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PANORAMA POLITICO
Por J.M. Pasquini Durán

Golpe

(Viene de tapa.) ¿Qué otra cosa podía esperarse de López M.? Entre los reproches que le caben al ministro de Economía y a sus fieles, ninguno podría acusarlos de incoherencia doctrinaria. Desde hace años son adictos a las ideas dominantes del mercado, lo que hoy por hoy significa resguardar los pagos a los acreedores de la deuda pública y proteger las rentas de los bancos, de los operadores financieros y de los núcleos más concentrados de la economía. En esa línea de pensamiento, toda otra consideración es materia descartable. Entre los cinco ejes que dominarán la economía nacional, si el plan anunciado anoche logra estabilizarse, no hay uno solo que proponga combatir el desempleo y la pobreza. Por el contrario, los anuncios significarán el despido forzoso del 30 por ciento de los empleados estatales y más privilegios para los mismos que han disfrutado de la fiesta menemista.
La cohesión social y el bienestar general enunciados en el discurso, apenas se contrastan con las medidas concretas, quedan al desnudo como un mero recurso retórico. Les preocupa que el Estado gaste mucho, no importa en qué rubros, así sea en educación, hospitales, subsidios al desempleo o a economías regionales devastadas, pero los deja satisfechos que la proporción entre los ingresos de los ricos y los pobres sea ahora de 30 a 1, el doble de lo que era en 1991, cuando llegó la Convertibilidad a salvar al país de la hiperinflación. Para ellos, la justicia social o la igualdad de oportunidades son enunciados demagógicos o, en el mejor de los casos, extravagantes ilusiones sin ningún sentido práctico. Postulan que los partidos políticos y los sindicatos dejen las decisiones importantes en manos de “los mercados”, que las iglesias se ocupen de preparar las almas para el más allá en lugar de opinar sobre los sucesos terrenales y que las organizaciones sociales no gubernamentales se ocupen de actividades benéficas. Miran a la humanidad en dos categorías, ganadores o perdedores, incluidos o excluidos, y ellos trabajan para los ganadores incluidos.
A pesar de su membresía de cuna en la UCR, que supondría apego a la democracia, López M. no tiene problemas en asociarse con cooperadores voluntarios de la última dictadura como Manuel Solanet, miembro destacado de su equipo, porque coinciden en dogmas que superan esas diferencias coyunturales, aunque su pluralidad no alcanza para otras combinaciones. Cualquiera con un poco de memoria recordará que el actual ministro se oponía en su momento a la alianza con el Frepaso. No le importa la voluntad popular, que en democracia se expresa también a través de las urnas, como guía para sus tareas. Cumplirán sus propósitos, declaró anteayer a La Nación (15/03/01), “haya elecciones o no” y ayer el Presidente intentó convertir la misma idea en un acto de desprendimiento. Las elecciones pueden ser un rito formal para este tipo de pensamiento conservador, pero es una de las escasas oportunidades que tiene el ciudadano de expresar opinión. El elitismo de López M., como se ve, forma parte de una visión integral sobre las relaciones del poder con la sociedad.
Esos criterios son los que fundamentaron los anuncios de anoche, la mayoría por decreto, que proponen la reducción de gastos fiscales a gusto y paladar del bloque de poder que sustenta a FIEL, el abrevadero ideológico de sus autores. Del total del ajuste, más del 60 por ciento se aplica a rubros educativos. Anticipa el traslado a las provincias de la responsabilidad por el pago del incentivo docente, unos 550 millones de pesos, y dan un zarpazo de 360 millones de pesos al presupuesto universitario, la quinta parte del total. En pocas semanas más, según el ministro, presentará un proyecto de ley de reforma estructural del Estado que recortaría los gastos de la administración por un valor total de 3500 millones de dólares, con el lanzamiento a la calle de decenas de miles de empleados públicos. El sentido fundacional del mensaje no significa que sea novedoso, pero sí que es un nuevo punto de partida para la política que inauguró Martínez de Hoz en abril de 1976 y, si no se detiene a tiempo, la oleada será peor que las inundaciones de este año. El Presidente, nombrado por Domingo Cavallo como “Sarmiento del siglo XXI”, que se enorgullece de los proyectos sobre Internet de su hijo menor, firmó anoche uno de los ataques más frontales contra la educación pública. La igualdad de oportunidades fue arrojada a un pozo negro.
