Por Carlos Rodríguez
En un tango, que definía
a Buenos Aires como La Reina del Plata, las nenas lloraban
pidiendo pan, mientras que en el rock nacional de los 80 posdictadura
militar, los chicos vendían rosas en el bar La Paz. Ahora, en el
2001, un trabajo del gobierno porteño, que analiza el fenómeno
creciente de la mendicidad, revela que el 51,28 por ciento de los menores
que piden en las calles vienen de las zonas más castigadas del
conurbano bonaerense y que el 30,76 por ciento son extranjeros con el
rótulo general de rumanos, aunque muchos provienen
de Montenegro, el más chico de los países que conformaban
la ex Yugoslavia. Sólo el 10,25 por ciento de los 120 casos analizados
corresponde a personas oriundas o residentes en la ciudad. Si bien no
se ha detectado la presencia de organizaciones delictivas
que exploten a los niños y mujeres que piden una moneda, las autoridades
no descartan la posibilidad de abusos o de utilización de chicos
con perjuicio para su salud.
Lo que nosotros pretendemos es impulsar una presencia activa del
gobierno para dar una respuesta de tipo social al problema, explicó
a Página/12 el secretario de Promoción Social del gobierno
porteño, Justo Daniel Figueroa, al explicar las razones del relevamiento
voluntario que se viene realizando desde mediados de enero y que se prolongará
hasta fines de marzo, con intervención de un equipo de especialistas
del programa Buenos Aires Presente (BAP), que previamente había
realizado una investigación sobre los sin techo y otra sobre los
niños de la calle.
Lo que nos llevó a realizar el trabajo fue la necesidad de
establecer la situación real del estado de pobreza que puede llevar
a la gente a salir a pedir a la calle y el cariz delictivo que eventualmente
podría tener esta actividad, dijo Figueroa. Luego se encargó
de recalcar que el organismo a su cargo sólo intenta encontrar
pautas claras para luego desarrollar sus estrategias en materia asistencial.
Por ese motivo han pedido la colaboración del Consejo Nacional
del Menor y la Familia, a cargo de María Perla Orsenigo, y del
Consejo de Protección de los Derechos de Niñas, Niños
y Adolescentes, que preside María Elena Naddeo.
Figueroa recalcó que más de la mitad de los mendigos de
la ciudad provienen de los partidos bonaerenses de José C. Paz,
Moreno o Lomas de Zamora. Las mujeres que piden son, por lo general, jefas
de hogar y algunas cobran subsidios pero argumentan que el monto que perciben
(alrededor de 100 pesos) no les alcanza para vivir. Con lo
recaudado en la calle suelen duplicar mensualmente ese magro subsidio.
Las cifras del muestreo son sobre 120 casos, pero cuando finalice el trabajo,
superarán los 200. Los responsables del BAC estimaron que va a
ser muy difícil establecer una cifra global aproximada
de mendigos.
El relevamiento se está realizando en algunas avenidas como Florida,
Corrientes, Santa Fe y Callao, en todo el micro y el macro Centro, en
los barrios de Recoleta, Liniers, Flores y Caballito, en la zona comercial
de Belgrano, en las bocas del subte y en las salidas de los shoppings
o de los centros culturales. Los casos detectados son de mujeres que van
de los 20 a los 55 años, siempre cargadas de chicos. Puede pensarse
en la presencia de pequeñas organizaciones formadas
por cuatro o cinco madres que se turnan en los horarios y días
para salir a pedir. Las mujeres alegan que están sin trabajo y
todas tienen entre tres y nueve hijos. En sus respuestas asimilan la mendicidad
con las actividades productivas: Trabajo de 9 a 20; estoy en esta
esquina de 8 a 12, dicen.
Un tema aparte es el de los rumanos, extranjeros presumiblemente
indocumentados la encuesta del BAP excluye cualquier alusión
al tema porque no es de su competencia que han llegado desde la
ex Unión Soviética o aparentemente, en su gran mayoría,
de un pequeño país llamado Montenegro, desangrado por la
guerra en la ex Yugoslavia. Es un misterio saber cómo pudieron
ingresar al país, algunos procedentes de Bolivia o Uruguay y otros
desde España. Los extranjeros son muy reacios al diálogocon
los encuestadores y en este aspecto se pidió asistencia al Ministerio
del Interior y a la Cancillería.
Muchas mujeres salen a la calle llevando a sus hijos discapacitados. Ayer,
en la calle Florida, al lado del local de El Mundo del Juguete,
una mujer de 35 años, llamada Francisca, pedía con su chiquito
de seis años impedido de caminar y con un notorio problema en sus
miembros superiores. La mujer contó su problema y recibió
información, mientras la joven que la acompañaba escapaba
del lugar con su criatura.
Llamó la atención otro cuadro de indigencia, en Florida
145. Los profesionales del BAP advirtieron que el bebé que tenía
una mujer en sus brazos estaba en un extraño estado de somnolencia.
