El autogolpe de De
la Rúa
Sin necesidad de esperar el discurso y los anuncios de Ricardo
López Murphy, desde el mismo momento en que Fernando de la
Rúa lo designó, y él nombró a su vez
a varios economistas de FIEL, quedó clara la incompatibilidad
entre la base política de este Gobierno, radicalfrepasista,
y su nuevo equipo económico, el más conservador, proestablishment,
liberal o derechista (cualquiera de estas identificaciones le cuadra)
a que se pudiera apelar hoy en la Argentina. Es cierto que el Presidente
optó por la variante más eficaz que tenía a
mano para atajar un golpe de mercado, el mismo del que quiso salvarse
José Luis Machinea. Pero, conscientemente o no, De la Rúa
no estaba haciendo una mera opción para el corto plazo, para
neutralizar un peligro inminente, sino reorientando a largo plazo
y de modo irreversible el sentido político de su gestión.
No se puede tener a Daniel Artana y Manuel Solanet en el Gobierno,
y fingir que nada ha de alterarse en la coalición política
que sostiene al poder. A menos que la incorporación de FIEL
haya sido pensada fríamente como palanca para forzar una
purga en la conducción nacional. Es decir, que estemos frente
a un autogolpe presidencial. Pasando los acontecimientos en limpio,
un escenario es el de De la Rúa entrando en pánico
y parapetándose, al dimitir Machinea, detrás del grupo
de economistas más fundamentalistas que hay en el país
para que no lo castiguen los dueños del capital. El otro
escenario muestra al primer mandatario recuperando el ideario de
su amigo Fernando de Santibañes, para consumar la depuración
que venía reclamándole desde hace meses la derecha.
En esta dimensión, los pormenores de las medidas anoche anunciadas
por RLM son lo de menos. Desde luego, confirman lo que cabía
esperar. Pero lo crucial no está en el detalle de los números,
sino en la orientación. Y ésta puede leerse particularmente
en las omisiones del discurso. El ministro no dijo nada del sistema
financiero, tan criticado por los sectores productivos. No dedicó
ni una palabra a las privatizadas ni a las tarifas de los servicios
públicos, cuya reducción es señalada por muchos
como esencial para que la producción argentina pueda volver
a competir. No explicó cómo piensa encarar el déficit
estructural de la cuenta corriente del balance de pagos. Se limitó
a anticipar una mayor apertura, con nuevas bajas de aranceles de
importación. No planteó ninguna política activa,
ningún estímulo para las pyme, las economías
regionales o las exportaciones, ni vías para incrementar
el valor agregado en éstas. Aunque se manifestó la
intención de comenzar con el Plan de Infraestructura, López
Murphy lo soslayó en su mensaje, indicación bastante
clara de lo poco que valora ese instrumento. El eje conceptual del
discurso es éste: hay que mantener la convertibilidad, y
para salvarla es preciso reducir el gasto público. En otras
palabras, el problema es fiscal.
A esta altura, la insistencia en que gran parte de las medidas deben
ser sancionadas por el Parlamento no implica exactamente un saludable
respeto por la división republicana de poderes, sino un ineludible
cambio de coalición política. Más allá
de lo que eventualmente suceda, y de márgenes más
o menos amplios de discrepancia, este paquete sólo podría
suscribirlo, ajustando detalles, la derecha radical, el menemismo,
algunas fuerzas provinciales y el cavallismo, éste con reparos
ante la falta de medidas que relancen la economía. Cuestión
nada menor es que una eventual nueva entente política, necesaria
para sustentar la reformulada estrategia económica, puede
no ser viable. De hecho, fue la Alianza UCR-Frepaso la que venció
en las urnas menos de un año y medio atrás, y no es
tan sencillo poner otra en su lugar, sin respaldo social.
En todo caso, no es éste el problema que se plantea FIEL,
cuya línea permanente no está sometida a vaivenes
circunstanciales. En octubre pasado, el mismo mes en que Carlos
Chacho Alvarez abandonaba la vicepresidencia, la Fundación
presentaba en el Coloquio Anual de Idea una amplia propuesta de
política económica para la década. Allí
se postulaprofundizar la apertura y asegurar la orientación
promercado de la economía. En cuanto a esto, se señala
que todavía se mantienen aranceles elevados para muchos
productos, y recientemente ha aumentado el uso de medidas no arancelarias
(antidumping, cuotas, etc.), lo cual choca de trompa con el
pensamiento más extendido entre los radicales, que quieren
más protección y no menos para la producción
nacional. También se propone reducir el gasto público,
con una racionalización de personal, modificando
los estatutos de los empleados públicos para asemejarlos
a la ley de contrato de trabajo, con aumento de la jornada
laboral y menos vacaciones y licencias.
Ya en 1996, en un estudio realizado para el ultraliberal Consejo
Empresario Argentino, con una propuesta para la reestructuración
de la Administración Pública Nacional, FIEL postulaba
reducir la estructura estatal de 571 unidades administrativas (entre
ministerios, secretarías, subsecretarías y direcciones
nacionales) a sólo 218. Este otro ejemplo da una idea de
los propósitos del nuevo equipo económico, y de cómo
requieren una combinación política bastante diferente
de la instalada en diciembre de 1999. En el momento en que realizó
ese estudio, la Fundación era presidida por Víctor
Savanti (antes IBM, entonces Loma Negra), ahora designado secretario
de Producción, y De Santibañes era uno de los tres
vicepresidentes. La prosecretaría estaba ocupada por Manuel
Sacerdote (BankBoston), actual vice de la Asociación de Bancos.
En el Consejo Académico revistaba Manuel Solanet, hoy secretario
para la Modernización del Estado (reforma administrativa).
De la coordinación entre FIEL y CEA se encargaba, entre otros,
Martín Lagos, vicepresidente del Banco Central. En el Consejo
Consultivo de FIEL se sentaban figuras como Jorge Aguado (Macri),
Carlos Bulgheroni (Bridas), Eduardo Eurnekian (Aeropuertos 2000),
Amalia Lacroze de Fortabat (Loma Negra) y Guillermo Stanley (Citibank),
todos con cuantiosas controversias con el Estado por impuestos,
cánones o lavado de dinero. ¿Serán los cuadros
académicos apadrinados por estos intereses los más
aptos para afrontar la crisis con el necesario apoyo popular? Para
alcanzar la cohesión social de la que habla López
Murphy, y que alude a ausencia de conflictos y luchas, ¿el
camino es un duro paquete de ajuste, sin contrapesos, como el que
lanzó ayer? Anoche, las primeras reacciones parecían
responder que no.
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