Ya pasó lo peor, aunque lo que viene no será mejor, para
el gobierno del presidente paraguayo Luis González Macchi. Los
30.000 campesinos que habían copado anteayer Asunción se
retiraron de la ciudad sin que se produjeran mayores incidentes. Luego
de los cambios ministeriales resueltos ayer, González Macchi enumeró
las medidas del plan de ajuste anunciado anteayer: intervención
del Instituto de Previsión Social, el cierre en seis meses del
Consejo de la Vivienda, del Banco Nacional de la Vivienda, el probable
cierre del Instituto Nacional del Indígena y el Instituto de Desarrollo
Municipal y la reestructuración del Banco Nacional de Fomento,
en quiebra técnica según el FMI. El presidente también
pidió la renuncia de la plana mayor del Banco Central paraguayo.
Su titular, Washington Ashwell, obedeció, pero los directores se
negaron a hacerlo. La resistencia a los cambios anunciados provienen del
mismo gobierno. La pregunta en Paraguay es la de siempre desde hace un
tiempo: cuánto durará González Macchi en el poder.
Miembros del Consejo de Ministros se quejaron de las decisiones del presidente,
aunque prefirieron decirlo anónimamente. Opinan que no era momento
de reemplazar al canciller Juan Esteban Aguirre (por José Antonio
Moreno Ruffinelli) cuando Paraguay está ejerciendo la presidencia
rotativa del Mercosur, o al ministro de Agricultura Enrique García
de Zúñiga (por Lino Morel) cuando acecha la fiebre aftosa,
o de pedir modificaciones en el Banco Central ante la debilidad del equilibrio
cambiario y las pocas reservas para sostener al guaraní.
Como si todo esto fuera poco, según una fuente del Consejo de Ministros,
hay colegas que coinciden en que de nada mejorará el apoyo
político si se prometen las reformas económicas que anuncia
hoy el gobierno y se mantienen las mismas figuras en los cargos que deben
ejecutarlas. En tanto, el secretario técnico de Planificación
(STP), Luis Meyer, presentó el Plan Estratégico Económico,
que prevé recortes presupuestarios y un aumento de la recaudación
gracias a la exportación, con el fin de bajar el déficit
fiscal de este año a 2,1 por ciento del PBI (Producto Bruto Interno),
en vez del 4,7 por ciento del 2000.
La debilidad de González Macchi hacia dentro de su gobierno es
tan grande como la que muestra hacia afuera. La marcha de los campesinos
hacia Asunción, que se repite cada mes de marzo desde hace ocho
años, funcionó casi como escenario de la permanente crisis
de credibilidad y aun de legitimidad que sufre el presidente desde que
asumió hace dos años. Los campesinos reclaman una reforma
agraria, facilidades para créditos y en esta ocasión propusieron
hacerse cargo de la comercialización del 30 por ciento de la producción
de algodón, uno de los principales productos de exportación
de una economía agroexportadora como la paraguaya. Justamente,
los dirigentes campesinos se indignaron por la designación de Lino
Morel, directivo de la poderosa Cámara de Productores de Algodón
(CPA), como nuevo ministro de Agricultura y Ganadería. Los campesinos
consideran a la CPA como el organismo de los latifundistas.
González Macchi asumió cuando justamente los campesinos
habían invadido Asunción. Ellos y todo Paraguay se encontraron
con el asesinato del vicepresidente Luis María Argaña, en
una crisis que terminó con la huida de Lino Oviedo de Paraguay
y la renuncia del presidente Raúl Cubas. En aquel momento los campesinos
sirvieron para dar la imagen de unidad. González Macchi era presidente
del Senado y asumió hasta el 2003 al frente de un gobierno con
opositores liberales y del Partido Encuentro Nacional (PEN). Al tiempo
los liberales se fueron y ganaron las elecciones a vicepresidente. Ahora,
ni siquiera el Partido Colorado de González Macchi lo apoya decididamente.
LAS
INTERNAS MAS NEGRAS DE LA CASA BLANCA DE BUSH
La larga lengua del secretario Powell
Por Javier Valenzuela
*
Desde Washington
Una serie de lapsus en declaraciones
públicas y de discrepancias con George W. Bush están empañando
el brillo de Colin Powell, la estrella del nuevo gobierno republicano
de Estados Unidos. Powell ha resbalado en asuntos de política internacional
tan cruciales como Jerusalén, Taiwán, Corea del Norte e
Irak. La Casa Blanca y el Departamento de Estado niegan que Bush y Powell
discrepen y atribuyen el fenómeno a los problemas de ajuste
de cualquier equipo que acaba de tomar posesión.
Pero lo cierto es que Powell, la figura más popular en EE.UU. y
más respetada fuera del Gabinete Bush, desafina. Aún colean
sus graves errores de la pasada semana, cuando en una comparecencia ante
el Comité de Asuntos Exteriores del Senado dijo con rotundidad
que Jerusalén es la capital de Israel y empleó
en dos ocasiones la fórmula República de China
al referirse a Taiwán.
El Departamento de Estado está haciendo malabarismos para amortiguar
las protestas. El martes, Powell se entrevistó con líderes
de la crecientemente influyente comunidad árabe-americana y les
aseguró que él apoya la política tradicional estadounidense
que proclama que el estatuto final de Jerusalén es
algo que debe ser negociado por israelíes y palestinos. Y Richard
Boucher, portavoz del Departamento de Estado, prometió que ninguna
autoridad norteamericana volverá a emplear la fórmula República
de China al hablar de Taiwán.
Podría pensarse que sólo se trata de traspiés si
no fuera porque en otros dos asuntos Powell ha manifestado falta de sintonía
con Bush. A comienzos de mes, el secretario de Estado aseguró que
el nuevo Gobierno mantendría los esfuerzos para normalizar las
relaciones con Corea del Norte emprendidos por Bill Clinton. Menos de
24 horas después, Bush lo desautorizó, con motivo de una
visita a Washington del presidente surcoreano.
La primera gira de Powell por el Cercano Oriente también provocó
críticas entre los círculos conservadores de Washington.
Para tranquilizar a los aliados árabes de EE.UU., y sobre todo
sus opiniones públicas, Powell prometió que EE.UU. suavizará
las sanciones que padece Irak y se concentrará en reforzar el embargo
en materia de armas y tecnología militar. A su regreso a la capital
norteamericana, Powell escuchó comentarios negativos por su blandura,
y lo más grave es que procedieron del área del vicepresidente
Dich Cheney y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Los primeros
chirridos internos del gobierno norteamericano en materia internacional
son aún más preocupantes si se piensa que debe con otros
dos asuntos conflictivos como son el escudo contra misiles y la inminente
retirada de los soldados norteamericanos de los Balcanes.
*De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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