El Fondo Monetario dejó ayer una puerta abierta para flexibilizar
las metas fiscales de la Argentina. El acuerdo no está escrito
en piedra. Si hay razones para revisarlo, será revisado,
señaló el vocero del organismo, Francisco Baker. De esta
manera, y tal cual lo anticipado por Página/12 en su edición
de anteayer, Economía y los técnicos del FMI empezarán
a delinear los nuevos objetivos a partir de la próxima semana cuando
aterrice en Buenos Aires una misión del Fondo. Seguramente, la
novedad transmitida por el portavoz desde Washington tranquilizó
a Ricardo López Murphy. El flamante ministro está preocupado
por el desvío fiscal que heredó de José Luis Machinea
y que tornaba imposible el cumplimiento de la meta del primer trimestre.
De acuerdo con lo rubricado por Machinea y el FMI cuando se concretó
el blindaje, hace dos meses y medio, la Argentina debería terminar
el año con un rojo fiscal de 6500 millones de dólares. Para
el período enero-marzo, la meta de déficit fijada fue de
2100 millones. El problema es que el desequilibrio de enero de 985,3
millones consumió casi la mitad de lo permitido, un dato
negativo que se suma a la floja recaudación del mes pasado. Si
bien todavía se desconoce el desvío proyectado por Economía
para todo el trimestre, los consultores de la city evalúan que
podría trepar a los 700 millones.
Frente a este panorama, López Murphy y Stanley Fischer, subdirector
gerente del Fondo, dialogaron telefónicamente durante el fin de
semana, aun antes de que el hombre de Fiel tomara posesión oficial
de su cargo. Tenemos una expectativa positiva de poder trabajar
con el nuevo ministro y su equipo, dijo Baker, al tiempo que estimó
que, llegado el momento de flexibilizar las metas, este cambio será
modesto. Las reglas del Fondo no son inflexibles y están
sujetas a las situaciones que se generen, añadió el
funcionario.
El desvío de las pautas fiscales fue uno de los motivos que determinaron
la renuncia de Machinea. Los débiles números de la recaudación
impositiva, debido al estancamiento económico, hicieron imposible
el cumplimiento. Y el ex ministro, a diferencia del actual, ya no disponía
de oxígeno para plantear una renegociación con el FMI después
de firmar el contrato respectivo un par de meses antes y que incluía
un salvataje financiero por 40 mil millones de dólares.
Respecto de la manera en que se encarará la renegociación
con el Fondo, en la city especulan con dos alternativas. Un camino posible
sería directamente a través de un pedido de waiver
(perdón técnico) por parte de la Argentina, agrandando el
déficit permitido para el primer trimestre. Otra vía consistiría
en pautar metas semestrales, en lugar de la versión original que
obliga a auditorías cada tres meses. En este último caso,
debería definirse, además, si las metas se mantienen en
los márgenes actuales, obligando a un ahorro adicional hacia el
período abril-junio, o si se decide elevar el desequilibrio permitido.
Estas definiciones comenzarán a concretarse la semana que viene,
no bien llegue la misión técnica encabezada por el chileno
Tomás Reichman.
Sea como fuere, lo que está en claro es que López Murphy
deberá aplicar un nuevo ajuste para cumplir, además de comprometerse
a mantener de riendas cortas el gasto público en un año
electoral. Tarea nada sencilla en medio de las presiones políticas
para lograr una mejora de la economía real, que sea capaz de repuntar
las posibilidades de la Alianza en los comicios de octubre.
Apoyo de los banqueros
El primer día fue con los ejecutivos de las principales
empresas con negocios en el país. En el segundo les tocó
el turno a los banqueros. Los primeros pasos del flamante ministro
de Economía han sido el reflejo de cuáles son los
aliados de Ricardo López Murphy. Los principales referentes
de la banca local expresaron el respaldo del sector a López
Murphy, durante una reunión celebrada ayer en el Palacio
de Hacienda. La delegación de banqueros la integraron el
presidente de la ABA, Eduardo Escasany; el vicepresidente del Consejo
Empresario Argentino y número uno del BankBoston, Manuel
Sacerdote; el director ejecutivo de ABA, Norberto Peruzzotti; y
el presidente del Citibank, Carlos Fedrigotti.
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