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El caso Albornós y las sombras del control antidoping en la Argentina

El resultado positivo del volante de Talleres reflotó las dudas y los cuestionamientos respecto de la eficiencia del control antidoping en las instalaciones del CENARD, una historia antigua.

Por Gustavo Veiga

El caso de doping que involucra a Daniel Albornós, el futbolista de Talleres, volvió a colocar en una situación engorrosa a la estructura y a los hombres que se desempeñan en un área tan sensible como la que instrumenta los controles en la Argentina. No es ésta la primera vez y, acaso tampoco será la última, en que se señalen puntos oscuros, dudas y hasta se perciba la necesidad de recurrir a la Justicia para cuestionar un análisis. Hoy, como durante la década del 90, hubo quien alzó la voz para descalificar al laboratorio del CENARD y a las muestras que allí se toman, porque no está homologado por el Comité Olímpico Internacional (COI). Sin embargo, ese requisito al que se alude desde hace tiempo no ha impedido su funcionamiento y hasta se descuenta que allí se realizarán los estudios correspondientes al Mundial Juvenil Sub-20 que se disputará entre el 17 de junio y el 8 de julio en el país.
La sede del laboratorio de control antidóping en el CENARD: en el centro de las polémicas.El problema no radica exclusivamente en los veintiocho casos de doping detectados en el fútbol desde que se efectúan controles, ni siquiera en los que se han comprobado en otras disciplinas. La dificultad es más profunda: tiene raíces en una endeble legislación que se cumple a los tumbos, en el desequilibrio económico que existe entre las distintas federaciones deportivas (no es lo mismo la poderosa AFA que la Federación de Patín) que les permite a unas tomar muestras y a otras no, y en la desidia de la clase política ante un asunto que no juzga relevante.
Mientras varios de los artículos incluidos en las leyes 24.819 y 25.387 –que modificó a la anterior– no se cumplen, las sospechas de que no existen suficientes garantías para los deportistas sometidos a controles antidoping se desparraman cuando aparece uno positivo. La normativa 24.819, sancionada por el Congreso el 23 de abril de 1997, se denomina “Ley de preservación de la lealtad y el juego limpio en el deporte” y también se refiere a la Comisión Nacional Antidoping y al Registro Nacional de Sanciones Deportivas. Que no se aplica como corresponde, resulta bastante obvio.
Por lo pronto, el artículo 18 determina que “el gasto que demande el cumplimiento de la presente ley será atendido con el presupuesto de la Secretaría de Deportes de la Nación”. Hoy, el laboratorio del CENARD funciona con tecnología que sería de última generación, gracias al apoyo económico que recibió de la AFA en materia de equipamiento. Más allá del comentario que hizo el doctor Eduardo Ciarrochi (dijo que sus aparatos son obsoletos y le sugirió a Albornós impugnar el análisis que le detectó nandrolona), lo cierto es que el laboratorio que depende de la Secretaría de Deportes ha recibido críticas desde la gestión del menemista Livio Forneris a la fecha.
En noviembre de 1994, algunos profesionales de esa área fueron sancionados cuando se comprobaron irregularidades en un control colectivo a los planteles del Platense y Gimnasia tras un partido disputado el 12 de junio de ese año. El juez federal de San Isidro, Roberto Marquevich, tuvo el caso en sus manos por un presunto doping que arrojaba metabolitos de cocaína. Fueron tales las desprolijidades que los jugadores quedaron desligados de cualquier responsabilidad, Forneris resultó interpelado en el Congreso y derivó la responsabilidad hacia sus subordinados. Entre ellos estaba el doctor Néstor Lentini, quien defendió su tarea en el CENARD y denunció amenazas telefónicas.
Los cuestionamientos se extendieron a las muestras tomadas durante los Juegos Panamericanos de Mar del Plata organizados en 1995. El 25 de julio de 1997, una bióloga que trabajó en el laboratorio, Claudia Montes, aconsejó que no debían realizarse allí los controles a los competidores que intervendrían en un Mundial de Tiro, pero sin embargo se llevaron a cabo por pedido del ex general Alais, presidente de la Federación Argentina de ese deporte. También, la misma profesional criticó a mediados del ‘98 al médico D’Angelo y al abogado Francisco Gradín –un ex asesor dela Secretaría de Deportes vinculado a Hugo Porta– por la compra de frascos para muestras de origen británico que, según ella, eran muchos más caros que otros adquiribles en la Argentina.
Pese a que D’Angelo sostiene que “el laboratorio ha venido creciendo hace cuatro años y realiza siete mil muestras por temporada, que es una cifra altísima”, las condiciones del ámbito en que se desempeña, por una curiosa variedad de razones, han sido censuradas desde la época en que trabajaba allí el doctor Lentini.
Pero también podría argumentarse, por ejemplo, que ciertos comentarios de Ciarrochi –confrontados con lo que opinan especialistas del extranjero– tienen escasa relevancia. Y es que invocar la homologación del COI para el laboratorio del CENARD cuando el Comité presidido por Juan Antonio Samaranch está seriamente cuestionado por su política ante el doping, le resta fundamento a la crítica. En noviembre de 2000, Alessandro Donati, un especialista italiano en investigaciones sobre doping y entrenador de atletas, afirmó que “el COI no puede liderar esa cruzada porque está más ocupado en el quiebre de records y en sus futuros negocios que en la salud de los atletas, que no sólo son profesionales”. En el mismo ámbito que Donati formuló esa afirmación –la conferencia Play the Game, desarrollada en Dinamarca–, el canadiense Dick Pound, miembro del COI y titular de la Agencia Mundial Antidoping (WADA), nada pudo explicar sobre ciertas irregularidades verificadas en los Juegos Olímpicos de Sydney.
Aquí, mientras tanto, la polémica en torno de los controles continúa vigente, los deportistas sancionados sobre la base de leyes antidoping que no se cumplen pueden ganar un juicio si se lo proponen y, la AFA, gracias a su saludable situación económica, financia mejoras en un laboratorio que le pertenece al Estado porque maneja mucho más dinero que la Secretaría de Deportes.

 

 

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