Ninguno había contratado una travesía de turismo aventura.
Sin embargo, se las dieron de prepo. Hasta el jueves a la noche, eran
310 cómodos pasajeros de un vuelo de Iberia que entraría
a Barajas ayer al mediodía. Todo salió mal. El vuelo despegó
una hora después de lo previsto y, cuando finalmente salió,
quedó suspendido: un desperfecto en uno de los motores obligó
al comandante a disponer un aterrizaje de emergencia. Tres horas después
todos pisaban de vuelta suelo porteño. Los más beneficiados
consiguieron hotel para pasar la noche; los otros unos cuarenta
también obtuvieron alojamiento, pero por un rato: a las seis y
media de la mañana, la clamorosa sirena del Hotel Continental los
despertaba por un incendio. Entre unos y otros, Iberia tuvo que vérselas
con el perro salchicha de abordo y el gato siamés de una uruguaya
urgidos por entrar en Barajas antes que caducaran los permisos. Hubo lunas
de miel suspendidas, paro de los empleados de Aerolíneas y decenas
de pasajeros que hasta anoche desesperaban por encontrar la salida de
una Buenos Aires que, para colmo, se inundaba.
El paso por Buenos Aires de los pasajeros de Iberia se volvió prácticamente
una odisea. Al aterrizaje de emergencia no dejaron de sumarse complicaciones
a lo largo del día. De eso hablaba Graciela Fuste en el lobby del
Hotel Presidente. Viajaba a España con su hijo y también
con un perro salchicha. Por eso cuando, se canceló el vuelo, a
las complicaciones, se sumó el perro. Ni siquiera me animé
a pedir que limpien la habitación decía ayer,
a ver si me lo sacan. La mujer estaba asustadísima. A la
mañana había intentado llevarlo hasta la vereda del Hotel.
Lo sacó de la pieza y cruzó el lobby: Pero señora
la interrumpió el conserje, ¿qué hace
con ese perro acá?.
Fuste no sólo ya no sabía dónde esconder su perro,
se preguntaba qué haría cuando, finalmente, llegase a España:
El certificado de sanidad vence el domingo decía,
si no llega antes pues, lo encierra por cuarentena, y mi hijo se muere,
juro que se muere.
La salida del Jumbo de Iberia hacia Madrid estaba prevista para las 22.30,
pero partió con una hora de atraso. El vuelo salió
sin novedades, explicó a este diario Antonio Falcone, gerente
de Iberia en Buenos Aires.
Fue justo cuando las azafatas estaban dando las instrucciones para
emergencias, dice ahora un catalán. En ese momento oyeron
al comandante. Sentimos ruidos y cayeron algunas de las máscaras
de oxígeno dice Piralli; muchos pensamos que era la
música que estaban poniendo. En realidad, uno de los tres
motores del Jumbo se había detenido.
Una de las piezas del motor tuvo problemas y lo que se hace es apagarlo
y volar con los otros tres, indica ahora Falcone. Las normas
continúa- indican que si no superó la hora y media
de salida, el piloto debe aterrizar en el aeropuerto de origen.
Eso es lo que intentó el comandante mientras los pasajeros entraban
en pánico. Regresaron a Ezeiza, pero en vez de aterrizar hubo dos
horas de sobrevuelo. Debían descargar combustible porque
el avión no podía aterrizar con tanto peso, dice uno
de los pasajeros.
Iberia dispuso combis y también alojamiento para la noche, un trámite
que duró hasta las cuatro de la mañana. Algunos fueron al
Sheraton, otros al Presidente, al Colón y finalmente 44 obtuvieron
el Continental como destino. Dos horas después, a las seis y media,
los alojados en el Continental supusieron que todo se trataba de una broma
de mal gusto. Desde sus cuartos escucharon una sirena y entendieron que
era la de incendio. Un cortocircuito se había disparado en el depósito
de colchones del tercer piso del edificio de Roque Sáenz Peña
al 800. A partir de ese momento, por las escaleras de incendio tapadas
de agua y mangueras, pudieron verse correr extranjeros desesperados en
corpiños y pantuflas. Nadie pudo convencerlos de permanecer allí
alojados. Iberia trasladó a sus pasajeros cada vez más alterados
hasta el Hotel Melian. Allí se les explicó que hasta el
domingo no tendrían nuevos vuelos. Y en Buenos Aires empezaba a
llover.
SORPRESIVO
PARO DE LOS TECNICOS
Aeroparque, un caos
Después de la odisea
de los turistas de Iberia, los pasajeros de Austral y Aerolíneas
Argentinas también tuvieron lo suyo: ayer a la mañana, los
técnicos aeronáuticos pertenecientes a la empresa realizaron
un paro sorpresivo, que obligó a demorar y luego cancelar 28 vuelos,
lo que provocó el fastidio y las quejas de cientos de pasajeros
que quedaron varados en el Aeroparque Jorge Newbery y en el Aeropuerto
de Ezeiza. El paro se levantó a las 15, después de que el
Ministerio de Trabajo dictara la conciliación obligatoria entre
la firma y los trabajadores.
La huelga comenzó cerca de las 6. Desde esa hora, los pasajeros
que debían abordar alguno de los vuelos de cabotaje de Aerolíneas
o Austral empezaron a agolparse en el hall del Aeroparque, a medida que
les avisaban que su partida estaba demorada. Muchos optaron por viajar
con otras empresas: la masa se desplazó entonces hacia los mostradores,
donde no tan sonrientes empleadas les endosaron sus pasajes, para que
pudieran partir.
Alrededor de las 14, la Dirección Nacional de Negociación
Colectiva del Ministerio de Trabajo dictó la conciliación
obligatoria por un plazo de quince días, y citó a las partes
para una reunión el próximo lunes. Desde las 15, los técnicos
retomaron sus tareas y Austral y Aerolíneas pudieron cumplir con
el cronograma previsto para la tarde: 12 vuelos desde Ezeiza, y 30 desde
Aeroparque.
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