Por malicia, oportunismo o estupidez, nunca faltaron los creyentes para la versión descalificadora de la izquierda que la señala como exclusiva depositaria del dogmatismo silvestre, pero la historia ofrece de sobra tendencias idénticas en el otro extremo del arco ideológico. Son los que recitan una y otra vez el mismo verso, sin permitir que la realidad modifique sus ideas fijas. Insistir ahora, de nuevo, en el recorte de gastos como única vía posible para sacar al país de la recesión de más de tres años, cuando se ha probado que es una fórmula de repetida ineficacia para atender los intereses y las urgencias de las mayorías, hunde a la Alianza hasta el cuello en el ancho océano de insatisfacción popular. A los aliancistas que puedan interesarles los resultados electorales, si quieren un fracaso seguro en octubre próximo, que vayan alineándose detrás de las recetas económicas y las opiniones de López M. En japonés eso se llama “hara-kiri” y es considerada una muerte honorable después de algún fracaso importante.
“Los mercados”, con el Fondo Monetario Internacional (FMI) a la cabeza, presionan con todo lo que pueden para doblegar cualquier resistencia. Los timberos en la Bolsa, que obtuvieron en enero utilidades promedio del 34 por ciento, una renta de usureros, son los mismos que ahora paralizan el Mercado de Valores, suben la tasa de riesgo-país y auguran el Apocalipsis si no les permiten continuar tomando ganancias a ese ritmo. Las tensiones de hoy, hace 25 años, se hubieran resuelto con un golpe de Estado de las Fuerzas Armadas, pero, como eso no es posible, por ahora quieren, por intermedio de López M., que el Congreso, los gobernadores y todo el aparato institucional republicano se proscriban a sí mismos por voluntad propia y apoyen a libro cerrado el recontraajuste diagramado por sus fieles economistas. La lógica que dominó a José Luis Machinea, y que sus sucesores aplican a rajatabla, es la misma: con dólar fijo, apertura comercial indiscriminada y creciente endeudamiento público, hay sólo dos maneras de ponerse en movimiento. O pagan los ricos, o pagan los demás. En la primera variante, las autoridades económicas deben actuar sobre las tasas de interés, las tarifas y la tributación progresiva. El respeto cuasi religioso por los bancos y las autorizaciones oficiales de aumentos en las tarifas de las empresas privatizadas y de servicios –hoy empieza a regir la última en el transporte público– demuestran que el Gobierno decidió privilegiar a “los mercados”. Por lo tanto, la única variable de ajuste consiste en bajar el costo de financiamiento del Estado en todos sus niveles y el nivel de los salarios, aunque eso deprima el consumo interno y deteriore las prestaciones sociales. La miseria y la exclusión generalizadas son las inevitables consecuencias últimas de los sucesivos ajustes, los presida Carlos Menem o Fernando de la Rúa, da igual.
En el imaginario de “los mercados”, los trabajadores deberían ganar de diez a doce centavos la hora, como sucede en Indonesia (datos de Asia Pacific Workers Action) o en Hong Kong, según el Christian Industrial Committee, sometidos a un régimen de doce horas diarias de trabajo por seis días a la semana, con opción empresaria a prolongar la jornada de dos a cuatro horas, sin ninguna otra prestación de los patrones (indemnización, aguinaldo, vacaciones, obras sociales) ni sindicatos. Comparando costos, esos obreros son más baratos que los esclavos, a los que había que darles techo, comida y algún trapo para cubrirse. Esto es lo que llaman “bajar el costo argentino” para aumentar la “eficiencia exportadora” y alentar a las empresas a tomar más personal, cuando en realidad sucede lo contrario. El crecimiento teórico se reduce, entonces, a la capacidad de tomar préstamos, pero la deuda llega a un punto que lo impide, porque se lleva toda la inversión posible en las obligaciones de pago y exige, además, tratar a “los inversores” con guante de seda, sin presionarlos con impuestos ni regulaciones, dejando que remesen las ganancias a las centrales, fuera del país, e hipotecando la autonomía de decisión a su favor. Así, el desempleo masivo esclaviza a las sociedades y la deuda pública a las naciones.
