Por Fernando DAddario
Haciendo abstracción
de su leyenda, abonada luego de una misteriosa muerte nunca aclarada,
Jorge Cafrune logró, a través de su obra, instalarse en
la historia como una especie de resumen folklórico argentino. Y,
se entiende, lo de fol-klórico, en su caso, va mucho
más allá de lo musical, porque marca una época y
diagnostica a un país que ya no existe. Para ingresar de algún
modo en ese mundo de pago chico universalizado por la música, Página/12
entregará, desde mañana, y en los siguientes tres domingos,
cuatro discos del artista jujeño, con un precio opcional de 6 pesos.
La colección de homenaje, que lleva por nombre Jorge Cafrune, viento
del pueblo, ayuda a reparar cierta injusticia: recupera la trayectoria
de un hombre que, fuera del público especializado, es hoy más
conocido por su destino trágico (todo indica que fue atropellado
intencionalmente mientras viajaba a caballo por la ruta, en plena dictadura)
que por su enorme cancionero popular.
Referirse a su obra invita sin embargo a la contextualización.
Cafrune fue un gaucho rebelde, un hombre que reivindicó un nacionalismo
despojado de componentes fascistoides en una época (básicamente
los 60) que proponía, por motivos políticos y culturales,
el surgimiento de personajes de ese tipo. Su figura superó la dicotomía
paisajismo vs. compromiso que en términos generales
dividió al folklore argentino de entonces. De modo que Cafrune,
esa versión siglo XX de Martín de Güemes y Chacho Peñaloza,
armó con absoluta naturalidad este grandes éxitos
que fue necesario agrupar en cuatro discos. Cafrune no interpretó
grandes éxitos. El los hizo grandes, con la voz y la guitarra como
único capital. Dicen que nunca se vendieron tantas guitarras criollas
como en aquella época. Hablar de Las Golondrinas (E.
Falú-J. Dávalos), Zamba de mi esperanza (Luis
Morales), Virgen india (Hermanos Albarracín), Zamba
por vos (Alfredo Zitarrosa), El último sapukai
(O. Valles), Guitarra, dímelo tu (Yupanqui), Recuerdos
de Ypacarai (D. Ortiz-Zulema de Mirkin), Sudamérica
(J. Dávalos) y Coplas del payador perseguido (Yupanqui),
por nombrar solo algunos temas que se publicarán mañana
en la primera entrega, es hablar de una antología básica
para cualquiera que quiera saber de qué iba el folklore en los
60 y 70.
Su particular estilo interpretativo incursionó en distintos ritmos
y modos expresivos, pero siempre con su voz imponiendo autoridad. Desde
esas páginas de biblia criolla que son las Coplas del payador
perseguido, de Yupanqui, hasta las Palabras al hijo por nacer,
si bien muy distintas, dan cuenta de un humanismo profundo, anclado en
la tierra, pero con el hombre como centro. Cafrune vivió en España
entre 1972 y 1976. Fue una vez a cantar y no lo dejaron volver. Retrata
bien ese período el hermoso poema Vientos del pueblo,
en homenaje a Miguel Hernández.
Seguramente, el espíritu revisionista de su mirada histórica
podría resumirse con ese elegíaco Llanto por el Chacho,
enmarcada en aquella emblemática obra integral dedicada al caudillo
del federalismo, aunque es imposible obviar sus incendiarias coplas políticas,
desde El pájaro revolucionario (Si hasta los
pájaros en América latina se hacen revolucionarios,
cantaba) hasta la Milonga del fusilado (no me pregunten quién
soy/ni si me habían conocido/los sueños que había
querido/crecerán aunque no estoy/ya no vivo pero voy/en lo que
andaba buscando/y otros que siguen peleando/verán nacer otras rosas/que
en el nombre de esas cosas/todos me estarán nombrando), pasando
por otra patriada federal con clima de fogón: La vuelta del
montonero (palos amigos la mano/palos otros el
cuchillo). Estas últimas canciones, así como también
los Fragmentos de Martín Fierro, Quién
me enseñó (de José Larralde) están incluidas
en el volumen 4 de esta colección.
Y esta colección incluye también esas que se piden en las
rondas guitarreras, esas que sepamos todos, como La López
Pereyra, Zamba de mi esperanza, Zamba por vos
y Paisaje de Catamarca, entre otras. Parecería que
Cafrune lo cantó todo. Y lo hizo en un período relativamente
corto (entre 1960 y 1976). Hoy, si viviera, tendría 64 años.
La mejoría
de Vianna
El músico brasileño Herbert Vianna, líder
de Paralamas, sabrá recién dentro de un año
si podrá volver a caminar, según le comunicaron los
médicos que lo atienden desde el terrible accidente de avión
en que estuvo a punto de perder la vida y murió su esposa.
El músico tiene una grave lesión en la duodécima
vértebra, que ha eliminado por completo la capacidad motora
de sus piernas. El neurocirujano Paulo Niemeyer, que integra el
equipo que lo cuida, fue tajante cuando se le preguntó ayer
si pueden esperarse novedades a corto plazo. Está paralítico
y lo estará durante por lo menos un año, pero nadie
puede afirmar que esa condición será definitiva,
afirmó. El médico explicó que Vianna ya está
en condiciones de recibir el alta y continuar la recuperación
en su casa, lo que sólo ocurrirá dentro de una semana,
ya que la parálisis obligará a su familia a realizar
una serie de reformas en la residencia. Está lúcido,
conversa con sus familiares y los reconoce, pero no recuerda nada
del accidente porque todavía está afectado por una
amnesia postraumática, agregó. Vianna no ha
preguntado por su esposa, es decir que no sabe que murió.
El médico dijo que confía en que Vianna podrá
seguir dedicado a la música, ya que todo indica que
los daños cerebrales han sido menores y desaparecerían
por completo en un plazo relativamente corto.
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Coplas del payador
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No sé si mi canto es lindo
o si saldrá medio triste
nunca fui zorzal ni existe
plumaje más ordinario
yo soy pájaro corsario
que no conoce el alpiste.
Vuelo porque no me arrastro
el arrastrarse es la ruina,
anido en árbol de espina
lo mesmo que en cordillera,
sin escuchar las zonceras
del que vuela a lo gallina.
No me arrimo así nomás
a los jardines floridos,
sin querer vivo advertido
pano pisar el palito,
hay pájaros que solitos
se entrampan por presumidos.
Aunque mucho he traqueteado
no me engrilla la prudencia
es una falsa experiencia
vivir temblándole a todo
cada cual tiene su modo,
la rebelión es mi ciencia.
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