Por Diego Fischerman
Algo había dejado de
pasar en las décadas anteriores. El jazz moderno seguía
siendo el que era en los 60 y 70. Había pasado el viento fugaz
(y fugazmente pasado de moda) del jazz rock, habían pasado los
dos o tres imitadores del sonido de Pat Metheny y cualquier observador
casual no demasiado informado podría haber pensado que estaba en
Jazz & Pop, en La Oreja, en la vieja Trastienda de Thames y Gorriti
o, más atrás, en el Jamaica. Los nombres, más gastados,
con menos ideas y en muchos casos sufriendo la competencia desleal de
la llegada en masa de músicos extranjeros de primer nivel, seguían
siendo los mismos. Y algo empezó a pasar en los últimos
años.
Una importante cantidad de discos nacionales de jazz capaces de ser comparados
de igual a igual con los extranjeros, nuevos lugares donde tocar, mayores
intercambios y, sobre todo, nueva música. Ernesto Jodos es uno
de los emergentes más claros de esa movida. En proyectos junto
al contrabajista Hernán Merlo, el guitarrista Guillermo Bazzola
o con sus propios grupos, este pianista notable viene mostrando no sólo
una técnica y un dominio instrumental capaces de asombrar al propio
Michael Brecker -a quien acompañó en su clínica de
la semana pasada sino, sobre todo, que no le teme al riesgo estético
y que el género tiene todavía mucho para decir, aunque sea
en un lugar tan marginal para la historia del jazz como Buenos Aires.
Una muestra de esa capacidad de aventura es el ciclo de tres jueves que
Jodos culminará hoy a la noche en Notorious al frente del mismo
sexteto con el que grabó el año pasado un álbum excepcional
(con Enrique Norris en corneta, Natalio Sued en saxo alto y clarinete,
Carlos Lastra en saxo tenor y soprano, Merlo en contrabajo y Sergio Verdinelli
en batería). Hace dos semanas fue un trío con Merlo y Verdinelli
(con Lastra como invitado) y hace siete días fue el turno de uno
de los grupos más originales e interesantes surgidos en los últimos
tiempos, su trío con Martín Iannacone en cello y Verdinelli
en percusión. El concepto camarístico ya aparece preanunciado
en la propia configuración tímbrica. Un cello tiene, en
teoría, las mismas posibilidades de un contrabajo y puede ceñirse
perfectamente a la función que es habitual en este instrumento.
Pero, obviamente, sería poco interesante tener un cello para eso
y tanto Jodos como Iannacone lo saben. El cellista, con afinación
impecable tocando con arco y pizzicato, imaginativo en sus solos y tan
creativo como solidario en el papel de acompañante, se mueve con
comodidad en los bajos y se dispara sin dificultad hacia un rico contrapunto
con el piano y la percusión. La función de Verdinelli, en
ese sentido, va mucho más allá de la mera marcación
rítmica, jugando no sólo a seguir a los demás sino
también a proponer y servir de guía.
El dato principal, no obstante, lo aporta el pianista, en particular porque
su genealogía es totalmente distinta de la habitual en Argentina.
Sus fuentes parecen estar más cerca del Paul Bley de principios
de los 60 (melodías angulares, interválica amplia, regodeo
en el cromatismo, subdivisiones rítmicas inesperadas, armonías
sumamente laxas) que de los boppers de los 40 o de los dos o tres iconos
de los 60 y 70 que aquí llegaron a ser populares (Hancock, Corea,
Jarrett). Y, sobre todo, en su concepción aparece una relectura
del free (formas libres, atonalidad, independencia rítmica entre
los distintos instrumentos) que en este paísprácticamente
no tuvo tradición propia. Son varios los grupos con cello que aportaron
lenguajes nuevos al jazz (Abdul Wadud con Anthony Davis o con James Newton,
algunos de los workshops de Charlie Mingus, el Clusone Trío). Este
grupo llamado de manera inquietante Cambio de Celda no sólo
no desentona en esa compañía sino que pone en escena hasta
dónde el jazz sigue siendo un lugar posible para las sorpresas.
PUNTOS
Los deseos y Beckett
En una nueva avanzada sobre el teatro, el Centro Cultural de España
(ICI) acaba de concretar una primera coproducción entre una
sala teatral independiente española y otra local. Participan
de este acuerdo la prestigiosa Sala Beckett de Barcelona y la siempre
activa El Callejón de los Deseos, de Humahuaca 3759, donde
el jueves 19 se estrenará el primer trabajo conjunto auspiciado
por el centro. El título de la obra es Fuera de cuadro; su
autor, Javier Daulte y la dirección, de éste y la
actriz Gabriela Izcovich. A manera de anticipo del debut, el español
Toni Casares, titular de la sala barcelonesa, dictará hoy
a las 19 una conferencia alusiva en la sede del ICI (Florida 943),
con entrada libre y gratuita. Según Casares, el ideario de
la programación de la Beckett radica en la palabra: Una
especie de confianza ciega en la palabra y en su ilimitada capacidad
de hacerse acción. Fundado por la Compañía
Teatro Fronterizo, del dramaturgo valenciano José Sanchís
Sinisterra, el espacio se ha convertido en lugar de encuentro de
importantes autores y directores. Entre otros, estrenaron y presentaron
obras propias los catalanes Joseph Bernet i Jornet y Sergi Belbel,
el inglés Steven Berkoff, los argentinos Roberto Cossa, Javier
Daulte y el alemán Botho Strauss.
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