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JORGE GUINZBURG RECUERDA LOS AÑOS DE LA DICTADURA
El humor y el espanto

Este año le pondrá la cara a los ciclos �La Biblia y el calefón� y �Peor es nada�, y además producirá otros dos programas, pero el petiso más famoso de la TV prefiere hablar de los tiempos en que �cualquier frase te podía costar la vida�.

Por Mariano Blejman

Jorge Guinzburg, sentado frente a un ventanal, desde donde se alcanza a observar un puñado de grúas que rascan el cielo detrás de su oficina en Puerto Madero, le propone a Página/12 un trato atípico: “Yo sugiero lo siguiente –dice–: usted no hace preguntas inteligentes y yo no doy respuestas inteligentes. Porque aunque usted haga preguntas inteligentes, de todos modos la respuesta no va a poder serlo”. Así, con esa ironía que se descubre en casa frase, Guinzburg llegará éste año a cumplir tres décadas dedicadas al humor, al frente de “Oncepuntos”, su productora independiente. Este año el canal América lo necesita y Guinzburg está dispuesto a darle dos producciones con su cara (“La Biblia y el Calefón” desde el próximo viernes y “Peor es Nada” desde el 27 de marzo, ambas a las 22) y otras dos en marcha sin su imagen: “Cosa Juzgada” y otro programa de humor, a punto de empezar. “Me encantaría que se genere un proyecto independiente de mi cara”, asegura.
–¿Por qué...? ¿Está enojado con su cara?
–No, pero no sabe lo linda que es mi cara cuando viajo. Y si hago un programa todas las semanas no puedo viajar. Porque, usted así me ve feo, pero afuera ni se imagina qué lindo que soy.
La mirada sarcástica de un hombre que observa el suelo más de cerca que lo habitual, no se detiene en la superficie, sino que cala profundo. A 25 años del golpe militar Guinzburg recuerda, junto a este diario, el papel del humor en una época en la que una frase podía costar la vida.
–¿Cuál fue el rol del humor en los 70?
–Si uno piensa en los años de la dictadura militar lo más serio que se podía leer era una revista que se llamaba Humor. Y eso es muy fuerte. Ninguna de las revistas que conozco sufrió tantas censuras como las que hacían humor. Satiricón fue cerrada dos veces y no por decir groserías. Fue cerrada por las cosas que decíamos, primero por Isabel en 1974 y por los militares en el ‘76. Desde setiembre de 1974 hasta octubre de 1975 la revista estuvo clausurada. Luego la Justicia tomó en cuenta la apelación, porque era un gobierno casi democrático y pudimos reabrirla. En 1976 ya no hubo posibilidad de defenderse.
–¿Cómo recuerda esa época?
–Mi historia periodística duró hasta 1976. Pero del ‘76 al ‘83 me dediqué a la publicidad y sólo hice “Diógenes y el linyera”. Comencé a ver cómo unos cuantos amigos se iban del país y otros desaparecían. Era muy difícil hacer el periodismo que uno quería hacer. O tal vez uno no sabía escribir entre líneas. Yo no hago juicios de valor, pero no tenía ganas de irme del país. Tenía cagazo de irme.
–¿Cuándo volvió a hacer humor?
–Volví como libretista de Tato Bores en el ‘83 y con Satiricón que ya no era lo que esperábamos. Lo que pasó fue que la revista Humor había ganado un espacio que merecía. La gente sentía que durante los años de dictadura Humor había defendido la libertad.
–¿Quisieron borrar la risa?
–Sí, fue siniestro. Hoy una de mis hijas tiene 25 y la otra 23. Ellas iban a la escuela Sarmiento, en Nazca y Bacacay, en los primeros años de la dictadura. El director de ese colegio se llamaba Guillermo Bolquin y en medio del vaciamiento de la educación que se sentía yo terminaba lagrimeando los actos escolares donde él hablaba. No volví a verlo nunca. A veces le pregunto a León Gieco, por ejemplo, que podría saber de él, pero nadie sabe. El trataba de abrirle los ojos a la gente.
–¿Y con “Diógenes y el linyera” cómo hacía?
–Yo tenía que mandar por día tres tiras de Diógenes al diario, porque seguramente dos no podían salir.
–¿Cómo era su relación con la televisión en esa época?
–Lo primero que escribí para televisión fue en 1975. Después en el ‘83 volví a hacerlo para radio. Yo empecé el 1º de setiembre de 1971. Este añovan a ser 30 años que hago humor. Y fue justo el 1 de setiembre del ‘74 cuando clausuraron Satiricón.
