Por Diego Fischerman
El cabaret, en su versión
berlinesa y oscura, tiene connotaciones inevitables. Decadencia, crítica
social, ironía, parodia y travestismo contra el telón de
fondo de la caída de la República de Weimar y el ascenso
del nazismo. Una comedia musical Cabaret, de Bob Fosse y su
personaje, Sally Bowles, pusieron ese mundo en primer plano. Pero hubo
otra Bowles, la de la versión teatral que fue representada en Lyon,
Düsseldorf, Roma y París en 1987. La actriz, bailarina y cantante
de 23 años, se llamaba Ute Lemper. Pero la carrera de esta alemana
nacida en Münster hace treinta y seis años, capaz de desfilar,
embarazada y desnuda, en una película de Robert Altman y convertida
en encarnación moderna del espíritu del cabaret, recién
empezaba. El mes que viene, en el comienzo de un ciclo que presentará
varios espectáculos de gran nivel en el Teatro Gran Rex, Lemper
llegará por primera vez a Buenos Aires.
Mi cama perteneció a Pompadour, tengo el pelo rojo como Lulu,
la figura de Salomé y la avaricia de Putifar. Uso el anillo de
María Antonieta y la seda del corset de la joven y bella Helena...
soy una bruja como Juana de Arco... tengo una taza de Bertolt Brecht...
fui besada por Valentino... he buscado algunos de mis tesoros, como la
Constitución de Weimar y el primer bigote de Hitler, en la basura
ajena..., canta en Soy una vamp, una canción
compuesta en 1932 por Mischa Spoliansky con texto de Marcellus Schifer.
El tono es el de la Marlene Dietrich de El ángel azul: acerado,
distante y preciso como un puñal. El disco, llamado Berlin Cabaret
Songs, rescata obras de Hollaender, Goldschmidtt o Spoliansky y pertenece
a una serie notable, editada por el sello Decca, bautizada Entartete Musik
(música degenerada) y dedicada a los autores y repertorios prohibidos
por el nazismo. Allí, en sus álbumes con composiciones de
Kurt Weill, en las canciones que cantaban Dietrich y Piaf (su dicción
francesa es impecable), en los ayres à la John Dowland escritos
por Michael Nyman para el film Prosperos Books de Peter Greenaway,
Lemper encontró su territorio. Un paisaje casi siempre melancólico,
incluso cuando se interna en el humor duro de una canción como
Münchausen, compuesta por Hollaender 16 meses antes de
que Hitler fuera nombrado canciller y donde el célebre mentiroso
describe a Alemania (democrática, con jueces justos, sin
antisemitismo, sin películas antimilitaristas y sin prohibición
del aborto). Un trazado estético que, en su último
álbum, llamado Punishing Kiss (beso de escarmiento), se extiende
a canciones de Nick Cave, Elvis Costello, Tom Waits y el grupo The Divine
Comedy. Son las equivalentes actuales del cabaret, explica
la cantante.
Lemper estudió piano y danza desde los 9 años y se formó
en el seminario vienés de Max Reinhardt. Pina Bausch y Maurice
Béjart compusieron para ella. Y llegará a Buenos Aires dentro
del marco de un ciclo que continuará en mayo con la presencia del
dúo conformado por el gran pianista Lazar Berman y su hijo, el
violinista Pavel. En junio, el violinista argentino Manfredo Kraemer,
uno de los intérpretes más destacados de la actualidad en
la interpretación de música del barroco, hará un
programa dedicado a Johann Sebastian Bach y en agosto habrá dos
espectáculos relacionados con la música del siglo XX: la
puesta de Marcelo Lombardero del Mahagonny Songspiel de Kurt Weill y Bertolt
Brecht que ya se vio en el Centro Experimental del Colón y que
el año que viene se estrenará en Francia y un concierto
del grupo Meridien Arts Ensemble, que va de Albinoni a Frank Zappa. El
ciclo terminará en octubre con la actuación de la Orquesta
Regional de Cannes.
MICHAEL
BRECKER EN BUENOS AIRES
El saxo explícito
Ayer, una multitud de músicos
argentinos se reunió en el Teatro Alvear, con el patrocinio de
la Dirección de Música de la Ciudad de Buenos Aires, para
escucharlo y, sobre todo, para escuchar sus consejos. O, más bien,
para ver si era posible averiguar cómo hace. Es que más
allá de tener uno de los estilos más reconocibles de los
últimos treinta años en el jazz y alrededores, Michael Brecker
tiene una técnica deslumbrante y la pone de manifiesto. Sus marcas
de fábrica son un control increíble del timbre, además
de un manejo de precisión inaudita sobre las formas de ataque y
una velocidad asombrosa en la digitación. Ayer puso en práctica
cada una de estas características durante la clínica que
dictó para sus colegas-admiradores locales. Hoy y mañana,
a partir de las 22, será el turno del público, aunque se
supone que también habrá músicos allí. Brecker
actuará en el Hotel Sheraton, junto a Joey Calderazzo en piano
y Jeff Watts en batería.
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