Por Alejandra Dandan
Los dueños de los casinos
clandestinos allanados en setiembre del `99 en Puerto Madero reconocieron
ayer que organizaban y explotaban el negocio. Fue en la primera jornada
del juicio oral que intenta determinar nombres, identidades y responsabilidades
de quienes manejaban los tres casinos montados en Alicia Moreau de Justo.
Pero la confesión de los acusados no tuvo el efecto que esperaban:
el juez se negó a abreviar el proceso e intentará probar
con el correr de los doscientos testigos previstos para los próximos
días, que los tres locales funcionaban, en realidad, con una única
conducción, la de José Barmaimon. De conseguirlo, el magistrado
no sólo dispondría la prisión de treinta días
prevista como máximo por el Código Contravencional. La causa
podría dividirse y pasar, además, al fuero criminal donde
la imputación podría ser la de asociación ilícita.
El proceso contra José Barmaimon comenzó con una denuncia,
el 2 de setiembre del `99. El consorcio de Alicia Moreau de Justo 1050
pedía una investigación por ruidos molestos denunciados
por los vecinos. Entre la lista de propietarios estaba Barmaimon, el mismo
nombre que aparecía días después impreso en un volante
que un agente de seguridad encontró a unas cuadras de ahí.
El volante promocionaba un casino privado en el 740 de la misma avenida
del puerto. Y con eso se inició la investigación formal
que descubrió no sólo un casino sino tres.
Hoy Barmaimon sostuvo que nunca jamás imprimió esos volantes:
Yo jamás en la vida voy a hacer un papel así y encima
poner mis teléfonos. Tres de los cuatro teléfonos
impresos en el volante eran suyos. Según dijo, su casino no era
una sala pública sino un lugar para amigos y conocidos: a
todos los que venían los conocía y hasta venían sin
dinero a pasar un buen rato.
Este detalle fue importante por dos motivos. El primero es que Barmaimon
intenta demostrar que los volantes, origen de la causa, fueron inventados.
Me los pusieron porque querían tapar otra cosa, dijo,
y consultado por este diario repitió: Hicieron saltar estos
casinos que no eran los únicos para tapar lo de LAPA o por lo del
barco que se iba a instalar.
El otro tema es estratégico. La defensa necesita probar que los
tres casinos funcionaban sin estructura montada detrás y que no
tenían relación entre sí. Con esto lograrían
que la causa se juzgue y termine como una contravención cuyas penas
máximas no pasan de los treinta días de arresto y 15 mil
dólares de multa, además de cinco años de inhibición
para el juego.
Con José Barmaimon están siendo juzgados su hijo Ariel,
Julio Mardirola y Carlos Barsavsky. Ariel es titular del contrato de alquiler
del local del 740 y 750 donde Barmaimon padre tenía las salas.
Los otros eran inquilinos a una cuadra de distancia. Mardirola es un ingeniero
que, dijo, intentó montar un estudio en Puerto Madero y terminó
seducido por un amigo para poner la sala. Barsavsky, en cambio, dueño
de un taxi, pasó del entusiasmo por los caballos de carrera a comprar
las máquinas por el diario que puso en el departamento
contiguo al ingeniero: en el 2º piso de Alicia Moreau de Justo 846.
En todas las salas se encontraron cheques en blanco firmados y pagarés,
documentación a partir de la cual los fiscales correccionales que
dieron los primeros pasos de la investigación habían pedido
el pase de la causa al fuero criminal. Para ellos había elementos
suficientes que involucrarían a Barmaimon como integrante de una
asociación ilícita. Pero aquel pedido no fue aceptado por
la Cámara y la causa completa pasó el año pasado
al fuero porteño. En la Capital se había sancionado la ley
255 de juego ilegal y la defensa de Barmaimon pidió el beneficio
de la ley más benéfica. Si esto no hubiese sucedido, Barmaimon
estaría aún rezando para evitar la condena a 21 años
de prisión prevista por el Código Penal.
Ahora, en este contexto, el fiscal Martín Lapadú a cargo
de la instrucción de la causa llegó al juicio oral pidiendo
el máximo de las penas para todos los imputados, excepto para Ariel.
En lugar de treintadías, pidió para él veinte. Este
pedido se modificaría si los imputados reconocían en la
audiencia sus culpas: si confesaban, Lapadú estaba dispuesto a
bajar sensiblemente la condena pedida. Tanto la defensa como
el fiscal creían que con esta especie de acuerdo el juicio estaría
cerrado. Por eso cuando terminaron las declaraciones apelaron al artículo
408 del Código Procesal Penal para evitar la rueda de 200 testigos
porque, reconocidos los hechos, estaban dispuestos a desistir de
toda prueba. Pero nada de eso sucedió. El juez Vázquez
no dio lugar al pedido y comenzó con los testimonios que prometen
un largo proceso. Con los testigos buscaría pruebas sobre la organización.
Entre ellos, se llamará a dar testimonio hasta a los dueños
del Casino Buenos Aires.
Ese no debe
ser el mío
Enseguida tomó confianza. Sentado frente al juez Marcelo
Vázquez oyó cómo le preguntaba de dónde
había sacado la idea de poner un casino en Puerto Madero.
En ese momento José Barmaimon, tomó aire y explicó:
Yo siempre estuve vinculado a las carreras, al casino de Mar
del Plata. Y después, como verdadero profesional de
la cuestión aclaró: ¿Vio, como me incluyo
también?. Lo cierto es que, según su versión,
un amigo le había prometido la concesión de un casino
en Las Vegas o Ecuador, de los oficiales, pero mientras tanto
puse éste. Enseguida le mostraron la proyección
de un video filmado durante el allanamiento en uno de los casinos.
Don José no dijo nada, hasta que aparecieron en un primerísimo
primer plano montañas repletas de billetes. Ese no
debe ser el mío, porque tanta planta nunca hubo. Nadie
se lo había preguntado, por las dudas lo aclaró.
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