Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


GABRIELA VASQUEZ DEJO EL HOSPITAL MOYANO
Claves de una noche macabra

La Justicia aceptó la recomendación del Moyano y la mayor de las hermanas vive ahora con un tío. Aquí, un psiquiatra que la atendió cuenta cómo se llegó a la noche en que murió Vásquez.

Las dos hermanas Vásquez –Gabriela a la izquierda– y su padre en otros tiempos.
En el Moyano concluyeron que Gabriela “no
es alienada mental en el momento actual”.

Por Alejandra Dandan

Fue conocida como una de las hermanas de Saavedra que hace un año mataban al padre en un rito satánico. Ahora es sólo Gabriela Alejandra Vásquez: la hermana mayor, declarada inocente por la Justicia, ha salido del hospital Moyano donde pasó los últimos siete meses. Mientras Silvina sigue en la Unidad Penal para enfermos psiquiátricos, ella vive desde hace una semana en Berisso a cargo de un tío. La justicia civil ordenó su externación. Página/12 mantuvo una entrevista con uno de los médicos que siguió su evolución y aconsejó que dejara el hospital. Según este profesional, hubo una estructura familiar que determinó en Gabriela una “falla en la construcción del proceso lógico de pensamiento y la tendencia a sostener como reales, parámetros mágicos que motivaron su predisposición autosugestiva”. Esa sugestión fue colectiva durante el ritual donde su hermana menor mató a su padre. “Fue una locura de a tres”, dicen los médicos sobre ese escenario en el que Gabriela terminó paralizada detrás de los surcos que la hermana iba abriendo en el cuerpo quietísimo del padre.
La capacidad autosugestiva y la presencia casi perpetua de ese pensamiento, que el psiquiatra define como mágico, fue constante en la historia de Gabriela. Mágico, aclara, porque no hay relación lógica entre causas que motiven la interpretación de una acción y sus consecuencias. Por eso, entre las recomendaciones de los peritos se incluye el “reaprendizaje del pensamiento lógico”.
Gabriela era apenas adolescente cuando se fue de su casa. Vivía hasta entonces con sus padres y Silvina. “Mantenía fuertes discusiones con la madre y no aceptaba los límites que le marcaban –explicó el psiquiatra, quien aceptó el diálogo a condición de no dar a conocer su nombre–. Durante ese tiempo mantuvo distintas relaciones.” La muerte de la madre marcó un nuevo quiebre. Gabriela volvió con su familia ya instalada en el barrio de Saavedra. “Ella volvió intentando reconstruir el vínculo familiar; tenía la ilusión de integrarse a la familia.” A partir de allí, considera el psiquiatra, pudo gestarse una relación de abuso o alguna patología edípica: “Donde el amor filial –sigue– termina erotizándose”.
El 27 de marzo del 2000 se articularon tres elementos: emoción violenta, ingestión de psico-fármacos y una situación contextual de alienación. En distintos grados, ésos fueron los disparadores de un ritual macabro al que nadie pudo ponerle freno.
Durante dos días las hermanas estuvieron encerradas con su padre en la casa. Habían seguido las instrucciones de un ritual de purificación inspirado en los cursos que tomaban en Centro Alquímico Trasmutar. Hubo rezos y gritos prologados a lo largo de una noche, que produjeron la denuncia de los vecinos. Gabriela contó mucho después que la policía estaba allí, fuera de su casa, cuando su padre estaba aún vivo. Cuando entraron, Juan Carlos Vásquez tenía más de cien cortes en la piel.
Para el ritual Silvina preparó un conjuro. “Gabriela creía que su hermana se había equivocado con las proporciones porque los tres estuvieron con diarrea durante varias horas”, explica el médico mientras considera los inciensos también entre los posibles estimulantes del proceso de alucinación. Esos “consumos pudieron alterar su capacidad crítica, pero también –advierte– lo mágico contagia, genera sugestión.”
El escenario estaba listo: “Estaban los tres desnudos, probablemente eso erotizó a la más chica. Habrá visto a la mayor como competidora frente al amor del padre. Al padre lo habrá pensado como traidor”.
A lo largo de la internación, Gabriela dio pistas a los cinco psiquiatras que la atendieron sobre las causas de ese brote psicótico que provocó la pesadilla. Entre las inmediatas, los médicos pudieron determinar la existencia de un problema económico que disparó obsesiones en los tres. “Hubo un período en el que la familia no pudo pagar más el alquiler de la casa y empezaron a adjudicarlo a la envidia o a `trabajos’ negativos que les estaban haciendo”, explica. Fue a raíz de esa situaciónque habrían decidido acudir a Trasmutar. Pero no sólo las hermanas: también Juan Carlos habría estado vinculado con ese centro. Allí aprendieron a “comunicarse con los ángeles” y algo de exorcismo.
Las hermanas usaron esos saberes en marzo. En el caso de Gabriela se trató, según los médicos, de un brote psicótico. En Silvina, en cambio, el diagnóstico fue de esquizofrenia: “Si cuando cualquiera está frente a una película de Freddy, se asusta y tiene pesadillas –ejemplifica el médico-, para ella la película funciona durante todo el día como real”. Sin la posibilidad de distinguir la ficción, el esquizoide de este tipo “pierde la capacidad de juicio, tiene trastornos perceptivos: fue lo que ocurrió en este caso, donde ella oía voces todo el tiempo, deliraba, impostaba la voz”.
El Juzgado Civil 102 de Martín Irigoyen llevó la última parte del proceso de Gabriela. Allí llegó su causa después del fallo penal donde se determinó su inocencia (ver aparte). No fue declarada inimputable como Silvina. “Fue sobreseída –explica una fuente de la causa–: ella fue víctima y quedó desvinculada del fuero penal porque no tuvo nada que ver con el crimen.” Ni siquiera fue partícipe. Aun así debió pasar por el Moyano, que debía determinar si era peligrosa para sí o para terceros. Hubo siete meses de exámenes que, según los médicos, podrían haberse reducido a dos: “Pasó de admisión a la terapia de corto plazo esperando el fallo del juez”.
En el juzgado hablan de Gabriela como de una persona normal: “¿Usted la conoció? –pregunta quien responde a la consulta–: Es una persona normal, como usted o como yo”. Esa misma impresión fue la de los defensores y la que repite ahora el psiquiatra: “Los trastornos de la personalidad que tiene exigen que sea atendida en la intimidad de un análisis, debe revisar ahí la historia con el padre y la madre: nada diferente de lo que cualquiera haría”. En diciembre todos coincidieron con la resolución del Moyano: “Gabriela Vásquez, Historia Clínica 84.302, no es alienada mental, demente en sentido jurídico, en el momento actual”. Por eso piden: “Debe ser externada. Debe seguir tratamiento ambulatorio, psico-farmacológico y psicoterapéutico”.
Ahora el caso está cerrado.

