Por Román Lejtman
Parecía una típica
recepción en la embajada de los Estados Unidos. Amigos y enemigos,
espías y espiados, testigos e involucrados, se saludaban entre
sí, sonreían a las cámaras y miraban nerviosos al
estrado. Pero estaban en un edificio del Senado de los Estados Unidos,
en Washington, aguardando la llegada de los senadores Susan Collins y
Carl Levin, responsables de presidir una sesión que ya tiene el
derecho de aparecer en los libros de historia política argentina.
Ese día, como nunca, se vio a tres banqueros del Citibank transpirar
en público, frente a dos legisladores de los Estados Unidos que
preguntaban sin ningún eufemismo.
¿Usted lleva 24 años de trabajo como banquero, alguna
vez vio un recibo igual a este? interrogó Susan Collins,
exhibiendo un documento que mostraba un depósito supuestamente
hecho por el Cartel de Juárez.
No sé si es un recibo.
¿Lo es? replicó Carlos Fedrigotti, presidente
del Citibank Argentina.
Me alcanza con su respuesta cerró la senadora republicana.
El banquero quedó al descubierto, transpirado, sin argumentos.
Era obvio que el depósito pertenecía al Citibank, pero Fedrigotti
había ido con un guión y en la audiencia se le quemaron
los papeles. La respuesta del banquero arrancó las únicas
carcajadas de la sesión, todo un logro, si se piensa que observando
su nuca había más de cincuenta personas que habían
llegado a Washington con una misión absolutamente determinada.
Es decir, no había simples mortales. Todos estaban representando
a una cuota de poder de la Argentina.
En la última fila del salón 106 del edificio Dirksen, abierto
sólo para las grandes ocasiones, se podía encontrar al ex
embajador Raúl Granillo Ocampo, que esquivó a los periodistas
y se negó a comentar la razón de su presencia. Granillo
Ocampo, como Raúl Moneta, siempre empujó la re-reelección
de Carlos Menem.
Una fila más adelante, sonriente como su actual jefe político,
el funcionario bonaerense Diego Guelar apareció en la mitad de
la audiencia. Me interesa el tema, por eso vine, contó
a este periodista.
Lo suyo es sólo un interés académico...
Sí, ésa es una buena definición.
Guelar, quizá por el paso de los años, olvidó recordar
que su padre en el fallido Banco del Oeste había tenido como escribano
al padre de Raúl Moneta, acusado de lavar miles de dólares
sucios.
Unos metros más adelante, Frank Holder y Luis Moreno Ocampo intercambiaban
sonrisas, pese a que se han jurado guerra a muerte. Holder trabajaba como
espía de la CIA en Buenos Aires y luego fue contratado por Moreno
Ocampo, quien aprovechó sus conocimientos enseñados en la
orilla más oscura del río Potomac. Después de un
tiempo razonable, Holder levantó vuelo junto a una empleada de
Moreno Ocampo, para abrir la oficina local de Kroll y asociados, una compañía
que sirve como cobertura a ciertas investigaciones encabezadas por ex
agentes de la CIA, la DEA, el FBI y otras prestigiosas oficinas de los
Estados Unidos. En Buenos Aires, Kroll trabaja para Moneta, como lo hizo
en España para Felipe González cuando con dinero del CESID
servicios de inteligencia españoles investigó
a Carlos Menem y su relación con Monzer Al Kassar.
Por ahí está Holder, lo vio comentó este
periodista.
Sí, lo vi respondió Moreno Ocampo con una sonrisa
crispada.
Esta audiencia parece el café de Rick, hay espías
y enemigos por todos lados ¿no?
El no es mi enemigo; si quiere voy y lo saludo...
¿Es capaz de hacer eso, pese a lo que sucedió...?
De eso, y de mucho más. Observe.
Y allí fue Moreno Ocampo, caminó veinte pasos, y se plantó
frente a su ex asesor. Los dos, a la distancia, sonreían como si
nada hubiera pasado.
A veinte metros de esta puesta de escena, dos abogados conversaban recordando
viejos tiempos. Uno estaba allí para defender a Aldo Ducler; el
otro, para demostrar que había participado en operaciones de lavado
de dinero sucio.
¿Vos te acordás cuando éramos chicos...? comentó
el asesor letrado de Ducler.
Sí, me acuerdo de tu papá. Era un buen tipo...replicó
la abogada que investiga la corrupción en la Argentina.
El clima se rompió cuando aparecieron Levin y Collins por una puerta
especial detrás de la presidencia de la comisión. La audiencia
iba a comenzar y cada uno debía volver a su rol institucional.
Chau Lilita, un gusto de verte dijo Alejandro Carrió,
su primo.
Chau Ale, nos vemos cerró la diputada Elisa Carrió,
antes de mirar su crucifijo.
Cuando los primos terminaron de acomodarse, Levin y Collins iniciaron
la audiencia con una introducción que provocó cuchicheos
entre los fiscales argentinos Paulo Starc y Dahl Rocha, a cargo de las
distintas causas que investigan la conducta penal de Moneta. Starc y Dahl
Rocha enfrentan un triple problema en su pesquisa sobre los bienes y patrimonios
del Señor de los Caballos: su jefe Nicolás Becerra está
en la mira de los diputados Carrió y Gustavo Gutiérrez,
su juez Gustavo Literas es conocido por la oscuridad de sus movimientos,
y los fondos para la pesquisa son escasos, tan escasos que en Washington
tuvieron que cambiar de hotel porque no podían pagar 50 dólares
por noche.
Distinta fue la situación de los banqueros del Citibank. Ellos
estaban en un hotel de 700 dólares por noche, fueron asesorados
por tres expertos de una consultora muy vinculada al poder y se movían
por la ciudad con esos autos oscuros tan típicos de Washington.
Claro que al momento de responder las preguntas de Collins y Levin, a
los banqueros no les sirvió su hotel de cinco estrellas, su entrenamiento
mediático en Nueva York previo a las audiencias y la presentación
formal que hicieron para salvar la responsabilidad institucional del Citibank.
El escudo del Citibank
Los tres testigos de cargo del Citibank abandonaron la audiencia
con algo más que un sermón del senador Carl Levin.
Carlos Fedrigotti, fundamentalmente, aceptó que ya conocía
la vinculación del Federal Bank con el grupo Moneta, circunstancia
que había negado antes, en una respuesta oficial del Citibank
al Banco Central de la República Argentina.
Esta negación lo pone cerca del presunto encubrimiento, acorde
a los parámetros de la Justicia local. Y las pruebas del
supuesto ilícito ya están en manos de los fiscales
federales.
Aunque se niegue a reconocerlo en público, o la desmienta
cuando lea esta nota, Fedrigotti cree que el Citibank lo usó
como escudo, ante las acusaciones del Senado de los Estados Unidos.
Se siente un forro, que fue estafado, que está pagando
por otros, aseguró un conocido lobbysta de la City
financiera.
¿Es para tanto? preguntó este periodista.
Qué le parece. John Reed (ex presidente del Citicorp,
amigo de Moneta) no puso la cara. Y cuando preguntaron adónde
estaba, contestaron que dando clases en Boston.
No entiendo.
Muy fácil. La plata se movió cuando Reed tenía
todo el poder, y ahora él dice que es un académico.
¿Me explico?
Cuando terminó la audiencia, los lobbistas, ex embajadores,
espías, funcionarios del gobierno, fiscales, testigos y abogados
se fueron rápidamente, casi sin saludar.
La incertidumbre, el temor, guiaba sus pasos.
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