Por Julio Nudler
Con su renuncia, José
Luis Machinea y sus colaboradores saltaron fuera de las vías cuando
sintieron que se les echaba encima un golpe de mercado. Sabían,
además, por experiencia que cuando la corrida se llevara una buena
porción de las reservas, serían echados a puntapiés.
Como no deseaban pasar otra vez por esa desagradable vivencia ni ser responsabilizados
del desastre, buscaron resueltamente la puerta de salida. Pero se fueron
sabiendo que el equipo entrante de Ricardo López Murphy heredaría
el mismo peligro. Para no complicarle aún más la situación,
decidieron guardar silencio y dejarle a la gente de FIEL tres figuras
clave del elenco: Julio Dreizzen, que es quien debe conseguir la plata;
Nicolás Gadano, que es quien autoriza o bloquea cada gasto, y Oscar
Cetrángolo, negociador del debe y haber con las provincias. Pero
ninguna ayuda es mucha. Al menos hay confianza en que el Fondo Monetario,
enfrentado al desvío de las metas fiscales comprometidas para la
obtención del blindaje, apretará pero sin ahogar. La razón
es simple: lo último que necesita el FMI es un incendio en la Argentina.
Esto significa, en la práctica, que se conformarán con que
Economía se comprometa a reabsorber en los últimos meses
del año el exceso de este primer trimestre, a medida que se afiance
la reactivación. Con este acuerdo ganarán tiempo las dos
partes y, llegado el momento, si la economía no se reactivase,
reemprenderían la negociación, como siempre ocurre. De hecho,
la recaudación tributaria fue proyectada para todo el 2001 dando
por sentado que la economía ya había arrancado, pero la
realidad es que no lo hizo. Lo que atina hasta ahora es a moverse en zig
zag, básicamente estancada. Es por esta razón que el déficit
tiende naturalmente a los $ 8000 millones, y no a los 6500 dibujados en
noviembre con el Fondo.
La realidad, y esto lo sabe bien el primer equipo que tuvo Fernando de
la Rúa, es que el problema del gasto público no está
en los sueldos de los empleados sino en los intereses de la deuda. Los
sueldos de bolsillo en la administración nacional dicen de
memoria no llegan a $ 6000 millones, y de intereses hay 11.500 millones.
Además, los servicios de la deuda crecen casi diez veces más
rápido que la recaudación, que difícilmente se acelere
mientras perdure la recesión. De algún modo, encarar el
ajuste a través de la poda del gasto es elegir el camino más
difícil. Después de cuatro años de Pablo Guidotti
y más de un año de Mario Vicens en Hacienda, no es fácil
descubrir erogaciones suprimibles.
En el equipo retirado reconocen que sus sucesores han sabido dar el golpe
táctico de instalar la reforma administrativa como asunto crucial
en el centro de la escena, y encima de ello poniéndola en manos
de un ultra como Manuel Solanet. Pero ahora tienen que hacerla, advierten,
y exponerse a que los gremios paralicen sectores del Estado durante meses.
Será entrar en una guerra, buscando imponer una concepción
extrema, en la que se declaran prescindibles funciones esenciales de un
Estado moderno. En el proceso de achique, éste perdería
los mejores cuadros técnicos que todavía le quedan. Parece
claro que, con el actual nivel de actividad económica, para alcanzar
el equilibrio es preciso cercenar buena parte del Estado. Si esto es inviable,
la verdadera prioridad es salir de la deflación. Sin ello no hay
solución. Pero nadie, ni en el equipo anterior ni en el actual,
parece saber realmente cómo lograrlo.
En verdad, lo que hace falta está claro: ponerle plata en el bolsillo
a la gente, e infundirle confianza (expectativas) para que se anime a
gastarla, e incluso a endeudarse. Más complicado es encontrar el
modo de reunir esos dos ingredientes. Pero, en todo caso, López
Murphy ni siquiera intenta moverse en esa dirección. Su receta
es cortar gasto público, que es lo contrario a entregar más
dinero, y aplicar un ajuste que, de entrada, inducirá a los consumidores
a abstenerse preventivamente de gastar. Siendo así no habría
otra alternativa que sentarse a esperar quese agote la deflación,
que va a cumplir ya tres años, lo cual puede ocurrir el día
en que haya conseguido provocar una mejora suficiente en la competitividad
argentina.
