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CIUDADANOS DE RUMANIA Y MONTENEGRO, MUJERES SOLAS, MUCHOS CHICOS
Una radiografía de los que piden

Un estudio del gobierno porteño analiza el fenómeno de la mendicidad en la ciudad. Encontraron que 51 por ciento viene del conurbano y que el 30 por ciento son extranjeros, muchos de Montenegro. Sólo el 10 por ciento es residente en la ciudad.

El estudio no encontró organizaciones delictivas, pero no se descarta la explotación de niños.

Por Carlos Rodríguez

En un tango, que definía a Buenos Aires como “La Reina del Plata”, las nenas “lloraban pidiendo pan”, mientras que en el rock nacional de los 80 posdictadura militar, los chicos vendían rosas en el bar La Paz. Ahora, en el 2001, un trabajo del gobierno porteño, que analiza el fenómeno creciente de la mendicidad, revela que el 51,28 por ciento de los menores que piden en las calles vienen de las zonas más castigadas del conurbano bonaerense y que el 30,76 por ciento son extranjeros con el rótulo general de “rumanos”, aunque muchos provienen de Montenegro, el más chico de los países que conformaban la ex Yugoslavia. Sólo el 10,25 por ciento de los 120 casos analizados corresponde a personas oriundas o residentes en la ciudad. Si bien no se ha detectado la presencia de “organizaciones delictivas” que exploten a los niños y mujeres que piden una moneda, las autoridades no descartan la posibilidad de abusos o de utilización de chicos con perjuicio para su salud.
“Lo que nosotros pretendemos es impulsar una presencia activa del gobierno para dar una respuesta de tipo social al problema”, explicó a Página/12 el secretario de Promoción Social del gobierno porteño, Justo Daniel Figueroa, al explicar las razones del relevamiento voluntario que se viene realizando desde mediados de enero y que se prolongará hasta fines de marzo, con intervención de un equipo de especialistas del programa Buenos Aires Presente (BAP), que previamente había realizado una investigación sobre los sin techo y otra sobre los niños de la calle.
“Lo que nos llevó a realizar el trabajo fue la necesidad de establecer la situación real del estado de pobreza que puede llevar a la gente a salir a pedir a la calle y el cariz delictivo que eventualmente podría tener esta actividad”, dijo Figueroa. Luego se encargó de recalcar que el organismo a su cargo “sólo intenta encontrar pautas claras para luego desarrollar sus estrategias en materia asistencial”. Por ese motivo han pedido la colaboración del Consejo Nacional del Menor y la Familia, a cargo de María Perla Orsenigo, y del Consejo de Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, que preside María Elena Naddeo.
Figueroa recalcó que más de la mitad de los mendigos de la ciudad provienen de los partidos bonaerenses de José C. Paz, Moreno o Lomas de Zamora. Las mujeres que piden son, por lo general, jefas de hogar y algunas cobran subsidios pero argumentan que el monto que perciben (alrededor de 100 pesos) “no les alcanza para vivir”. Con lo recaudado en la calle suelen duplicar mensualmente ese magro subsidio. Las cifras del muestreo son sobre 120 casos, pero cuando finalice el trabajo, superarán los 200. Los responsables del BAC estimaron que va a ser “muy difícil” establecer una cifra global aproximada de mendigos.
El relevamiento se está realizando en algunas avenidas como Florida, Corrientes, Santa Fe y Callao, en todo el micro y el macro Centro, en los barrios de Recoleta, Liniers, Flores y Caballito, en la zona comercial de Belgrano, en las bocas del subte y en las salidas de los shoppings o de los centros culturales. Los casos detectados son de mujeres que van de los 20 a los 55 años, siempre cargadas de chicos. Puede pensarse en la presencia de “pequeñas organizaciones” formadas por cuatro o cinco madres que se turnan en los horarios y días para salir a pedir. Las mujeres alegan que están sin trabajo y todas tienen entre tres y nueve hijos. En sus respuestas asimilan la mendicidad con las actividades productivas: “Trabajo de 9 a 20; estoy en esta esquina de 8 a 12”, dicen.
Un tema aparte es el de los “rumanos”, extranjeros presumiblemente indocumentados –la encuesta del BAP excluye cualquier alusión al tema porque no es de su competencia– que han llegado desde la ex Unión Soviética o aparentemente, en su gran mayoría, de un pequeño país llamado Montenegro, desangrado por la guerra en la ex Yugoslavia. Es un misterio saber cómo pudieron ingresar al país, algunos procedentes de Bolivia o Uruguay y otros desde España. Los extranjeros son muy reacios al diálogocon los encuestadores y en este aspecto se pidió asistencia al Ministerio del Interior y a la Cancillería.
Muchas mujeres salen a la calle llevando a sus hijos discapacitados. Ayer, en la calle Florida, al lado del local de “El Mundo del Juguete”, una mujer de 35 años, llamada Francisca, pedía con su chiquito de seis años impedido de caminar y con un notorio problema en sus miembros superiores. La mujer contó su problema y recibió información, mientras la joven que la acompañaba escapaba del lugar con su criatura.
Llamó la atención otro cuadro de indigencia, en Florida 145. Los profesionales del BAP advirtieron que el bebé que tenía una mujer en sus brazos estaba en un extraño estado de somnolencia. Cuando intentaron llamar discretamente a un equipo de emergencia pediátrica, la mujer se fue del lugar, interrumpiendo bruscamente el diálogo y llevándose al niño. Patricia Malanca, coordinadora del BAC, explicó que se han verificado varios casos similares y que los profesionales médicos presumen la existencia de una “somnolencia inducida”.
Esos casos pudieron ser establecidos mediante la aplicación del llamado “protocolo Gesell”, un sencillo método que permite medir los reflejos primarios de los bebés y establecer la presencia de, por lo menos, un “sueño irregular”. De todos modos, la posibilidad de determinar que eso se debe al suministro de algún medicamento es muy difícil porque tendría que hacerse mediante un análisis autorizado por los padres. Los responsables del BAC aclararon que hasta ahora “no se ha podido comprobar la existencia de ninguna organización delictiva” que esté lucrando con el dinero que recaudan los que piden en las calles.
Figueroa insistió en que el objetivo “es diagramar respuestas de tono social para enfrentar el problema de la mendicidad en las calles”. De todos modos “y en defensa de los derechos de los niños”, también se tomará nota sobre “cualquier eventual actitud delictual”. En esos casos se dará intervención al cuerpo de fiscales de la ciudad.

