Por Eduardo Videla
Uno de cada diez automovilistas
que circulan a la noche por las calles de Buenos Aires ponen en riesgo
su propia vida y la de terceros, al conducir su vehículo con una
importante dosis de alcohol en la sangre. Semejante amenaza surge del
primer informe sobre control de alcoholemia realizado por el gobierno
porteño que arrojó, entre otros datos, que los mayores índices
se registraron en jóvenes de 18 a 25 años con marcas
de 2,5 gramos por litro de sangre, cuando a los 4 gramos ya se produce
el coma alcohólico, que los días de mayor consumo
son los viernes, sábados y domingos y que en algunas zonas, como
en el barrio Las Cañitas, el 22 por ciento de los automovilistas
controlados tenían un nivel de alcohol en sangre que generaba un
peligro potencial. Como dato adicional, el relevamiento permitió
saber que el 80 por ciento conduce sin colocarse el cinturón de
seguridad. Los controles continúan, como parte de una campaña
de seguridad vial, que ya se extendió a los choferes de ómnibus,
taxis y camiones y que aspira convertirse en una metodología permanente.
Los operativos de control de alcoholemia se iniciaron el 19 de diciembre
último. Hasta mediados de febrero, se realizaron en total 4305
controles, seis días por semana de jueves a martes,
entre las 0 y las 6 horas, exclusivamente en automóviles particulares
y motos.
El análisis de los datos hasta mediados de febrero arrojó
que en el 5,07 por ciento de los casos se registraron niveles de alcohol
superiores a 0,50 gramos por litro de sangre, esto es, un estado de intoxicación
alcohólica sancionable por aplicación de la Ley de Tránsito.
En tanto, el 5,38 por ciento registró marcas que oscilan entre
0,20 y 0,50, que si bien no resulta punible, genera en el conductor
respuestas reflejas disminuidas.
Los operativos estuvieron a cargo de personal de la Policía Federal,
aunque los tests fueron realizados por personal especialmente capacitado
del Cuerpo de Auxiliares Vecinales. La adhesión de los conductores
al control es prácticamente masiva: solamente nueve personas sobre
más de 4300 se negaron a someterse a la prueba, dijo a Página/12
la directora de Seguridad Vial, Leticia Piris, responsable del programa.
Los automovilistas que se sometieron al control debieron soplar una boquilla
de plástico descartable, conectada a un alcoholímetro homologado
por la Cátedra de Toxicología de la Facultad de Medicina
de la UBA. A los que superan la marca de 0,50 se les hace un acta
de infracción y se los demora hasta que el nivel de alcohol en
sangre descienda por debajo de ese nivel, explicó Piris.
El alcohol en sangre desciende a razón de 0,20 gramos por litro
cada hora, siempre que el hígado funcione correctamente.
En cuanto a los conductores a los que se les detecta entre 0,20 y 0,50,
como no están en infracción según la ley, se
les pide que manejen con precaución y durante el menor tiempo posible,
agregó la funcionaria.
Según los especialistas, a partir de los 0,15 gramos por litro
de sangre se produce, además de la pérdida de reflejos,
un efecto de visión tubular, por el cual se concentra la visión
en lo que está adelante y se pierde la perspectiva lateral,
agregó Piris.
El informe cita antecedentes de este tipo de controles. En 1997, en operativos
realizados los sábados y domingos, las infracciones oscilaban entre
el 4 y el 5 por ciento. En el 2000, la cifra ascendió al 7,33 por
ciento. Se trató de campañas que no tuvieron continuidad.
Ahora, en cambio, por indicación del secretario de Justicia y Seguridad,
Facundo Suárez Lastra, se pretende que la campaña se perpetúe,
de manera que los conductores sepan que el control es permanente.
La directora de Seguridad Vial puso el ejemplo de España, donde
después de un control intensivo en la denominada ruta del
bacalao, el índice de accidentes bajó un 20 por ciento.
De acuerdo con el estudio realizado en el gobierno porteño, la
curva de consumo se mantiene estable durante los días de semana,
mientras que los picos de consumo se registran en las madrugadas de los
viernes, sábados y domingos. En cuanto a las edades, los picos
se registran en la franja de 18 a 25 años y en la de 31 a 40. Las
mayores molestias ante los resultados se registran en la gente grande:
muchos aseguran que toda la vida han manejado después de beber
alcohol y nunca les pasó nada, dijo Piris.
El objetivo del programa es prevenir los accidentes de tránsito
en la ciudad, que provocan la muerte de una persona por día. De
acuerdo con el informe, el 85 por ciento de los accidentes son por fallas
humanas y el 10 por ciento son por efecto del consumo de alcohol. Esos
accidentes son la principal causa de muerte en menores de 35 años.
En todos los casos se trata de muertes evitables.
La segunda etapa de la campaña, que ya está en marcha, involucra
a los choferes del transporte público y de cargas. Para eso
estamos trabajando con el Sindicato de Peones de Taxis, la UTA y el gremio
de los camioneros. Estamos haciendo una campaña muy fuerte, porque
la ley establece que para esos conductores el nivel de alcohol en sangre
debe ser cero, destacó Piris.
Finalmente, para que el programa continúe más allá
de los gobiernos, la Secretaría de Justicia envió a la Legislatura
un proyecto de ley que convierte a esta campaña en obligatoria.
La incidencia en accidentes
Por P. L.
Presumimos que el alcohol está presente en muchos
accidentes graves en la Argentina, advierte Eduardo Bertotti,
titular del Instituto de Seguridad y Educación Vial (ISEV),
y la razón es muy simple: El 25 por ciento de los siniestros
más graves se localizan los domingos, en la franja de 0 a
6 horas, es decir durante la salida del sábado a la noche,
que es cuando más se bebe.
Es que la ingesta de alcohol incrementa en proporción
geométrica el riesgo de accidente: por una parte, porque
el alcohol ataca el sistema perceptivo, ya que distorsiona la información
visual y genera retardo en el procesamiento de los datos. Pero,
además, el alcohol causa la conocida temeridad del conductor
beodo, quien cree poder hacer cosas que, si estuviera sobrio, rechazaría.
La alcoholemia de 0,5 gramos como valor máximo, que establece
la legislación argentina, corresponde a criterios internacionales;
pero se refiere sólo a conductores particulares, ya que para
los choferes profesionales la única alcoholemia permitida
es cero, observa Bertotti.
Internacionalmente, la respuesta más efectiva es la
que se practica en Suecia y otros países nórdicos,
donde está socialmente establecido que el que maneja no bebe:
cuando salen en grupo, siempre hay uno que no bebe y ése
es el encargado de conducir; la semana siguiente le tocará
a otro. Lo importante es que, gracias a la educación vial,
la gran mayoría de la población considera que manejar
alcoholizado es un acto antisocial, casi un delito. Y para quien
no respete ese acuerdo las sanciones son fuertes: la primera vez
que se detiene a alguien por conducir alcoholizado, se le suspende
temporariamente la licencia; la segunda vez, pierde definitivamente
el derecho a conducir.
En la Argentina, en cambio los controles de alcoholemia siempre
fueron pobres y totalmente caprichosos sostiene Bertotti.
En general se utilizaron como maniobra política para mostrar
que los gobiernos se preocupaban por el tema, pero nunca se integraron
en una política de prevención.
|
|