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EL NUEVO PAQUETE DE AJUSTE PUEDE PROLONGAR LA CRISIS
Dándole de comer a la recesión

Fiel a sí mismo, el
nuevo equipo económico anunciará cortes en el
gasto público en medio de una deflación signada por la debilidad de la demanda. ¿Tropezará con la misma piedra que tumbó a Machinea? Abriendo
el paraguas, agasajaron
a la misionera del FMI.

Por Julio Nudler

Sin haber tomado ninguna decisión ni anunciado ninguna medida, Ricardo López Murphy logró ya que el riesgo país bajara unos 50 puntos básicos. Es decir, que la tasa de interés sea hoy para la Argentina 0,5 por ciento anual más baja. Esta es una excelente noticia. Lo malo es que, aun con esa caída, la sobretasa de riesgo está en 734 puntos, y nadie ve posible que la economía crezca mientras ese plus no se sumerja por debajo de los 600 puntos, y tienda a seguir disminuyendo. En realidad, los inversores piensan precisamente así, y es una importante razón para que el riesgo país se mantenga tan alto, a pesar de la designación de un equipo económico tan favorable al establishment. Sencillamente no creen, por ahora, que el elenco de FIEL consiga sacar a la Argentina de la deflación, y también abrigan serios temores de que la profundice con un nuevo recorte del gasto público, si no lo acompañan medidas reactivantes.
Como explica Jorge Vasconcelos, de la Fundación Mediterránea, “como los economistas de FIEL no confían en las políticas activas, el único instrumento de reactivación que les queda es lograr una baja importante en el riesgo país. No descarto que ocurra, pero tampoco es muy probable”. Vasconcelos dice más: que por la vía de un sensible descenso en el riesgo país, que se transmita a las tasas de interés internas, podría estimularse la demanda de bienes durables por parte de sectores sociales medios y altos. “Pero el consumo masivo –aclara– no depende del riesgo país sino de la ocupación y los salarios.”
Lo concreto es que la inercia recesiva va a invadir ya el segundo trimestre del año, y que como preámbulo a ese período Economía anunciará un corte del gasto público de entre 1200 y 1500 millones de pesos, necesario para cumplir con la meta anual de un déficit de 6500 millones, comprometida para obtener el blindaje. Si no se hiciera nada, el déficit se dispararía este año a algún punto entre 7700 y 8000 millones. Pero al querer evitar este derrape se corre el riesgo de enfriar aún más la economía y debilitar la recaudación.
Aunque López Murphy y sus elegidos sean conscientes de este peligro, “tienen una reputación que atender”, como expresó a Página/12 un miembro del anterior equipo que pidió anonimato. “Ellos no son libres de hacer lo que crean mejor. Aunque se dieran cuenta de que acá el problema está en la falta de demanda –conjeturó–, se pasaron la vida echándole la culpa de todo al déficit fiscal, y si no anuncian un enérgico ajuste se exponen a rifar todo su prestigio.” Pero, del otro modo, se arriesgan a tropezar en la misma piedra que se llevó por delante José Luis Machinea, jugándose a un ingreso de capitales que jamás se cristalizó.
Como primer reflejo autoexculpatorio, el ex ministro de Defensa dejó trascender un desvío de $ 700 millones en el déficit del primer trimestre, por encima del pautado con el FMI. Sin embargo, diferentes cálculos privados señalan un exceso oscilante entre 400 y 450 millones, solamente. Nadie, ni siquiera López Murphy, se priva de cobijarse bajo la “herencia recibida” para justificar sus medidas impopulares. Para compensarlas en parte cuenta con la posibilidad de anunciar futuras reducciones tributarias, deshaciendo el nefasto impuestazo de Machinea, pero cualquier promesa se estrellará, muy posiblemente, contra el descreimiento general. No lograría, por ende, revertir las expectativas adversas.
La espera misma de una nueva vuelta de tuerca al ajuste conspira contra el relanzamiento de la economía. La prolongada recesión, con caída de precios pero sobre todo de salarios, y también en los recursos de los autónomos, instaló la previsión de un ingreso declinante, que induce a evitar cualquier gasto no imprescindible. La deflación añade lo suyo, porque con precios en baja es mejor dejar para mañana cualquier compra importante, mientras que las empresas buscan reducir al mínimo sus existencias. Hay que reconocer que la cara del nuevo ministro tampoco transmite un ansia irrefrenable de tirar la casa por la ventana, confiando en un próspero porvenir.
Después de fracasados todos los intentos de cortar este declive deflacionario sin final a la vista, la mayor esperanza quedó colocada en un vuelco favorable del contexto internacional: caída en las tasas de interés, Reserva Federal mediante, y aumento en los precios de exportación. A Machinea se le fue la vida en esa ilusión, pero su sucesor puede confiar en tener más suerte. Y, de hecho, el 2001 se muestra dentro de todo más amigable que el 2000, aunque por ahora no tanto como para creer en una drástica mejora de las condiciones financieras internacionales. La incógnita es si a la Argentina le tocará recibir un flujo de capitales suficiente para compensar con holgura el impacto contractivo que tendrá el paquete de ajuste.
Abriendo el paraguas, el gobierno de la Alianza tuvo el gesto inédito de homenajear con una cena, servida en su embajada en Washington, a Teresa Ter Minassian, la funcionaria del Fondo Monetario que se ocupó en los últimos años del caso argentino, imponiéndole al país metas y políticas. Pese a lo temible de sus visitas, éstas despertaron en los gobernantes locales cierto particular afecto por la economista italiana, cuya última misión desembocó en el blindaje. Lo que hoy mismo no se sabe es qué durará más: si el efecto protector de éste o la deflación. Si es ésta la que gana la partida, al país no le quedará en el 2002 ni para costear otra recepción como la organizada por el embajador Guillermo González.

 

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