 

La decisión de liberarla

Cuando terminaba el año, el juez Martín Irigoyen a cargo de la causa civil de Gabriela Vásquez pidió al Cuerpo Médico Forense el examen que definió la externación ambulatoria del Hospital Braulio Moyano. Pero la decisión de la Justicia no se materializó hasta ahora. Gabriela había sido sobreseída el 27 de octubre del 2000.
Las pericias psiquiátricas que debían determinar si Gabriela era peligrosa para sí o para terceros, estuvieron a cargo de Lucio Enrique Bellomo y Lydia Corteccilos, del Cuerpo de Médicos Forenses. En setiembre, diagnosticaron síndrome pseudoesquizoide con intervalos semilúcidos. Pero un mes más tarde, una junta médica del Moyano determinaba que estaba en condiciones de ser dada de alta.
En diciembre su tío Pascual pidió la intervención de la Defensoría de la Ciudad de Buenos Aires para acelerar la salida de su sobrina. Gabriela salió el fin de semana de Navidad, pero después volvió al hospital por orden del juez. Una denuncia pública del director del Moyano, Néstor Marchant, sobre la degradación psicológica que para Gabriela significaba permanecer internada apuró finalmente la salida.
Silvina, declarada inimputable, está internada en la Unidad 27 del Servicio Penitenciario, en un sector del Hospital Moyano.

 

PRINCIPAL