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La edición de la vida real parece más interesante que la vida real

El programa inicial del proyecto �Gran Hermano� midió 14.8 de rating. Pero el fuerte del envío serán las síntesis diarias de treinta minutos.

Alejandro Rastuccia. Eleonora Gonzalez. Fernando Navarro.

Por Carlos Polimeni

Los 14.8 puntos de promedio de la edición del sábado tradujeron a cifras la impresión generalizada: no fue el inicio lo mejor que tenía para proponer “Gran Hermano”, que está predestinado a ser algo así como el cuco del rating de la temporada televisiva argentina. De hecho, el programa de lanzamiento apenas superó por 3 décimas la medición (14.5) lograda el día anterior por la telenovela colombiana “Yo soy Betty, la fea”, que también emite Telefé. Para comparar expectativas y realidades, el comienzo de “El sodero de mi vida”, por el 13, a principios de mes, generó un rating de 30 puntos. No es bueno pensar que arrancar el sábado a la noche condiciona las mediciones de rating, si se tiene en cuenta que el año pasado Nicolás Repetto, que está a punto de comenzar su “Sábado bus” en el 13, le daba a las noches de Telefé mediciones promedio superiores a los 25.
La explicación al discreto rating inicial de “Gran Hermano” es clara: el lento proceso de comienzo de las acciones en la casa fabricada para este reality show de la vida real pareció a contramano con el espíritu dinámico que identifica al género. Anoche, cuando Telefé emitió de 20.30 a 21 un resumen de las 24 horas previas, como hará durante 109 días más, de lunes a viernes, la sensación era totalmente diferente: en la edición de la vida real parecía haber mucho más interés que en la vida real. Una cosa es la verdad, y otra la verdad televisiva. La verdad está llena de tiempos muertos, palabras a medias y azares. La verdad televisiva está iluminada a giorno, tiene libretistas, está editada. Un envío de media hora puede transformal un día trivial de doce personas obligadas al encierro en una sitcom atrapante.

Gastón Trezegger.
Gustavo Judurcha.
Lorena del Valle G.

Si no colaboró en mucho con la primera emisión la tarea de animadora de Soledad Silveyra –aunque, seguramente, peor sería Tommy Dunster actuando-, es obvio que cuando el próximo sábado se emita el segundo especial de dos horas del programa las cosas habrán cambiado. Empezará el proceso por el cual entre los doce participantes y el público se eliminarán postulantes a la fama y el dinero, y los interesados habrán ido aprendiendo la mecánica. Para entonces, ya todos los participantes serán duchos en la actuación: no hay que olvidar que, para sobrevivir, deben convencer al soberano de que merecen seguir. No es fácil para nadie hacer como que está viviendo con normalidad mientras detrás de las paredes se afanan directores, guionistas, productores, sonidistas, asistentes. La edición de cada día, por otra parte, premia a aquellos que sepan captar la esencia de este juego perverso, y castiga a aquellos que remoloneen o se retoben. No hay que olvidar que la mayoría de la gente votará por eliminar a tal o cual –luego de una primera elección de los participantes–, con información en gran medida originada por los resúmenes.

Martin Viaña, galancete.
Natalia Fava, modelo
Patricia Villamea

Pero hay un mundo fuera del mundo de Telefé, que es el mundo de “Gran Hermano” visto por DirecTV o por la página www.granhermano.terra.com.ar. En la señal satelital, el espectador tiene acceso a cuatro ediciones diferentes de cada momento (en los canales 611, 613, 615 y 617) y a una quinta pantalla (canal 609) donde puede ver en simultáneo, con la pantalla dividida en cuatro, esas las ediciones paralelas. Se supone que si los participantes avanzan en las relaciones interpersonales –es decir, si se miman, se besan, se aman, se acuestan, etc.–, la moral de Telefé recortará de acuerdo al gusto del Comfer para el horario la realidad–real, pero no podría hacer lo mismo DirecTV, donde todo se daría en directo. Salvo, claro, que los directores que manejan las cámaras tengan un manual diferente del de los voyeurs. El programa no tendría sentido –de ahí devino gran su éxito en Holanda, España, Italia, EE.UU, etc,– si no fuese una apuesta desenfadada a considerar el voyeurismo como una de las bellas artes. Por eso es que en el resumen de anoche los guionistas eligieron las escenas de masajes, las de cambios de ropas y las del baño como parte importante del resumen. Centenares de miles de espectadores mirando alunísono a alguien que hace como que no sabe que lo estarán espiando mientras se ducha, se desviste, masajea, flirtea.
La página de Internet, en tanto, aporta un toque a la vez fashion y propagandístico. Notas que parecen las de las peores revistas del medio cholulo –”Infidelidad en ‘Gran Hermano’”, decía un titular ayer, mientras el texto reseñaba que los participantes habían conversado sobre el tema– se mezclan con los datos básicos de esta ficción que cruza los mundos de “Expedición Robinson” y “La Casa”, intentando un marco superador, una especie de marketing absoluto del que casi nadie puede abstraerse. Anoche, en la página las favoritas de la gente eran la morocha Patricia, con 27 por ciento de aceptación, y la rubia Tamara, con 14. A Fernando le iba mal con sólo 1 punto.
Hablar del “Gran Hermano” era para George Orwell, cuando 1984 era el futuro y no el pasado, una forma de denunciar las operaciones totalitarias que convierten a los ciudadanos en piezas de rompecabezas que no ven. En el año que Stanley Kubrick eligió para situar odiseas espaciales, hablar de “Gran Hermano” es hablar de la televisión.

Santiago Almeyda, 26.
Tamara Paganini
Verónica Zanzul, 24

 

 

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