La licuación de la
política
Fue una semana desbordante de hechos, de rumores, de renuncias,
de enroques. Plena de crónica, de anécdotas excitadas
y excitantes. Sin embargo, si se para por un segundo la calesita,
puede notarse que en estas jornadas de vértigo han ocurrido
al menos tres hechos dignos de una mirada editorial, que ameritan
algo más que el siempre fascinante relato de
lo que ocurre en Palacio: el desembarco de Ricardo López
Murphy en Economía, la degradación de Graciela Fernández
Meijide, el fallo de Gabriel Cavallo sobre las leyes de impunidad.
El advenimiento de los hombres de FIEL al gobierno de la Alianza
es más que un cambio de ministro o de programa. Lo que se
puso cabalmente en acto en la jura del Salón Blanco es la
licuación del poder político democrático, su
disminución hasta frisar con la irrelevancia. La consunción
de la política, entendida como mediación entre la
mayoría y los poderes fácticos.
Todo el establishment financiero se dio cita para aplaudir, con
ecuanimidad no exenta de calidez, a José Luis Machinea y
recibir en triunfo al Gordo López Murphy. Cómodos,
con aires de dueños de casa, banqueros y consultores, columnistas
de diarios de negocios ocuparon el espacio de la Rosada. Su alegre
presencia, en rol de locales, sumada a la buena onda que prodigaban
los militares por el juramento de Horacio Jaunarena, evocaba tanto
como una gota de agua evoca a otra cualquier hecho similar
durante cualquier dictadura militar. Los poderes fácticos,
desnudos, casi aliviados del estorbo de la representación
democrática. Los dueños del país, al fin, juntando
el poder real y el institucional.
Las ausencias de Raúl Alfonsín y Carlos Chacho
Alvarez, alusivas más a impotencia que a un poder de veto,
fueron de todas formas señaladas por el establishment y sus
voceros mediáticos como un riesgo feroz, una resistencia
cerril a doblegar. Con cierto timing litúrgico, ni el ministro
entrante ni el Presidente abrieron la boca. Ni falta que hacía.
Las presencias, las ausencias lo decían todo.
Los mercados, que así se nomina a los agentes
que manejan títulos de la deuda pública argentina
y a un puñado de timberos insignes, hicieron subir la Bolsa
cual un corcho de champagne, otorgándole así al flamante
ministro de Economía aires de ser un elegido de los dioses.
Para que no se malacostumbrara, horas después los papeles
bajarían velozmente y pondrían en jaque no ya su gloria
sino su estabilidad. Treinta o cuarenta millones de pesos convertibles
(una bicoca quizás insuficiente para comprar el pase de Román
Riquelme) movidos de un modo certero, alcanzan para que un ministro
blindado derive sin escalas del éxtasis a la agonía.
LM marca su nivel
López Murphy (LM) no se privó de nada, ni siquiera
de nombrar a un cuadro de la dictadura militar, como Manuel Solanet.
Recibió presto a los representantes de la banca, le negó
audiencias a la UIA y jibarizó las secretarías de
Industria y Agricultura. Y sin embargo, en los tres días
ulteriores a su sí, juro la City sólo
emitió rumores, versiones, aprietes flagrantes. Un lector
desprevenido puede preguntarse por qué hacerle eso a LM quien,
como escribió ayer en este medio Julio Nudler, siempre
ha trabajado para el establishment y producido estudios a gusto
del cliente. ¿Por qué presionar a quien es un
intelectual orgánico del sector y ha vivido buen tiempo a
su sueldo?
En los despachos oficiales, la respuesta no tiene misterios. Los
mensajes y las exigencias no apuntan a LM sino al Gobierno en su
totalidad y en especial al Presidente. LM es en sí
mismo un proyecto y un programa, pero los mercados quieren escuchar
a De la Rúa, por eso nos extorsionan, susurró
ante Página/12 un importante funcionario de la Rosada, de
los más cercanos a De la Rúa. Aun entre los componentes
del riñón presidencial cundió en estos días
el desánimo, la sensación de estar siendo extorsionados,
los rezongos cada vez más explícitos por la falta
de protagonismo del Presidente. Sus espadas más fieles quieren
verlo más presente, disciplinando a las huestes políticas
de la Alianza y poniéndole el pecho al nuevo plan económico.
