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Cómo precalienta Rusia para la nueva Guerra Fría

Según un diario noruego, Rusia
habría emplazado misiles nucleares de mediano alcance sobre el mar Báltico. No alcanzarían a Estados Unidos, pero sí a los países europeos.

El presidente ruso Vladimir Putin (izq.) con el primer ministro Mijail Kasyanov.

Los viejos enemigos de los norteamericanos de la Guerra Fría ya empezaron a ensayar un precalentamiento. El motivo más próximo, explícito o no, parece ser la determinación indeclinable de la administración Bush por erigir su Sistema Nacional de Defensa Antimisiles (NMD). El lunes China anunció un aumento record del 17,7 por ciento de su presupuesto de defensa y ayer un diario noruego aseguró que Rusia había desplegado nuevas armas nucleares en el enclave báltico de Kaliningrado.
Tras la división de la ex Unión Soviética, el único territorio que quedó separado de Rusia es el que rodea, sobre el mar Báltico, a la ciudad de Kaliningrado. En alemán, su nombre era Koenigsberg (patria de Kant y de Rosa Luxemburgo), y la región, la Prusia Oriental –hoy entre Polonia y Lituania– cayó bajo soberanía soviética después del fin de la Segunda Guerra Mundial. Según la versión que publicó ayer el Aftenposten, los misiles nucleares de alcance medio rusos emplazados en el enclave no pueden llegar hasta Estados Unidos, pero sí podrían atacar objetivos en Escandinavia y en el resto de Europa. El diario noruego se basaba en informes elaborados por la inteligencia norteamericana (Defense Intelligence Agency), a los que habrían tenido acceso.
La versión noruega confirmaba otra, norteamericana, en la que insiste desde principios de enero el Washington Times, diario de la secta del reverendo Moon. De acuerdo con Bill Gertz, periodista de este medio, el desplazamiento de armas nucleares al mar Báltico había sido detectado y fotografiado ya en junio. Las imágenes de la transferencia de armas tácticas, realizado aprovechando las temperaturas de verano, habrían sido compartidas a fin de año, o aun antes, por la OTAN con Polonia.
El mar Báltico, sobre el que tienen costas Suecia, Finlandia, Rusia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y Alemania, es una región libre de armas nucleares. O lo era hasta la transferencia rusa. Si las versiones del Aftenpost y el Washington Times se verifican como correctas, Rusia habría cumplido con una amenaza pronunciada muchos años atrás, y siempre repetida desde los años mismos del fin de la Unión Soviética. Porque Moscú siempre advirtió que obraría en consecuencia si la OTAN se expandía al Oeste y sobre el Báltico. El año pasado se incorporó Polonia a la Alianza Atlántica. Y las tres repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania) están en la lista de espera, tanto de la organización atlántica como aun de la Unión Europea.
La transferencia de armas nucleares, de haberse producido, es la primera de Rusia a Europa Oriental desde el fin de la Guerra Fría. Como no puede dejarse de observar, más allá de la motivación originaria de contrapesar la expansión atlantista, la presencia de las armas nucleares adquiere una renovada significación ante los planes de la administración Bush de crear su escudo antimisiles. Si por una parte el nuevo presidente republicano contaría con un argumento más desde la perspectiva de su ambicioso plan, por otra la mayor presión está puesta sobre Europa. Durante la reciente visita de George Robertson, titular de la OTAN, a Moscú, el presidente ruso Vladimir Putin ofreció a los europeos la construcción de un escudo antimisiles propio pero paneuropeo.
En una entrevista publicada ayer en el Washington Times, el vicepresidente norteamericano Dick Cheney reconoció haber leído los artículos del diario sobre la presencia de misiles en el Báltico. Pero declinó contestar una pregunta sobre si Estados Unidos debía apoyar a Polonia, flamante miembro de la OTAN, en sus demandas por una inspección en el enclave ruso. El ministro de Asuntos Exteriores noruego, Thorbjoern Jagland, también rehusó ayer opinar sobre este tema.

 

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