Por Gabriel A. Uriarte
Luis González Macchi
estaba ayer bajo asedio. En todo sentido. Físicamente, el presidente
paraguayo fue sitiado cuando una enorme marcha de hasta 30.000 campesinos
inundó las calles de la capital Asunción para converger
en su palacio presidencial. Macchi había ordenado el día
anterior la activación de 10.000 agentes de policía para
vigilar la protesta, y puso a su Ejército en estado de alerta.
Pero ayer estas fuerzas se limitaron a observar, y no hubo choques. La
calma sólo subrayaba que la manifestación no era más
que el trasfondo de una crisis política que ha dejado sin apoyos
al gobierno. El presidente intentó ganar tiempo con un recambio
masivo de su gabinete y el anuncio de un paquete de emergencia económica.
Pero esta jugada no satisface a ninguno de sus enemigos. Los sindicatos
y organizaciones campesinas quieren más gasto estatal, no menos.
Y gran parte de la clase política está considerando que
sería mejor que el ajuste fuera implementado por el vicepresidente
Julio Yoyito Franco, quien al menos fue electo popularmente.
A González Macchi, es cierto, no lo votó nadie. Como presidente
del Senado, asumió la presidencia luego de que el presidente oviedista
Raúl Cubas fuera derrocado en 1999 por un golpe parlamentario,
gatillado por el asesinato del vicepresidente Luis María Argaña.
El nuevo presidente insistió en terminar el mandato de Cubas, es
decir gobernar hasta el 2003. Y sus aliados políticos cerraron
filas ante el peligro de una restauración oviedista, desde el Ejército
o desde sus partidarios campesinos. González Macchi pasó
así a ser el titular formal de un Estado dedicado a la extirpación
del oviedismo de la política paraguaya. El Ejército fue
purgado varias veces la última después de un misterioso
golpe fallido el año pasado, como también lo fue el
Partido Colorado, cuya ala oviedista fue expulsada o cooptada. Para comienzos
de este año, con Oviedo apresado en Brasil y su movimiento político
dispersado, se podía decir que el gobierno de Macchi había
cumplido su misión histórica.
Este agotamiento es la clave de su actual crisis. El presidente resistió
con éxito llamar a elecciones, pero la presión popular e
internacional lo obligó a abrir el cargo de vicepresidente a votación
popular. No obstante el despliegue de todos los recursos a favor del ministro
de Defensa Nelson Argaña, el opositor Franco obtuvo la victoria
con una amplia mayoría. Esto creó el primer foco legítimo
para la oposición, y esa oposición cobró impulso
con la profundización de la crisis económica. En estos momentos
el déficit fiscal supera los 400 millones de dólares, y
el Estado está a las puertas de la cesación de pagos. Como
en la Argentina, el gobierno centró todos sus esfuerzos en ajustar
el gasto. Pero ya no parece contar con el margen político para
hacerlo.
Sólo les queda reprimir las movilizaciones sociales,
estimó ayer Alberto Areco, líder de la Federación
Nacional Campesina que organizó la marcha. El Ejército,
sin embargo, no parece muy dispuesto a sacrificarse para mantener en el
poder a Macchi. De hecho, el estado de alerta que se proclamó anteayer
sólo afectó a una pequeña proporción de las
fuerzas, lo que hace pensar que el objetivo de la medida era neutralizar
al mismo Ejército, evitando insurrecciones con la movilización
del sector leal. El presidente podría sostenerse inercialmente
en el apoyo de los políticos paraguayos a su plan de ajuste. Pero
la propuesta del vicepresidente Franco amplia contención
del gasto público y control de la política monetaria y fiscal
es escasamente distinta. Así, lo único que Macchi tiene
para ofrecer es su propia persona. No es raro que esté alarmado.
QUIERE
IR A HABLAR CON CAPUCHA
Marcos vs. el Congreso
Por Juan Jesús
Aznárez
Desde
México, D. F.
El Subcomandante Marcos entró
en su primera colisión con el Congreso al rechazar la propuesta
parlamentaria de reunirse con 10 senadores y 10 diputados, y exigir hablar
ante el pleno: ante los 500 diputados y 128 senadores para defender el
proyecto de ley sobre derechos y culturas indígenas redactado en
1996, año en que quedó interrumpido el proceso de paz en
Chiapas. La propuesta fue desestimada por ridícula
y humillante y porque refleja el triunfo de los sectores
más duros del Congreso, aquellos que pretenden torpedear el proceso
de paz antes de que se inicie.
La respuesta de Marcos desató airadas reacciones entre los dos
partidos mayoritarios, el conservador y gubernamental Partido Acción
Nacional (PAN) y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), y se produjo
la noche del martes en una conferencia de prensa-mitin desarrollada en
la Escuela de Antropología e Historia (ENAH), domicilio de los
24 jefes guerrilleros desde su llegada a Ciudad de México el pasado
domingo. La propuesta cursada a través de la comisión parlamentaria
que trabaja por la paz en Chiapas desde 1995 relega un reclamo histórico
al nivel de una comparecencia de un funcionario de segunda categoría
según Marcos. Frente a un consenso nacional, es muy
poco racional que el Congreso salga con una propuesta de reuniones en
lo oscurito. No aceptamos el diálogo vergonzante con el Congreso.
El acceso de los zapatistas, encapuchados todos, a la tribuna de oradores
ha dividido a los legisladores mexicanos: unos defienden su comparecencia
si con ello se facilita una solución negociada del alzamiento armado
de enero de 1994 en el empobrecido estado sureño y otros aceptan
su presencia sin capucha o consideran sus exigencias como el chantaje
de un grupo armado a un Congreso elegido democráticamente.
* De El País de Madrid, especial para Página/12.
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