Por Martín
Pérez
Desde Mar del Plata
Callada, introvertida y siempre
con una pequeña voz dulce. Así es la típica belleza
francesa, según la bella francesa Julie Delpy. Tiene que
tener el pelo morochito y corto, y enamorar a la cámara en silencio,
agrega esta rubia extrovertida y chispeante, integrante del Jurado Oficial
del 16º Festival de Mar del Plata. Nunca pensé en mí
como la típica mujer francesa, confiesa Delpy, que llegó
a ser la nueva cara bonita del cine francés de la mano de un director
polaco: nada menos que Kryzstof Kieslowski, que filmó con ella
Blanc y Rouge. Creo que hace mucho tiempo superé ese estigma.
Hice films como Killing Zoe, en el que no soy una bella francesita. O
como Antes del amanecer, en el que hablo todo el tiempo, mucho más
de lo que lo ha hecho cualquier actriz francesa, explica, riéndose
de su ocurrencia.
Que no es sólo una cara bonita es algo que Delpy demostró
cuando presentó en el Colón su mediometraje Looking for
Jimmy. Es el único film experimental del Festival,
bromeó la actriz devenida directora al presentarlo como una comedia
sobre la vida vacía de los habitantes de Los Angeles. Filmado en
un solo día, con una cámara digital, y muy bien recibido
dos años atrás en el Festival de Locarno, Looking... es
un experimento muy divertido, una película casera bien editada
y con buenos gags, en la que se aprovechan muy bien las características
de su rodaje. No lo dirigí yo, en realidad, sino que todos
los que participamos de la experiencia, aclara Delpy, que tiene
otros dos cortos en su haber, Blah Blah Blah y Tell me.
Sin embargo, el carácter experimental del film provocó más
de un éxodo en el cine y motivó que una espectadora de avanzada
edad la increpase al terminar el film, incidente comentado con humor por
la propia Julie. Yo sabía que esto podía suceder.
Es un film para jóvenes, pero entre el público había
demasiada gente mayor, explica esta francesa impulsiva, risueña
y malhablada, que luce la pintura de sus uñas siempre descascarada
y una fascinante belleza cotidiana.
Nacida hace poco más de 31 años en París, Julie Delpy
asegura haber vivido una vida bien callejera durante su adolescencia en
Londres. No pasé por la cárcel ni por las drogas,
pero tuve muchas aventuras riesgosas. Y divertidas, dice de aquellos
años. Amante del cine desde pequeña e hija de una pareja
de actores, su debut en el gran cine no pudo ser mejor: a los 14 años
se puso a las órdenes de Jean-Luc Godard en Detective. Fue
como un sueño, porque siempre fue mi ídolo, cuenta.
Es más. Creo que una de las razones por la cuales Godard
me dio el papel a mí era porque no podía creer que una niña
de 14 años supiese tanto de su cine.
Aún habiendo comenzado por Godard, Delpy asegura que no ha dejado
de disfrutar y admirar a muchos de la larga lista de directores
que la han dirigido. Fue toda una experiencia trabajar con gente
como Kieslowski, Schlöndorff o Saura, por ejemplo, asegura.
Y agrega que, a diferencia de muchas actrices, ella suele hacerse amiga
de sus directores y luego conservar esa amistad. Me gustar seguir
en contacto con ellos y compartir ideas, cuenta. Con el único
que he pasado un mal momento fue con Leos Carax, pero todo el mundo ha
tenido problemas con él. Pero después soy amiga de Richard
Linklater, de Tavernier, Roger Avery y Agniezka Holland, enumera.
Su mayor gratitud es hacia Linklater, quien la dirigió junto a
Ethan Hawke en ese gran film romántico para la juventud de los
noventa titulado Antes del amanecer. Le estoy agradecida porque
él me impulsó a expresar mis propias ideas, algo a lo que
por entonces no me atrevía, explica Delpy, que este año
volverá a rodar junto a Linklater y Hawke. Pero al mismo
tiempo creo que fue una gran injusticia que ni Ethan ni yo hayamos recibido
crédito por el guión del film, que en un noventa por ciento
nos pertenece. De hecho, cuando se estrenó todo el mundo decía
que su escena preferida era tal o cual... ¡y la mayoría las
había escrito yo!
Al recordar Antes del amanecer, Delpy comenta que durante la reescritura
le tuvo que dar un ultimátum a los chicos. Yo era la única
mujer allí, así que les advertí que mi personaje
sólo iba a hacer el amor con el de Ethan si estaba segura de volverlo
a ver otra vez, revela Julie, que entre risas asegura
no pensar así actualmente. Por entonces yo era la romántica
y Ethan el cínico, pero ahora se han invertido los papeles. Es
como si después de haber puesto en ese film tantas de mis ideas
sobre la vida y el amor, ya no me quedasen más para mí y
ahora sólo puedo ser cínica.
