por más que se
hayan cometido delitos de lesa humanidad, no se puede ahora aplicar ese
criterio en forma retroactiva. El criterio que prima es el de la ley más
benigna, es decir que siempre se aplica la menor pena.
No es relevante que la
Audiencia Nacional de Madrid y la Cámara de los Lores de Gran Bretaña
se hayan pronunciado por el juzgamiento de los responsables de delitos
de lesa humanidad como la tortura y el genocidio. La Argentina suscribe
la aplicación territorial del derecho. No tiene por qué
incidir internamente lo que deciden otros países. El único
camino para ordenar el caos que se puede armar con estos juicios abiertos
en distintos países es la organización del Tribunal Penal
Internacional para que juzgue delitos vinculados a las violaciones a los
derechos humanos. Siempre que sea de aquí en adelante.
En el Gobierno coinciden con la lectura de los uniformados en que esto
es un retroceso que nos impide avanzar en la modernización de las
Fuerzas Armadas.
A quince años de la sanción de esas leyes, teniendo
en cuenta el escenario que se plantea, ¿no evalúan que esa
no fue la solución adecuada para superar el horror de la represión?
le preguntó Página/12 a un alto funcionario.
No, no nos arrepentimos de esas leyes. El radicalismo durante la
campaña electoral del 83 había planteado que había
que diferenciar a quienes dieron órdenes de quienes las cumplieron
y de quienes se excedieron. Ese era el principio de la obediencia debida,
la confusión y el problema se produjo porque el exceso estaba en
la misma orden. Por ejemplo, detener a alguien y no declararlo no era
un exceso sino la orden misma. Nosotros en el contexto que se dio el conflicto
elegimos esa solución. El doctor Raúl Alfonsín ganó
con el 52 por ciento de los votos, el peronismo que promovía
el reconocimiento de la amnistía dictada por Reynaldo Bignone
sacó alrededor del 30 por ciento y el PartidoIntransigente que
proponía juicio y castigo para todos obtuvo alrededor del
12 por ciento.
¿Para ustedes entonces no se puede buscar el castigo de los
responsables?
Hay que buscar la verdad completa. No es cuestión de tirarle
el fardo sólo a las Fuerzas Armadas. Acá hubo políticos,
empresarios que acompañaron lo que estaban haciendo los militares.
A partir de esa lectura del pasado, los hombres más cercanos al
Presidente empezaron a lucubrar sobre el atajo del per saltum. Prefieren
no pagar el costo político de instruir al fiscal para que recorra
ese camino. El vocero presidencial dijo que el Estado no va a apelar
y deslizó: Si alguien quisiera hacerlo son los particulares
damnificados por este fallo. A buen entendedor pocas palabras.
OTRAS
VOCES
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Carlos Ruckauf
(Gobernador bonaerense)
Es un tema delicado, que recién empieza. Hay que
esperar para saber si es una decisión judicial aislada o
no. Creo que es un tema delicado que hay que esperar. Tiene mucho
debate, pero que tiene todavía tres instancias. la Cámara
Federal, la de Casación y la Corte Suprema.
Eduardo Sigal
(Presidente del bloque de senadores bonaerenses del Frepaso)
Con su decisión, Cavallo demostró que la verdad
formal puede tener el mismo recipiente que la verdad histórica
para que el conocimiento del pasado y las sanciones a los responsables
de las violaciones a los derechos humanos se conviertan en garantías
indispensables de la sociedad. Con el mayor de los respetos por
la independencia de poderes, entiendo que la legislatura provincial
debe manifestarse claramente a favor de este fallo, por ser un aporte
invalorable en la búsqueda de justicia, y por lo tanto, de
democracia. Las condiciones políticas necesarias para que
los culpables de los crímenes del terrorismo de Estado tengan
su pena es responsabilidad de toda la clase política, sin
distinción partidaria.
José Manuel
De la Sota
(Gobernador de Córdoba)
El fallo de Cavallo es un tema intrincado, y creo que tiene
que haber un cierre de este tema. Es difícil opinar sobre
un tema tan intrincado; por un lado, me imagino a los familiares
de esas personas desaparecidas, que deben estar buscando que se
llegue al final. Y por otro lado, está la necesidad de reconciliación
de la sociedad. Han pasado 25 años, y en general, en todos
los países del mundo, en un momento determinado, después
de haber vivido etapas tristes como las que vivimos los argentinos
en esos años, se cierra un período y hay que buscar
un equilibrio entre una cosa y otra.
Rafael Bielsa
(Titular de la Sindicatura General de la Nación)
El fallo abre un nuevo período histórico en
el derecho argentino. No tiene demasiada importancia lo que ocurra
en la Cámara Federal o en la Corte Suprema. La importancia
que tiene el fallo es la fisura cultural que genera en la mente
de los complacientes.
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