Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

KIOSCO12

OPINION
Por Enrique Pinti *

Acá estamos, como siempre, nosotros los actores

De no tener derecho a ser sepultados en campo santo a ser adorados, amados, deseados y aclamados. De ser puestos como ejemplo de lo peor y más abyecto del género humano a ser los privilegiados transmisores de los más bellos sentimientos y las más genuinas emociones. Del carro de Tespis al carro de la basura, de los caminos y las plazas a los grandes teatros del mundo desbordados en oro y terciopelo, de no encontrar tiempo libre para la vida privada al horroroso parate de la desocupación, de la frivolidad al compromiso, de la fama al absoluto anonimato.
Vulnerables con coraza de oropel, delirantes y optimistas durante los ensayos, preparación y/o filmación o grabación y llenos de encantadoras excusas para justificar los fracasos, el tiempo, la lluvia, el frío, el calor, la inseguridad, la situación económica, la ubicación de la sala, el horario del programa, la fecha de estreno y en algunos casos hasta la posibilidad de un “trabajo brujeril” que alguien muy malo ha hecho en contra, son frecuentes culpables de lo malo.
Lo bueno, el éxito, eso tiene una sola explicación: “¡mi talento!”. El triunfador, el divo, la estrella, la estrellita, el capo cómico, el actoractriz ejemplo de conducta, el rebelde, los marginales, los contestatarios, los decadentes, los arte-puristas, los laburantes, los paracaidistas, los que odian ser actores y hubieran preferido ser otra cosa, los que entraron en la profesión porque los padres eran actores y siempre tienen la duda de si han elegido bien, los que entraron en la profesión sólo y principalmente para escandalizar a sus padres.
Y así hasta el infinito se pueden citar las motivaciones y tipificaciones del actor.
Desde mi experiencia de tantos años en este trabajo actoral podría citar cientos de casos tan diferentes entre sí y tan contradictorios que echan por tierra todas las teorías, actores que nunca estudiaron y son excelentes, actores que nunca estudiaron y son un desastre. Actores de escuela brillantes, actores de escuela correctos, actores de escuela horrorosos y además, horrorosos, brillantes o excelentes o desastrosos para mí y no para otros. Entre esos otros cierta parte es el público, nada menos que ésos... los que pagan. Alguien dijo hace siglos: “Donde hay mucho, fuerza es que haya de todo”, y lo dijo, casualmente, refiriéndose al mundo del espectáculo.
Desde siempre hubo mucho en la profesión. Mucho más oferta que demanda. Por eso el actor es casi un sobreviviente por naturaleza. Por eso, porque el actor es casi un desocupado de nacimiento, es realmente sorprendente el porcentaje de desocupación actoral en países de tan importante y cuantitativa actividad como Estados unidos, Francia e Inglaterra por ejemplo. Hemos sido, somos y probablemente seremos demasiados, tenemos mala fama entre los biempensantes burgueses, si somos famosos no nos dejan vivir, si somos desconocidos no nos dejan comer, si somos jóvenes nos dicen inmaduros, si somos viejos nos dicen “fuiste alpiste”, si no hablamos de política nos creen tarados, si hablamos de política nos prohíben en la primera de cambio, si somos muy lindos no nos dan crédito como profesionales, si somos muy feos estamos condenados a la tipificación y etiquetamiento como ridículos eternos sin posibilidades de salir de la caricatura, si no hacemos notas somos ogros sin gracia, si damos muchas notas somos payasos mediáticos.
En fin, es una profesión inestable de fácil acceso, difícil mantenimiento y dudosos finales y yo, actor desde hace cuarenta y seis años, más de la mitad de los años que cumple mi asociación, puedo hacer una sola división en mi gremio y es tajante: aquellos a los que les gusta de alma y aquellos que lo hacen por cualquier otra razón que no sea el placer de sentirse actores y no tiene nada que ver ni el talento, ni la calidad, ni la fama. Adhiero totalmente al final inolvidable de aquella joya del cine francés de los años 30 que se llamó El fin del día. En una casa de retiro conviven distintos tipos de actores desde ex estrellas hasta partiquinos, pero hay uno que nunca pudo hacer nada porque era reemplazante y nadie se enfermó ni una sola vez... El pobre envejeció sin darse el gusto de decir más de dos bocadillos en escena. Tenía fama de pésimo actor y un día en una representación en el asilo el titular no puede hacer el papel protagónico por un conflicto amoroso y él debe salir a cubrirlo. El pánico lo domina y ni una palabra sale de su boca, colapsa y se muere en escena. En su entierro el actor más prestigioso, el que siempre lo despreció, le hace un discurso de homenaje y le dice: “El teatro no te dio nada, pero vos le diste todo, hasta tu vida. ¿Importa si eras buen o mal actor?, no lo creo... Eras un hombre de la profesión, porque la amabas. Adiós hombre de teatro, hombre de bien”.
Todos sabemos que la dura realidad es eso que es. Todos sabemos que sin trabajo, el hombre pierde una parte importante de su dignidad. Pero no toda su dignidad. Porque la otra parte la sustentan sus sueños, su vocación y su capacidad de seguir proyectando cosas, espectáculos, shows, películas. De cualquier manera, por cualquier medio, en cualquier lugar. La solidaridad es la última, única y mejor esperanza. Tan expuestos o anónimos, tan vanidosos y humildes, tan creídos y tan inseguros, tan unidos y divididos y, eso sí, tan desprotegidos como siempre, acá estamos, los actores.

* El lunes la Asociación Argentina de Actores festeja sus 82 años en el local Señor Tango, con un espectáculo en que participarán Susana Rinaldi, Norma Aleandro, Alfredo Alcón, Pablo Echarri, Leonor Benedetto, Osvaldo Miranda, Tomás Fonzi, Luisa Kuliok, Eleonora Cassano, Gastón Pauls y el autor de esta líneas, entre otros. La recaudación será donada a la obra social. Información en los teléfonos 4374-1072 y 4303-8555.


 

PRINCIPAL