Capaz de meterse un par de dedos en la boca para pegar un silbido callejero
en medio de una conferencia de prensa (así lo hizo en la presentación
del jurado ante la prensa en Mar del Plata), Delpy explica que su labor
como jurado está haciéndole darse cuenta de lo difícil
que es hacer un buen film. Lo fundamental es un buen guión,
asegura Julie, que ya tiene dos guiones listos para filmar en un futuro
cercano. Mientras tanto, se apresta a rodar de nuevo junto a Linklater
y Hawke, pero Julie aún no quiere hablar de eso. Sólo dice
que se llama igual que una de sus líneas en Antes del amanecer:
The Space Between, es decir El espacio que está en medio.
Un espacio que la bella Julie sabe llenar muy bien.
Recomendados para
hoy
Hoy será el turno de la presentación de Contraluz,
de Bebe Kamin, el otro film argentino que compite por el Ombú
(Auditorium, a las 9 y 22). En el Auditorium, pero a las 14, se
exhibe uno de los films más divertidos de la competencia:
Anita no perdió el tren, de Ventura Pons. El último
opus de este cineasta catalán, honrado con una restrospectiva
en el último festival porteño, cuenta en tono de farsa
libre, menor e imaginativa la historia de una mujer de 50 años
ex boletera en un cine que ha cerrado que deviene en
amante de un operador de grúas. Lo único que hay que
lamentar es que el film, hablado en catalán, sea exhibido
en competencia en su versión doblada al castellano. Otro
de los films más esperados de hoy es La Virgen de los Sicarios
(Del Paseo 1, a las 14), el film de Barbet Schroeder filmado en
la calles de Medellín. Los Van-Van, llegó la fiesta,
un divertido documental argentino-cubano dirigido por Liliana Mazure,
se estrena hoy a las 21, en la pantalla al aire libre de la playa
Las Toscas, con entrada libre.
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Krámpack,
o la del mono
Pocos son los films que corren de boca en boca en esta edición
del Festival de Mar del Plata. Y uno de esos pocos es Krámpack,
una pequeña ópera prima que sorprende por su descaro,
sinceridad, cariño y muy buen humor. Ganadora el año
pasado en Cannes del premio especial de la juventud, el film de
Cesc Gay narra la reunión de dos adolescentes durante un
verano que será iniciático, sin sus padres cerca.
Las emociones de los niños, así como sus costumbres
recreativas como alguna droga o vitales como su
despertar sexual son tratadas con mucha chispa y naturalidad
en el que tal vez sea el film más entretenido del festival.
El film informa que krámpack quiere decir masturbación,
algo de lo que tiene mucho que decir el film, pero con una libertad
tan natural que sorprende y divierte al mismo tiempo (hoy a las
20 en el Ambassador 2).
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Al
rescate de la memoria perdida
�Mosaico criollo�, el primer film sonoro argentino, y �Rosaura
a las diez� cobran una nueva vida en sus versiones restauradas.
Susana
Campos en Rosaura
a las diez, de Mario Soffici.
El film, basado en Marco Denevi, compitió en Cannes
1958.
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Por
Luciano Monteagudo
El Festival de
Mar del Plata tiene un centenar de estrenos y novedades, pero a la sombra
de tanta actualidad se esconden un par de exhibiciones fundamentales en
relación con el rescate del patrimonio fílmico argentino.
Se trata de la recuperación de Mosaico criollo (1929), considerada
la primera experiencia sonora de éxito del cine nacional (exhibida
ayer en el Museo del Mar), y de Rosaura a las diez (1958), el clásico
de Mario Soffici sobre la novela de Marco Denevi, que después de
haberse convertido en una leyenda vuelve finalmente a proyectarse en su
versión original en CinemaScope (hoy a las 19.30, en el Teatro
Colón).
El caso de Mosaico criollo tiene una larga historia, que se remonta a
1978, cuando el historiador Jorge Miguel Couselo descubrió que
su productor, Alfredo Murúa, un pionero de la grabación
discográfica en la Argentina, conservaba aún una copia del
film en nitrato (un material altamente inflamable) y los discos correspondientes,
que servían a la proyección sincrónica y en los que
se podían escuchar, entre otras, las voces incipientes de Anita
Palmero (cantando el tango Botarate) y de Nedda Francy y Miguel
Faust Rocha, interpretando una breve escena hablada.