 

Los chicos y los sin techo

El mundo de la calle en la ciudad de Buenos Aires tiene varios componentes: los mendigos, los chicos y los sin techo. El relevamiento del gobierno porteño encarado ahora en torno de las personas que se dedican a pedir limosna en la calle se suma a otros censos ya efectuados sobre los chicos y los sin techo.
Según esas estadísticas, en Buenos Aires hay 704 personas “sin techo” de tipo crónico, es decir, que se niegan sistemáticamente a ingresar a los programas de ayuda. Además, hay un total de 2200 que son variables. Para unos y otros existe el programa “Sin techo”, que les brinda hogares y asistencia.
Los chicos en situación de calle, en tanto, son unos 1500, de los cuales 1092 ya han pasado por el CAINA, un hogar para chicos donde adquieren formación en diversas actividades, además de contención. Del total de chicos que están en la calle, un 80 por ciento proviene del conurbano, específicamente del primer y segundo cordón.

 

POLEMICA EN TORNO DE UNA CAMPAÑA SOBRE EXPLOTACION
Dar o no dar, es la cuestión

Los carteles pueden verse en casi todas las estaciones de subte. “Detrás de cada chico que pide hay un adulto que lo explota. No sea cómplice”, dicen. El lema toca un punto sensible para muchos porteños enfrentados cotidianamente a los chicos que piden plata: ¿dar o no dar? La propuesta de la campaña lanzada por Metrovías y los hogares Don Bosco -pertenecientes a la congregación salesiana de Argentina– sugiere que el dinero no vaya directamente a la mano de los niños. “Quisimos canalizar el impulso solidario de la gente a través de una institución especializada, que les dé a los chicos una ayuda más concreta”, indicó a Página/12 una vocera de Metrovías. Algunos especialistas consultados por este diario, sin embargo, plantearon objeciones a la idea.
“No es correcto afirmar que detrás de cada chico hay un explotador, cuando la mayoría de las veces lo que hay es un papá desocupado”, señala el sociólogo Alberto Morlachetti, fundador del hogar para chicos de la calle Pelota de Trapo. “El problema es que mucha gente, en vez de pensar en proteger a la infancia, piensa en protegerse de la infancia, tratando a los chicos de la calle como delincuentes. Pero los chicos no tienen la culpa de lo que generan los adultos, del desempleo, de la globalización... Muchos de esos chicos salen a buscar el dinero que no ingresa por el canal habitual, que es el trabajo de los padres, por eso esta situación se soluciona únicamente recuperando las fuentes de empleo para los padres”, agrega. En lo inmediato, para Morlachetti son necesarias entidades de contención, “más que las cárceles que son los institutos de minoridad”. “Lo que necesitan estos chicos es que se los ayude a recuperar su infancia”, reflexiona.
Irene Konterllnik, consultora de Unicef Argentina, coincide en que no siempre un chico que está en la calle es un chico explotado. “Esta situación tiene que ver con la pobreza, pero no todas las familias pobres mandan a sus hijos a la calle”, aclara. Sin embargo, la ausencia de la explotación no significa menos riesgo: “Un chico que está en la calle tiene menos oportunidades que el resto de los chicos –explica–: no va a la escuela, no está con su familia, no juega y adquiere antes de tiempo responsabilidades que no son acordes con su edad”. Para Konterllnik, la respuesta para esta problemática debería “apuntar a las instituciones más cercanas a estas familias: la escuela, el municipio... Formar una red de contención que, al mismo tiempo, sea capaz de interactuar con políticas más globales, elaboradas por instituciones más abarcativas”.

 

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