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ESTRENOS DE LA SEMANA

Un poeta y dos niños en Sarajevo,
buscando una respuesta al horror

�El círculo perfecto� cuenta una historia de amistad durante el largo sitio a una ciudad devastada por la guerra entre bosnios y serbios.

La película se filmó en la
misma Sarajevo, entre 1992 y 1996.
Un experto en minas antipersonales colaboró en el rodaje.

Por Martín Pérez

Cuando está nervioso, cuando siente que tiene hormigas en las manos, Hanza se pone ante una hoja de papel en blanco y traza un círculo. Un círculo perfecto. Hanza es poeta, pero es poeta en el sitio de Sarajevo y ya no puede escribir sus poemas. Puede soñarlos, pero es incapaz de llevarlos al papel. Por eso apenas afloja su muñeca trazando círculos, cuya perfección es igual a la trampa que tiene atrapados a los habitantes de Sarajevo en su ciudad.
La historia más reciente de Europa habla del sitio de Sarajevo durante 41 semanas, que terminó en 1995. Allí es donde y cuando se cuenta la historia de El círculo perfecto, un film rodado entre 1992 y 1996 por el bosnio Ademir Kenovic, cuyo equipo debió acostumbrarse a los cuerpo a tierra y necesitó de un experto en minas antipersonales para poder terminar el rodaje. Sin embargo, más allá de la realidad de la vida cotidiana en la ciudad símbolo de la guerra de los Balcanes, lo que cuenta el tercer film de Kenovic -.que inauguró la quincena de realizadores en Cannes ‘97 y fue premiado en el Festival de Tokio ese mismo año-. es la historia de un poeta atrapado por una ciudad en llamas, realidad que se corresponde con el estado de su ánimo y de su poesía.
A medio camino entre el egocentrismo fantástico y seudosocial de La eternidad y un día de Theo Angeolopulos y la poesía de denuncia de Después de la lluvia, El círculo... narra el encuentro entre la soledad de Hainza, que acaba de subir a su esposa y su hija al último micro con destino a Alemania, con los niños Adis y Kerim, que irrumpen en su departamento creyéndolo vacío. Esos huérfanos serán responsables de las preguntas sin respuesta del film. Para Hanza –un hombre y sus fantasmas–, ayudar a los niños a encontrar su destino será su ocupación principal. “¿Se oyen silbar las balas?”, pregunta uno de los pibes, que es sordomudo. “¿Por qué ese francotirador eligió dispararle al perro?”, pregunta el otro. “¿Eligirá?”, responde Hainza. “¿Ahora está contento?”, vuelve a preguntar el niño, otra vez refiriéndose al francotirador. “¿Quién sabe?” es el nuevo interrogante que funciona como respuesta.
Mientras la ciudad es patrullada por inútiles e inmaculados tanques blancos de organismos internacionales y los niños aprenden a besar como en el cine, empujando con la lengua una bolita dentro de una botella vacía, El círculo crece cada vez que la cotidianidad de la ciudad sitiada invade su trama. Buscando a una tía perdida en un barrio alejado, Hainza y los niños atraviesan calles llenas de peatones que escapan a los francotiradores y buscan lo indispensable para su supervivencia, agua y comida. La locura de esa cotidianidad dará pie tanto a escenas de solidaridad como de egoísmo, e incluso de locura colectiva. O de ensoñación didáctica, como cuando Hainza lleva a los niños en plenanoche a ver la iluminada embajada francesa, llena de maravillas (agua saliendo de las canillas, por ejemplo). “Alguna vez tendremos todo eso”, explica el poeta a los niños. “¿Y qué tendrán ellos entonces?”, le preguntan entonces. “¿Quién sabe?”, es su respuesta.
Atenazado hacia el final de su metraje por el peso de la tragedia de la vida real, El círculo.. es un film en el que la relación entre sus protagonistas -.el poeta y los niños-. y su tragedia cotidiana están tan bien construidas que sobrevive a las ensoñaciones recurrentes que aparecen aquí y allá en la trama. Ensoñaciones que ahondan su drama, pero conspiran contra ese carácter testimonial, una particularidad que distingue a la película. Porque El círculo... es un film de preguntas cuyas respuestas sólo son más preguntas, lo mismo que sucede con cualquier pregunta que se refiera al drama de la guerra.

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