La desidia oficial y la falta de políticas de preservación
llevaron a la dispersión de todo ese material, que recién
fue recuperado hacia 1985 por Héctor Lucci, un reconocido coleccionista
de grabaciones y restaurador de aparatos antiguos, que conservó
milagrosamente un material muy frágil. A mediados del año
pasado, un foro convocado por la DAC (Directores Argentinos Cinematográficos)
se explayó sobre el problema de la preservación audiovisual
en Argentina y la necesidad de creación de la Cinemateca Nacional.
De ese panel surgió primero la Asociación para el Apoyo
del Patrimonio Audiovisual con Pino Solanas como presidente honorario
y Fernando Martín Peña como presidente ejecutivo y
luego un pedido concreto de salvataje de Mosaico criollo, escuchado por
las nuevas autoridades del Instituto de Cine, que decidieron la compra
de la llamada colección Murúa. Faltaba sin embargo
el trabajo de restauración, del cual se hicieron cargo Juan José
Stagnaro y Roberto Bernadis, que se ocuparon de lavar los rollos, de hacer
los transfer a video para la sincronización de imágenes
y discos y de tirar una copia nueva en 35mm. con tratamiento Dolby Digital,
que respetó el sonido original, incluso con sus imperfecciones,
que son bien pocas, considerando la excelencia del trabajo de Murúa.
Los laboratorios de Stagnaro son también los responsables técnicos
de la restauración de Rosaura a las diez, una cumbre en la carrera
de Soffici, un faro a seguir, por la variedad y el valor de sus
huellas, según apunta David Blaustein, director del Museo
del Cine, el organismo que asumió el proyecto de darle nueva vida
al film. En verdad, se pensó primero en Prisioneros de la tierra
(1939), otro clásico indiscutido en la filmografía de Soffici,
y luego en Barrio gris (1954), una obra menos memorable, pero ambos títulos
presentaban problemas técnicos insalvables para su restauración
(lo que lleva a sospechar que corren serio peligro de desaparición).
Fue entonces que se recurrió al negativo que conservaba Argentina
Sono Film de Rosaura... , con la posibilidad de tirar una nueva copia
en pantalla ancha, respetuosa del sistema AlexScope, adaptación
local del CinemaScope norteamericano. Esta exhibición se realizará,
a su vez, en el marco del encuentro de la Coordinadora Latinoamericana
de Imágenes en Movimiento (CLAIM), de la que participarán
el mexicano Iván Trujillo, presidente de la Federación Internacional
de Archivos de Films, el argentino Christian Dimitriu, secretario adjunto
del organismo, y representantes de las cinematecas de Cuba, Uruguay y
Argentina, además del Museo del Cine de Buenos Aires, coordinador
del encuentro.
PRUEBA
DE VIDA, DE TAYLOR HACKFORD
Los paramilitares buenos
Por
Horacio Bernades
Ya desde antes
de conocerse el resultado de las últimas elecciones, el cine estadounidense
parece venir anticipando la nueva era Bush, corriéndose de nuevo
hacia la derecha y preludiando, tal vez, el fin de los tiempos de la corrección
política en Hollywood y alrededores. Como botón de muestra,
nada mejor que Traffic, la presunta nueva gema del cine independiente,
cuyo guión parecería escrito por la DEA, la CIA, o ambas
agencias a la vez. Con parecida obsesión por poner orden en ese
sucio patio trasero llamado Latinoamérica, pero sin la menor pretensión
de sofisticación cinematográfica, Prueba de vida presenta
a un matrimonio all american padeciendo el terror de la narco-guerrilla
en un lugar de ficción llamado Tecala, al sur del Río Grande.
Hasta que un grupo paramilitar los buenos de la película
se pinta la cara y los rescata, a sangre y fuego.
No conforme con semejante mensaje, el nuevo film de Taylor
Hackford (veterano en la materia, con films como Reto al destino y Noches
blancas) es uno de esos pastiches con los que Hollywood apunta a todos
los públicos a la vez, cuestión de no perder ninguna entrada.
Si el público masculino tiene su media hora final a lo Rambo,
con el gladiador Russell Crowe en una jungla de fondo que bien podría
ser la selva Lacandona, para la cartera de la dama Prueba de vida ofrece
también, por el mismo precio, un melodrama matrimonial. En éste,
una llorosa Meg Ryan padece el egoísmo de su marido (David Morse),
convencido de que la represa en la que trabaja es para el bien de
la población de Tecala. Identificados con el rojo y negro
del sandinismo, tan delirantes como los miembros de Sendero Luminoso y
con pasamontañas al estilo zapatista, los necios guerrilleros del
ELT (Ejército de Liberación de Tecala) no le creen nada.
Pero no es que los guerrilleros luchen por alguna causa justa: lo de ellos
es sólo negocio, como señala un experto en el
tema. Sólo a quienes buscan cosas raras en las películas
esto puede parecerles un atropello.
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