–Lindo regalo de cumpleaños...
–Estaba ubicada en un departamento prestado de Viamonte 759. Llegamos una mañana. Había canas en la puerta y unas fajas de clausura. Y como yo era muy flaco, cuando se fueron los canas, entraba por un espacio que dejaba la faja para sacar los fotocromos y poder utilizar el material incautado. Al año siguiente se ganó el juicio. Era la época de la Triple A y recibíamos muchas amenazas. Cuando cerró armamos Chau Pinela, para mí un antecedente de la revista Humor.
–¿Y para qué cree que sirvieron esas publicaciones en esos años?
–Hay algo que tiene que ver con el humor judío, que leí en un trabajo de una investigadora sobre Europa Oriental en época de pogrom y persecuciones. El humor permite quitarle horror al horror. En los años del Proceso podríamos pensar que en ese sentido esto pudo haber ayudado. Sin dudas, las reflexiones más serias se hicieron a través del humor. A mí me encantaría que alguna vez se reproduzca, por ejemplo, lo de Fontanarrosa durante la época de Malvinas. Era brillante.
–¿Cómo puede el humor decir cosas más serias que “lo serio”?
–¿Cuál es la obra considerada como más importante de la literatura hispana? El Quijote, que está hecha con mucho humor.
–Sin embargo, 25 años después, de algún modo triunfó el modelo cultural, social y económico de la dictadura.
–En la época de Satiricón había una revista literaria que se llamaba Crisis, que tenía sábanas y sábanas de texto y vendía 50.000 ejemplares. Es impresionante pensar qué Argentina era esa. La gente compraba muchas más revistas, mucho más libros. Era culturalmente fue muy fuerte. El Proceso destruyó todo eso. Y en ese sentido ganó.
–Todo termina justificándose, en una gran banalización del lenguaje fortalecida durante el menemismo.
–Coincido. Pero esta vulgarizacón de la Argentina no nace con Menem. Habría que pensar qué pasó en el Proceso, qué hicieron en esa época para que esto sucediera. Lo que hay que discutir ahora es cómo se usa esa libertad. Yo me pregunto: ¿qué cosas que nos hubieran parecido degradadas hoy aceptamos y decimos “que bueno”?
Sin que se note demasiado, Guinzburg se levanta de su moderno aposento y, sin caminar un solo paso, se pregunta a sí mismo “¿Qué tiene que ver esto con que lance ‘La Biblia y el Calefón’ o ‘Peor es Nada? Yo creo que debatir esto es mucho más interesante –se confiesa a sí mismo y luego duda–. Pero ahora que lo pienso, nadie me va a ver en el programa si yo no anuncio lo que va a pasar” y lanza una carcajada, mientras asegura haber intentado responder inteligentemente, rompiendo el trato propuesto por él mismo a este diario. “Lo que pasa es que si quedo como un boludo tampoco me conviene”, dice y vuelve a lanzar su risa socarrona.

“Una protesta sesentista”

El retorno de “Peor es nada” no será igual que el que conoció el público, en el que Guinzburg se lucía con Horacio Fontova. Esta versión toma el formato de aquél “Peor es nada” con algo de “La Noticia Rebelde”. El martes pasado un “Comando nudista” del programa invadió la peatonal Florida. La policía lo detuvo por “exhibición obscena” y los ocho actores terminaron demorados en la comisaría, junto al productor.
–¿Se les fue la mano con el “Comando nudista”?
–Es posible que se nos haya ido la mano y otras cosas también. Pero queríamos hacer una especie de protesta a la manera sesentista, cuando los grupos militantes se desnudaban frente a la Casa Blanca en Washington para protestar. La idea era recorrer los lugares donde creemos que hay que modificar cosas. En el Congreso los actores aparecieron tapados con carteles que decían “Acá tengo un palo ¿arreglamos?”. En la apertura filmada en Florida estaban en bolas y a alguien le molestó.
–¿Su intención fue provocar?
–Ese día Carlos Ulanovsky me llamó y me dijo “eres incorregible”. Pero me doy cuenta que hay cosas que hubiera hecho antes, que hoy no haría. No quisiera llegar a esa banalización de la que hablábamos.

 

 

 

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