Cuando intentaron llamar discretamente a un equipo de emergencia pediátrica,
la mujer se fue del lugar, interrumpiendo bruscamente el diálogo
y llevándose al niño. Patricia Malanca, coordinadora del
BAC, explicó que se han verificado varios casos similares y que
los profesionales médicos presumen la existencia de una somnolencia
inducida.
Esos casos pudieron ser establecidos mediante la aplicación del
llamado protocolo Gesell, un sencillo método que permite
medir los reflejos primarios de los bebés y establecer la presencia
de, por lo menos, un sueño irregular. De todos modos,
la posibilidad de determinar que eso se debe al suministro de algún
medicamento es muy difícil porque tendría que hacerse mediante
un análisis autorizado por los padres. Los responsables del BAC
aclararon que hasta ahora no se ha podido comprobar la existencia
de ninguna organización delictiva que esté lucrando
con el dinero que recaudan los que piden en las calles.
Figueroa insistió en que el objetivo es diagramar respuestas
de tono social para enfrentar el problema de la mendicidad en las calles.
De todos modos y en defensa de los derechos de los niños,
también se tomará nota sobre cualquier eventual actitud
delictual. En esos casos se dará intervención al cuerpo
de fiscales de la ciudad.
Los chicos y los sin
techo
El mundo de la calle en la ciudad de Buenos Aires tiene varios
componentes: los mendigos, los chicos y los sin techo. El relevamiento
del gobierno porteño encarado ahora en torno de las personas
que se dedican a pedir limosna en la calle se suma a otros censos
ya efectuados sobre los chicos y los sin techo.
Según esas estadísticas, en Buenos Aires hay 704 personas
sin techo de tipo crónico, es decir, que se niegan
sistemáticamente a ingresar a los programas de ayuda. Además,
hay un total de 2200 que son variables. Para unos y otros existe
el programa Sin techo, que les brinda hogares y asistencia.
Los chicos en situación de calle, en tanto, son unos 1500,
de los cuales 1092 ya han pasado por el CAINA, un hogar para chicos
donde adquieren formación en diversas actividades, además
de contención. Del total de chicos que están en la
calle, un 80 por ciento proviene del conurbano, específicamente
del primer y segundo cordón.
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POLEMICA
EN TORNO DE UNA CAMPAÑA SOBRE EXPLOTACION
Dar o no dar, es la cuestión
Los carteles pueden verse en
casi todas las estaciones de subte. Detrás de cada chico
que pide hay un adulto que lo explota. No sea cómplice, dicen.
El lema toca un punto sensible para muchos porteños enfrentados
cotidianamente a los chicos que piden plata: ¿dar o no dar? La
propuesta de la campaña lanzada por Metrovías y los hogares
Don Bosco -pertenecientes a la congregación salesiana de Argentina
sugiere que el dinero no vaya directamente a la mano de los niños.
Quisimos canalizar el impulso solidario de la gente a través
de una institución especializada, que les dé a los chicos
una ayuda más concreta, indicó a Página/12
una vocera de Metrovías. Algunos especialistas consultados por
este diario, sin embargo, plantearon objeciones a la idea.
No es correcto afirmar que detrás de cada chico hay un explotador,
cuando la mayoría de las veces lo que hay es un papá desocupado,
señala el sociólogo Alberto Morlachetti, fundador del hogar
para chicos de la calle Pelota de Trapo. El problema es que mucha
gente, en vez de pensar en proteger a la infancia, piensa en protegerse
de la infancia, tratando a los chicos de la calle como delincuentes. Pero
los chicos no tienen la culpa de lo que generan los adultos, del desempleo,
de la globalización... Muchos de esos chicos salen a buscar el
dinero que no ingresa por el canal habitual, que es el trabajo de los
padres, por eso esta situación se soluciona únicamente recuperando
las fuentes de empleo para los padres, agrega. En lo inmediato,
para Morlachetti son necesarias entidades de contención, más
que las cárceles que son los institutos de minoridad. Lo
que necesitan estos chicos es que se los ayude a recuperar su infancia,
reflexiona.
Irene Konterllnik, consultora de Unicef Argentina, coincide en que no
siempre un chico que está en la calle es un chico explotado. Esta
situación tiene que ver con la pobreza, pero no todas las familias
pobres mandan a sus hijos a la calle, aclara. Sin embargo, la ausencia
de la explotación no significa menos riesgo: Un chico que
está en la calle tiene menos oportunidades que el resto de los
chicos explica: no va a la escuela, no está con su
familia, no juega y adquiere antes de tiempo responsabilidades que no
son acordes con su edad. Para Konterllnik, la respuesta para esta
problemática debería apuntar a las instituciones más
cercanas a estas familias: la escuela, el municipio... Formar una red
de contención que, al mismo tiempo, sea capaz de interactuar con
políticas más globales, elaboradas por instituciones más
abarcativas.
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