Tiene que salir él a asumir que estamos en problemas,
que tenemos que cambiar de rumbo, que estamos fracasando no ya el
Gobierno sino toda la clase dirigente, bramó ante este
diario uno de los pilares del Ejecutivo. Empero, la gestualidad
del Presidente tiende a negar el conflicto y el cambio, evocando
a la de los DT que mueven el banco dando un beso al jugador que
entra y una cariñosa palmadita en la cola al que sale. Mera
continuidad, sin ruptura. El equipo es uno y todos amigos.
Cierto es que De la Rúa hizo un par de anuncios que parecen
contradecir el reclamo de los mercados: no se arancelará
la universidad, ni se reducirán salarios, ni habrá
despidos. Muchos funcionarios, incluidos progres de
la UCR y el Frepaso, están convencidos de que así
será. Que LM no será un talibán neoliberal
sino una especie de tigre de papel que comprenderá
los condicionamientos propios de una fuerza popular. Si lo hace
pondrá en jaque su reputación (y su futuro post gestión)
que dependen del discurso, los deseos y los intereses del sector
financiero. Menuda cinchada. Habrá que ver qué fuerza
prevalece. De momento hay una que parece mucho más potente
que la otra. En todo caso parece imposible que puedan seguir coexistiendo,
digamos de hoy a un semestre vista, las promesas presidenciales,
la presencia de LM en el gabinete y el aire que le dan los mercados.
No es sólo
Ella
Graciela Fernández Meijide es un ejemplo notable de cómo
se licuan el poder político y la representatividad. La entropía
de quien pintó hasta para ser Presidenta no es sólo
un bajón para ella: también para el Frepaso, la Alianza
y el sistema democrático todo. Una figura pública
capaz de concitar la pasión, la ilusión y el apoyo
de muchos ciudadanos es un patrimonio colectivo. Su caída,
una pérdida para todos aunque, con mirada cortita, haya políticos
aun de su propio palo que se relaman de gusto.
Le sobraron errores personales a Graciela. Su falta de voluntad
o aptitud de articular con sus compañeros de
gestión, con los gobernadores del PJ y aun con el líder
de su propio partido. Su obstinación en negar sus errores,
rayana en la altanería. Su falta de timing para dar un paso
al costado después de dos derrotas electorales o de meses
de opaca gestión, redoblada ahora al aceptar un cargo inoficioso,
carente de cualquier significado que no sea personal. Por si todo
eso no bastara, le picaron cerca demasiadas balas vinculadas a la
falta de transparencia.
Excelente candidata, fracasante funcionaria. Buena comunicadora
para cuestionar a otros, mala para proponer acciones de Estado,
Graciela es también un emblema del Frepaso, de la Alianza,
de la política local toda.
No sólo en ese aspecto el triste final de Graciela habla
de mucho más que de Graciela. Su exilio delata también
errores graves del Presidente y de Carlos Alvarez, que la elevaron
a un puesto para el que no capacitaba y que después en
uno de los pocos acuerdos que conservaron la mantuvieron sólo
para dar testimonio de la unidad de la Alianza. De esa quimera que
ellos dos, Ella, Raúl Alfonsín y Rodolfo Terragno
prometieron a la sociedad como un cambio sensato, posible, moderado.
Una quimera que se licuó tanto como el capital político
de cada uno de ellos.
El espanto, ese adhesivo
Alfonsín y Alvarez, ya se dijo, le hurtaron el cuerpo a
la jura de LM. Sin embargo, el jefe radical hará campaña
electoral con la bandera de la Alianza y el Frepaso redoblará
su presencia en el gabinete teñido por la presencia de LM.