La espera podría acortarse si Estados Unidos siguiese reduciendo
la tasa de interés, si el dólar se depreciara frente al
euro y si subieran los precios de los productos básicos que exporta
la Argentina, con lo cual podría intensificarse la afluencia de
capitales y aumentar la capacidad de repago del país. Todo en condicional.
Todo tal vez sí, tal vez no.
CON
UN VIEJO PROYECTO, COLOMBO TRABO LA PRIVATIZACION DEL NACION
La mitad de la AFJP sí, el Banco no
Por Raúl
Dellatorre
La idea original había
sido de Chrystian Colombo, cuando aún era presidente del Banco
Nación, y ahora la retomó desde la Jefatura de Gabinete:
poner en venta el 50 por ciento de Nación AFJP, lo que sumaría
a las arcas del Tesoro nacional unos 150 millones de dólares, si
los vientos del mercado soplan a favor. La implementación correrá
por cuenta de Enrique Olivera, titular del banco estatal, quien ya habría
encargado la búsqueda de una consultora para el estudio de mercado
correspondiente. José Luis Machinea había lanzado la propuesta
en octubre pasado, pero nunca la llegó a implementar. Ahora, frente
a la embestida del clan de FIEL desembarcado en el Palacio de Hacienda
para privatizar el Banco Nación, Colombo le salió al cruce
desempolvando su viejo proyecto. Más que la conveniencia, primó
la necesidad de calmar las aguas que se encresparon con la inoportuna
sugerencia de los coroneles que secundan a Ricardo López Murphy.
Los nuevos funcionarios de Economía no se preocuparon demasiado
por desmentir la versión surgida de sus propias entrañas:
la intención de privatizar el Nación. Por el contrario,
el resistido secretario para la Modernización del Estado, Manuel
Solanet, irritó a sus enemigos al señalar que estamos
estudiando todas las alternativas de privatización que aún
restan en el gobierno. Ayer, el diputado frepasista Rafael Flores
le respondió que no debería quedar un minuto más
en su puesto si como funcionario de segunda línea,
como lo es, está trabajando sobre la posibilidad de privatizar
el Banco Nación, contradiciendo la propia palabra presidencial.
Al término de la reunión de gabinete, Colombo trató
de cambiarle el tono al planteo, señalando que en las futuras
medidas no está contemplada la privatización del Banco de
la Nación, sino lo que el Gobierno ya había previsto: la
búsqueda de un socio estratégico para el área previsional
del Banco. La misma idea que él había planteado desde
la presidencia del Banco Nación a principios del 2000, siguiendo
el modelo adoptado por el Banco Provincia en su sociedad con el Banco
Santander, y que Machinea relanzó en octubre de ese año
pero no llegó a concretar.
La propuesta se sostiene en el tiempo, pero con diferentes objetivos.
En su versión original, Colombo buscaba capitalizar el grupo Nación
para encarar nuevos emprendimientos. Cuando Machinea la retomó,
la intención explicitada era financiar una rebaja de impuestos
a la producción. Ahora, en su tercera versión, su objetivo
es todavía más modesto: cubrir parte del bache fiscal previsto
para este año.
Un ex funcionario de primera línea del equipo de José Luis
Machinea evaluó ayer, al ser consultado por este diario, que hoy
la situación del mercado es más negativa que en octubre/noviembre
del año pasado para atraer a un socio estratégico para Nación
AFJP. Es falso que nosotros tuviéramos un candidato, como
se dijo entonces, pero no hubiera sido difícil conseguir interesados
en pagar 150 a 200 millones de dólares por la mitad de la AFJP;
hoy tendría que esperarse una mejora en el clima de los mercados
o, de lo contrario, resignarse a recibir un precio menor, manifestó.
A tono con la corrección de rumbo que intentó ayer Colombo,
Olivera ordenó a su staff apurar la convocatoria a una consultora
para que proponga la mejor forma de captar uno o más socios estratégicos.
Con el hecho consumado según la interpretación del
Gobierno, la operación no necesita de una ley previa que lo autorice,
se bloquearía la intención de Economía de abrir un
debate sobre la privatización, especulan. Pero el punto no sería
más que el emergente de un abanico mucho más amplio de controversias
que, a estas horas, enfrentan al equipo económico con el resto
del Gobierno y que siguen demorando los anuncios de sus primeras medidas.
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