El círculo vicioso paraliza, como la baba del sapo. Dentro del aro, los gobernantes y la cofradía política se revuelven asustados, inquietos, impotentes, sin energía ni valor suficientes como para romper las cadenas de baba que los inmovilizan. No todos son corruptos, demagogos o malandrines, pero los honestos no han logrado frenar la decadencia que sumerge a la política en la ciénaga de los restos inservibles. Tras el paréntesis de la Alianza, que se pudre por la cabeza como el pescado, la UCR sigue en caída, como venía en 1997 cuando la candidatura de Raúl Alfonsín en la provincia de Buenos Aires figuraba en las encuestas con el 12 por ciento de los votos. Que en esta situación, el ex presidente y actual candidato a senador tenga que refugiarse en Miami sin nada para decir en voz alta, da una idea de las penurias del partido centenario. El último año caminó en puntas de pie sobre cáscaras de huevo, igual que Chacho Alvarez, por miedo a hacer ruidos molestos, mientras a su lado los conservadores estallaban granadas de fragmentación. ¿En nombre de cuál fe, desde anoche, la dirección del Frepaso se trepará a la pira para reemplazar a Juana de Arco? Las dimisiones de frepasistas de la más absoluta confianza de Chacho Alvarez (Garré, Makón, Mitre) confirmaban el repliegue del Frepaso de posiciones en el Poder Ejecutivo, aunque queda pendiente la decisión sobre el futuro de la Alianza.
En política, lo saben, importa más elegir bien al enemigo que a los socios. ¿Quiénes son los enemigos de la Alianza? Para el Presidente son los rumores periodísticos que minan su autoridad, mientras permite sin chistar que un funcionario de segunda del FMI se atreva a ordenarle en voz alta lo que tiene que hacer o que López M. asuma la dirección del Gobierno, en calidad de primer ministro. Para Alfonsín, de palabra, son los fundamentalistas de mercado, pero no se atrevió a sancionar a López M. como hizo antes con Sturzenegger por pensar diferente a la plataforma de la UCR y de la Alianza. Alvarez nunca termina de decidirse entre los especuladores y prestamistas o los productores de la industria y del campo, porque no se puede estar bien con Dios y con el Diablo al mismo tiempo. Los gobernadores peronistas no necesitan elegir desde la Casa Rosada, pero cuando lo hicieron, con Menem, ya se sabe cuál fue su opción preferencial. A riesgo de que sea considerada otra versión interesada, o peor aún una conspiración, podría arriesgarse una opinión: la mayoría del pueblo es la que se siente tratada como enemigo por el Gobierno y por casi todos los políticos. El plan anunciado anoche, y las perspectivas que se derivan del mismo, consolidarán esa opinión.
Los que se dejan chantajear por el cuento de los “ruidos políticos” que espantan, dicen, a los inversores, tendrían que haber aprovechado esta semana la presencia en Buenos Aires del presidente italiano para preguntarle cómo hicieron en ese país para crecer hasta el quinto puesto de la economía mundial con el barullo político que tuvieron siempre, incluido el proceso de “manos limpias” que hizo estallar el sistema de partidos que había gobernado desde que terminó la II Guerra Mundial. Si fuera cuestión de polución sónica, Italia debería estar peor que el Congo. Macanas, pingajos que agitan “los mercados” para demostrar que la mediación política es inútil, que los ciudadanos son inútiles, que la resistencia carece de sentido.
La semana que viene termina con el 25º aniversario del golpe de Estado de 1976, una buena oportunidad para que todo político o dirigente con decencia y sentido de responsabilidad vuelva a preguntarse, junto a toda la sociedad, cuál sería la historia si se hubieran animado a decir NO. El artículo 22 de la Constitución manda que “el pueblo no gobierna ni delibera sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución”. ¿Qué pasa cuando sus representantes y autoridades no deliberan ni gobiernan porque han sido reemplazados por poderes que no fueron creados por la ley suprema sino por la ley de la fuerza? Las primeras renuncias al Poder Ejecutivo –no las últimas, con seguridad–, las movilizaciones de la próxima semana, las huelgas dispuestas por la CGT de Moyano y por la CTA, el paro de Ctera, son una dirección posible. Hay que tener el valor de decir que no. Es un acto de prudencia, para no tener que llorar después por lo perdido. Decir NO, así NO, esto NO.


 

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