La espectacular
resurrección política del zapatismo, después
de languidecer durante los últimos años en un relativo
aislamiento en la Selva Lacandona, es un fenómeno político
cuya proyección a futuro operará en dos dimensiones:
una, la nacional, es la puja casi barroca que ocurrirá entre
el subcomandante Marcos y el presidente Vicente Fox por un lado
y entre los dos y los sectores más conservadores y antiindígenas
del espectro político por otro; pero otra, la extranacional,
puede resultar en una repotenciación de las luchas indígenas
organizadas del resto del continente, notablemente en Ecuador, Bolivia
y Guatemala, países donde la proporción de indígenas
dentro de la población es mucho mayor que en México
y donde el porcentaje de relegamiento es correspondientemente más
alto.
En México D.F., el plan de juego es simple y complicado a
la vez. La cuestión se centra en el reclamo de Marcos de
que el Congreso apruebe la ley indígena, y en los esfuerzos
de Fox para que los sectores más conservadores del Partido
Revolucionario Institucional (PRI, que acaba de terminar siete décadas
en el poder), el centroizquierdista Partido de la Revolución
Democrático y su propio, católico Partido Acción
Nacional venzan sus resistencias a un proyecto que busca nada menos
que empezar a reparar una situación de postergación
y relegamiento que data de 500 años atrás. Pero dentro
de esta interna hay otra: el duelo casi personal entre Marcos y
Fox por ver quién se queda con las banderas de la causa indígena,
y quizás de todos los postergados en general. Las últimas
encuestas dan resultados contradictorios: más de un 50 por
ciento aprueba el desempeño general de Fox en el poder; sin
embargo, en el plano de la guerra propagandística en torno
a Chiapas, un 44 por ciento piensa que Marcos la está ganando
y sólo un 22 por ciento piensa que la está ganando
Fox.
En el plano regional, la resurrección del zapatismo tendrá
el efecto de subrayar unas luchas generalmente soslayadas por la
atención informativa convencional, pero que son el caldero
de mucho de lo que ocurrirá en los próximos meses
en países clave. En Bolivia, los cortes de ruta de los últimos
meses le torcieron el brazo al gobierno del ex dictador Hugo Banzer;
en Ecuador, dolarizado desde 1999, la poderosa Confederación
de Nacionalidades Indígenas (Conaie), después de derrocar
a Jamil Mahuad, mantiene al gobierno de Gustavo Noboa en un jaque
permanente. Estos son países mucho más frágiles
que México, y el potencial de crisis es mayor. Permanezca
sintonizado.
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