Una aparente paradoja que se deja explicar parafraseando el célebre
verso de Borges. No los une el amor sino el espanto. La Alianza
es tan débil que nadie puede optar por irse de ella, a riesgo
de ser culpabilizado de su derrota definitiva. Una charada que viene
padeciendo Chacho desde que renunció a la vicepresidencia
y que en estos días lo determinó a aceptar el convite
presidencial de sumar compañeros al gabinete.
Negarse era dejar al gobierno expuesto a las vendettas de los mercados,
aceptar quedar pegado a Solanet, Artana & Cía. El jefe
frepasista optó por este último mal, por considerarlo
menor. La decisión fue precedida por el toma y daca acerca
de quién sería secretario general, si Darío
Alessandro (propuesto por De la Rúa) o Ricardo Mitre (contraofertado
por Alvarez). El Presidente prefería a Alessandro por su
perfil relativamente alto y por conocerlo bien. Los frepasistas
no querían desguarnecer la presidencia de Diputados y aunque
no lo dijeran a gritos tampoco dejar una banca en manos de
un socio radical. Sugirieron a Mitre, otro alter ego de Alvarez,
para demostrar compromiso. El Presidente se enfadó porque
sintió que le impusieron un nombre. Al menos podrían
haberme propuesto una terna, resopló De la Rúa,
siempre celoso de demostrar el poder de su investidura. Las posiciones
de uno y otro tenían su lógica y no eran tan distantes.
Pero el toma y daca sonó tenso por el modo en que se actuó.
Como siempre, mediante emisarios, sin sentarse un rato cara a cara,
escondiendo barajas, trasuntando desconfianzas. Una forma de relación
que revela, si no ahonda, la falta de affectio societatis.
Ninguno de los dos socios puede ir aislado a las elecciones de octubre
si quiere, cada uno dentro de sus respectivas ambiciones, evitar
una débacle. Forzados a hacer lo que les impone el tablero,
frepasistas y radicales diluyen su perfil en pos de lo que opinablemente
piensan que es su tabla de supervivencia.
Una luz en las sombras
El fallo de Gabriel Cavallo decretando la inconstitucionalidad
y la nulidad de las leyes de la impunidad arroja la mejor luz posible
sobre las posibilidades de la democracia. Es un triunfo sobre el
terrorismo de Estado, sobre la cobardía moral de muchos dirigentes
elegidos por el pueblo, logrado con armas nobles: el debate público,
la movilización, el estudio, la promoción de demandas
en los tribunales con las leyes en la mano. Larga paciencia y enorme
templanza tuvieron organismos y militantes de derechos humanos explorando
cada uno de los espacios que les permitía una legalidad usualmente
esquiva y menguante. Y encontraron discursos, doctrinas, pensamientos
técnica y éticamente irreprochables. La defensa del
statu quo (que tuvo momentos cúlmines en los editoriales
de Mariano Grondona y de La Nación) lució en estos
días tartajeante, imprecisa, apelando (como en los buenos
tiempos de la dictadura), a falta de mejores argumentos, a la razón
de Estado.
En democracia se construyó esa doctrina legal, revolucionaria
y al unísono legal, a tono con el siglo XXI y al mismo tiempo
consagración de principios constitutivos de los humanismos
de todas las épocas. En democracia creció la memoria
colectiva. Se recuperaron hijos de desaparecidos. Se apuntala el
aval colectivo al escrache, el repudio cada vez más masivo
a la dictadura, a sus corifeos, a sus cobardes gambetas a los tribunales.
En la libertad de expresarse, de buscar la justicia, de consagrar
standards mínimos de libertad y de riqueza para todos los
seres humanos está la sal y la carne de la democracia.
Vale la pena recordarlo y enfatizarlo, aun en estos deprimentes
días oscuros, signados por el reverdecer de poderes minoritarios
y por el marchitamiento de representantes del pueblo que parecen
incapaces de estara la altura de los anhelos y aun de los derechos
de quienes los honraron con su fe y su voto.
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